Solo hace falta ver las imágenes de cualquier televisión del mundo para comprobar el suplicio que está siendo a estas alturas el aeropuerto de Kabul, donde decenas de miles de personas aguardan para abandonar el país. Mujeres y niños en su gran mayoría pero también muchos hombres temerosos de lo que les puede pasar con el régimen talibán a la búsqueda de un avión que les permita hacer efectivo el salvoconducto para subirse a un avión y abandonar Afganistán.

En este aeropuerto se concentran las imágenes internacionales mientras las noticias que llegan de la capital y de diferentes poblaciones hablan de una cierta calma tensa aunque, obviamente, no hay motivos para el optimismo y más pronto o más tarde se desencadenará, todo el mundo lo sabe, una implacable persecución de aquellos que hayan colaborado estas dos décadas con Occidente. Es el preludio de muy malos tiempos.

Es cierto que en este 'mientras tanto' las noticias que llegan de Afganistán vienen muy filtradas por una información muy imprecisa. Porque, se diga o no de esta manera, es una auténtica zona de guerra y lo primero que sufre, como siempre, es la verdad. La manera como se ha retirado Estados Unidos, el papel voluntarista y humanitario pero siempre escaso de la Unión Europea, el silencio de China esperando su momento en toda esta historia y los clásicos dinosaurios internacionales -la ONU, sobre todo- superados por los acontecimientos dibujan una preocupante postal de lo que está por venir y que sin duda será dramático.

Únicamente en una zona al norte del país, en el valle de Panjshir, hay una mínima resistencia organizada que parece dispuesta a luchar contra los talibanes. En el resto, el control es absoluto y el reloj para el abandono del país fijado entre los talibanes y EE.UU. no se prorrogará más allá del 31 de agosto.

El portavoz de los talibanes ha sido taxativo: no habrá ampliación del plazo, mientras adoptaban medidas para detener a las riadas de gente que querían llegar al aeródromo. A estas alturas es imposible saber cuántos miles de personas quedarán abandonadas a su suerte en los alrededores del aeropuerto porque es evidente que, a falta de siete días para el vencimiento, el caos y la lentitud de los aviones evacuando civiles no permite ser optimista.

La reunión de urgencia del G7 de este martes ha permitido constatar que a estas alturas el margen de las potencias occidentales es muy pequeño y que Joe Biden es un presidente sobrepasado por los acontecimientos. La humillante salida de Estados Unidos tras un aparente acuerdo con los talibanes del que se conoce muy poco es ya la crisis internacional más grave a los pocos meses de llegar un presidente a la Casa Blanca. El coste para su imagen tanto en el interior como internacionalmente es enorme y su prestigio difícilmente se recuperará en una sociedad tan poco acostumbrada a tener humillaciones de este nivel.