Dieciséis meses después de que el president Quim Torra visitara por última vez el Palacio de la Moncloa al frente de una delegación del Govern catalán para reunirse con otra del Gobierno español y acordaran, entre otras cosas, reuniones mensuales y nunca más se volvieran a encontrar; un nuevo president de la Generalitat, Pere Aragonès, hará el mismo camino dirección Madrid al inicio de su mandato. De aquella ocasión se recuerda un paseo por los jardines de la Moncloa y muy buenas palabras por parte de Pedro Sánchez, como muy bien debe recordar Aragonès, que entonces era vicepresident de Torra y era uno de los seis representantes de la parte catalana. De la primera y única reunión a solas entre ambos presidentes, en julio de 2018, en que Torra fue portador de un obsequio de una botella de ratafía.

Nada más desde entonces, si no contamos que la represión ha seguido, los presos siguieron encarcelados hasta el pasado miércoles y esta misma semana volverá a haber un signo inequívoco de lo que no es precisamente la desjudicialización de la política catalana con la fianza millonaria que solicitará el Tribunal de Cuentas a una cuarentena de miembros del Govern entre 2011 y 2017, entre los que están los presidents Carles Puigdemont y Artur Mas, el ex vicepresident Oriol Junqueras y diversos consellers de aquellos años como Andreu Mas-Colell, Francesc Homs, Neus Munté o Raül Romeva.

El hecho de que la fianza millonaria se comunique directamente a los afectados este miércoles, y el pasado miércoles fueran los indultos parciales, no es más que un ejemplo del estrecho camino que hay para el diálogo entre represión y represión. Una muestra también de ello es que la mesa de diálogo, el gran compromiso de Pedro Sánchez, es muy probable que no se reúna hasta septiembre y salte sin explicación alguna, que no sea la falta de voluntad para reunirse, del mes de julio.

Más allá de la visita de cortesía de Aragonès, que Sánchez ha procurado que sea después de la del presidente andaluz, Juanma Moreno, (17 de junio) y antes de la presidenta madrileña Isabel Díaz Ayuso (9 de julio), el president de la Generalitat deberá explorar la gran incógnita de la legislatura: conocer si hay margen real para la negociación en base a sus compromisos de la sesión de investidura o, por el contrario, si Sánchez no contempla nada que no sea el desarrollo de una legislatura autonómica normal y corriente. La primera opción requerirá toda la imaginación posible, la segunda sería, seguramente, el preludio de una vía muerta.