Pedro Sánchez vino este sábado hasta Tarragona a hablarnos de la decadencia de Catalunya, de la pérdida de una década con objetivos imposibles y de la marcha de algunas empresas estos últimos tiempos por el desgobierno. Con las tres cosas hizo un cóctel imposible, ya que era tan difícil como juntar el agua y el aceite, o el aceite y el alcohol. Pero Sánchez lo intentó, en algún momento con una caradura -perdón por la expresión- impresionante. Veamos: ¿Se puede hablar de decadencia de Catalunya? Claramente, no. ¿Y de retroceso económico? Si hubiera utilizado esta expresión hasta incluso hubiéramos podido ponernos de acuerdo, pero Pedro Sánchez necesitaba además de exagerar, tirar la piedra y esconder la mano.

Es imposible contener el retroceso económico de Catalunya con las actuales reglas de juego. Las tres vías por las que podrían obtenerse más recursos están taponadas por los gobiernos españoles, sean del PP o del PSOE. La primera es el déficit fiscal que tiene el estado con Catalunya y que se sitúa sobre los 16.000 millones anuales según las estimaciones que presentó el Govern ahora hace un año y referido a los ejercicios 2015 y 2016. Siempre he dicho que me parecía un error por parte del independentismo haber dejado de machacar uno y otro día con el déficit fiscal y dejar de poner ejemplos de lo que se podría hacer con 45 millones de euros diarios de más.

La segunda vía es el sistema de financiación autonómica, claramente insuficiente para Catalunya y caducado en 2014, cuando expiró, y que desde hace más de seis años está pendiente de su reforma. Y la tercera, unos presupuestos del Estado perjudiciales y, para rematarlo, una ejecución presupuestaria real absolutamente escandalosa e incluso susceptible de acabar en los tribunales. Así, el período 2015-2018 arrojó que el Estado había ejecutado el 65,9% mientras que en Madrid el porcentaje fue del 113,9%. Solo una estrategia milimétricamente acordada por PP y PSOE desde hace muchos años hubiera podido ser tan devastadora para Catalunya. Pero claro, de eso Sánchez ni habló.

También, si quiere, podemos hablar de lo que considera una década perdida. Claro que se puede y hemos de hablar. De hecho, el hartazgo catalán que provocó el desplazamiento de una parte muy importante de la sociedad catalana vino, no por una década perdida, sino por muchas décadas perdidas de Catalunya en sus relaciones con España. De ahí arranca, se afianza y se hace mayoritario el bloque independentista. Porque ya no se vislumbra una solución con la recentralización, la armonización y el ahogo económico. Por eso la represión no hace retroceder al movimiento: porque Catalunya no puede aceptar impasible como se le impide competir en condiciones de igualdad en un mercado global.

De la marcha de empresas, el último punto que citó Pedro Sánchez, más vale no hablar. Él formó parte del 155 y de aquella impúdica actuación del deep state con el Rey alentando incluso alguna marcha y de la que hay bibliografia suficiente. Después se han ido otras y también muchas han venido y además ha habido la Covid-19 y un gobierno mirándose el ombligo desde la Moncloa e inflexible a la hora de rectificar alguno de los problemas crónicos aquí apuntados.