A pocos gobernantes les deben cuadrar tan bien, y debe de estar tanta gente de acuerdo, estos cuatro calificativos a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso: pésima gestora, mala política, desastrosa mandataria e irresponsable. Díaz Ayuso, que ya provocó el pasado mes de marzo una situación explosiva en la gestión del coronavirus en la capital de España, que salpicó como una onda explosiva imparable a todas las autonomías, está a punto de hacer doblete seis meses después. Madrid es ya de mucho el peligro exponencial más alto de Europa para la propagación de la pandemia y eso, a estas alturas, ya lo sabe todo el mundo. Aquella primavera también se sabía pero el miedo escénico del Gobierno español a cerrar la capital de España, cuando las decisiones políticas pesaban claramente más que las sanitarias, lo paró. La onda expansiva de aquel lamentable error acabó salpicándonos a todos y, aunque sea duro expresarlo así, se acabó pagando en el número final de víctimas que se produjeron antes del verano. Ahora, el decreto de alarma territorial, que ha autorizado el Gobierno español, permite realizar una intervención de cirugía perimetral controlada en una única autonomía, pero es necesario hacerlo rápido.

No es una buena noticia que tanto Isabel Díaz Ayuso como Pedro Sánchez se hayan emplazado este viernes a hablar de todo ello el próximo lunes -¡dejando pasar más de 72 horas!- con la que está cayendo. Un simple dato que nos es muy próximo y tampoco hace tanto tiempo que pasó: Lleida, la capital del Segrià, se confinó con alrededor del 150 casos por cada 100.000 habitantes; Madrid tiene aproximadamente un millar de casos -casi siete veces más- por el mismo número de habitantes y Sánchez y Ayuso deciden dejar la decisión para después del fin de semana. Va siendo hora de que no desde la periferia sino desde Madrid se llame a la responsabilidad a quien tanto perjuicio nos está causando a todos y una buena prueba de ello son las noticias de que la sanidad madrileña ya está desbordada, se empiezan a desplazar a enfermos con otras patologías y a cancelarse intervenciones previstas. Esto ya lo hemos vivido en el pasado y es el paso previo al caos que entonces se produjo, por más que se quisiera expandir por toda la geografía la responsabilidad de una mala gestión que tuvo inicialmente su perímetro más importante de la pandemia en Madrid y su periferia.

Una portada de agosto de 1975 -hace la friolera de más de 45 años- de la revista satírica Hermano Lobo, que se inspiraba en el semanario francés Charlie Hebdo y que era de referencia en el tardofranquismo, dibujaba un chiste del abulense Ramón Gutiérrez Díaz, el legendario dibujante de aquella publicación que firmaba indistintamente como Ramon o R, en la que se veía a un poderoso de la época con todo el uniforme del momento y se dirigía a todo un grupo de personas que bien podrían ser trabajadores o ciudadanos normales. Desde una especie de tribuna, les advertía con la siguiente amenaza: ¡O nosotros o el caos! Como única respuesta, la multitud contestaba en masa: ¡El caos! ¡El caos! Y, éste, desde su atril, sin inmutarse, replicaba: Da igual, también somos nosotros. A veces, una simple viñeta, aunque haga 45 años de su publicación, hace mucho más que cualquier otra manera de expresión por explicar la realidad.

Portada de la revista «Hermano lobo» del 2 de agosto de 1975