Si el 2020 que dejamos atrás fue el año de la pandemia, de la crisis económica y del bloqueo institucional, el año 2021 será el de la protección de la salud —gracias a las diferentes vacunas que se han autorizado para luchar contra el coronavirus— y el de las elecciones. Alcanzar una inmunidad razonable entre la población no será un proceso rápido, pero hay que desear que las cosas se hagan lo suficientemente bien para que llegue a los sectores de la sociedad que más en riesgo están, y que el Govern haga un esfuerzo para que, dentro de sus márgenes de actuación, el tiempo de espera no se haga interminable. Los datos de estos primeros días están por debajo de los que se habían anunciado pero supongo que la novedad y los días festivos son un problema añadido.

El otro gran tema serán sin ninguna duda las elecciones del 14 de febrero, convocadas de manera tan excepcional como las últimas del 21-D de 2017, ya que el Tribunal Supremo ha suspendido en sus funciones al President de la Generalitat por colgar una pancarta y ha dejado Catalunya sin la representación de su máxima institución. El cese de Quim Torra, solo explicable en el marco de la represión del Estado español contra Catalunya, sitúa en primer plano de qué van a ir estos comicios, por más que se intenten introducir otros elementos: ¿Va a haber una mayoría independentista en el Parlament? Si la hay, para qué se va a utilizar? Este va a ser el frame del 14-F, lo que realmente interesa en España y lo que puede despertar un cierto atractivo internacional. 

El último movimiento de peones en el tablero electoral, protagonizado por el PSOE sacrificando la pieza del ministro de Sanidad en plena pandemia para desplazarlo a Catalunya, demuestra la importancia que el gobierno español confiere a la contienda. También el hecho que el PSOE no crea que un aplazamiento electoral sea posible, algo que sería una muy buena noticia. El hecho de que todas las encuestas coincidan a día de hoy que la mayoría independentista tiene muchas más posibilidades de reforzarse que de debilitarse es un grave problema para el Estado español. Comportaría el fracaso de la represión llevada a cabo y la demostración de que la sociedad catalana continúa alzada en condiciones casi imposibles.

Es muy probable, también, que el gobierno español tuviera que dar su brazo a torcer en la negociación, ya que la carpeta catalana continuaría abierta y sin solución. Napoleón Bonaparte, uno de los grandes estrategas militares de la historia, tenía para todas las batallas que realizaba el mismo lema: "El éxito no está en vencer siempre, sino en no desanimarse nunca". Las adversidades han sido muchas y las han padecido en primera persona los presos, los exiliados y las más de 3.000 personas que tienen alguna causa judicial abierta. Pero no ha habido rendición alguna, por más que alguna acción haya sido más que discutible. En estas elecciones se verá perfectamente si el independentismo mandata a sus políticos seguir adelante. Es lógico que el unionismo esté preocupado, porque de eso va el 14-F.