La multitudinaria manifestación de este sábado en Barcelona en defensa de la escuela catalana volvió a sacar a decenas de miles de catalanes a la calle y el objetivo de reforzar el catalán ante el ataque del Estado se consiguió, y se mandó un serio aviso a quien lo quiera oír: no habrá un paso atrás. El modelo de convivencia lingüística que es, en definitiva, de cohesión social ha costado mucho de construir y la inmersión en los colegios es un modelo irrenunciable y de éxito. No fue una manifestación independentista aunque estaban casi todos los independentistas. Tampoco soberanista, aunque la habían respaldado todos los que así se consideran. Fue, sobre todo, una manifestación de la amplia y diversa comunidad educativa —la manifestación la convocaba Somescola— con apoyo de partidos políticos y los principales sindicatos.

Una agencia de noticias, la norteamericana Associated Press, titulaba su crónica sobre la manifestación: "Los catalanes protestan contra la decisión de más español en las escuelas"; para explicar a sus abonados en todo el mundo que el idioma castellano no está en peligro y que el catalán es un símbolo de la cultura propia, después de 40 años de represión durante la dictadura de Francisco Franco. ¿Cómo puede ser que un medio de referencia internacional y con miles de abonados en todo el mundo dé más claves a sus lectores para que entiendan el conflicto, que muchos de los diarios de Madrid, que necesitarán inflamar la acción cívica y pacífica que transcurrió este sábado por las calles de Barcelona?

La manifestación de este sábado ha sido más importante de lo que expresa que en época de covid y con los contagios subiendo claramente, decenas de miles de personas hayan salido a la calle para defender la escuela catalana. Como el éxito del concierto de Lluís Llach y una legión de cantantes en el Palau Sant Jordi. Llach, generoso, idealista, inconformista y patriota se subió de nuevo por una noche a los escenarios, curtido ahora en la política, que le ha quitado más que le ha dado, y demostró que el liderazgo, ese que te hace conectar y conectar con la gente, se puede tener de muchas maneras, no solo desde un despacho oficial. Y que a él no lo callarán por más que se quiera imponer un silencio, no siempre con el epicentro en Madrid.

Las movilizaciones son siempre síntoma de alguna cosa, como saben muy bien los políticos catalanes y se resisten a aprender los que quieren imponer un discurso único más allá del Ebre. Habrá un nuevo ciclo de movilizaciones si el Estado español persiste en su ataque frontal a la inmersión y a la lengua propia del país. El catalanismo no le ha cogido aversión a la calle, ni va a bajar los brazos. Tampoco va a aceptar una desnacionalización de Catalunya, en un momento en que todo el mundo sabe que la lengua es, en algunos aspectos, una última trinchera.

Va a haber batalla por el catalán porque sin la lengua y la cultura no se puede salvar la nación. Por eso la manifestación es una buena noticia y una derrota para todos aquellos que quieren una Catalunya dividida y sin un sentimiento colectivo. Como dice a menudo Jordi Cuixart, el flamante presidente de Òmnium, esperando el Estado hemos de seguir reforzando la nación. Es así de sencillo y así de complicado. Unidos en la diversidad y convencidos de que la batalla por la lengua y cultura catalana es un banderín de enganche excepcional para volverse a levantar.