Hace tiempo que lo vengo diciendo. Madrid es, sin ningún género de dudas, la zona de España donde la derecha extrema ocupa más espacio y ha conseguido hacerse con el dominio del relato. Una derecha extrema que encuentra en lo que se puede entender como sus resortes de poder en la política, los medios de comunicación y en la judicatura, un campo abonado para realizar proclamas que en otros sitios pondrían los pelos de punta y en Madrid forman parte del envoltorio general que todo el mundo da por bueno. Unas recientes declaraciones del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, comparando al president Lluís Companys con el fundador de la legión, el general golpista José Millán-Astray, y señalando que también fue condenado por dar un golpe de Estado, demuestran, más allá de su ignorancia supina, que es una causa perdida intentar acercar a un mínimo estándar democrático a la derecha española.

Y eso que Almeida pasa por ser el moderado frente a la presidenta autonómica, Isabel Díaz Ayuso, una auténtica halcón en las filas conservadoras y con un colmillo lo suficientemente afilado, capaz de apear a Pablo Casado de la presidencia del PP y de inquietar lo suficiente a Alberto Núñez Feijóo para que no pueda dormir tranquilo. Pues bien, Almeida se metió hace unos días en un jardín después de rendir homenaje a Millán-Astray, amigo personal del dictador, e inaugurar en Madrid una estatua de la legión. Todo ello unas semanas después de que PP, Ciudadanos y Vox impidieron en el pleno municipal del pasado mes octubre que se le retirara el nombre de una calle en el centro de Madrid. Todo ello después de un litigio, con la Justicia por en medio, en que Millán había perdido la calle en la época de la alcaldesa Carmena y los tribunales habían ordenado su restitución.

En un país normal, los elogios a Millán-Astray del alcalde de Madrid, no se habrían llegado a producir. Pero de haber sucedido, habría sido apremiado a rectificar no solo por la izquierda, cosa que ya ha sucedido, sino también por la derecha. No debería haber espacio para la protección del golpismo en la derecha, ya que una actitud laxa en otros momentos o en otros lugares ya se sabe cómo ha acabado. Lo más preocupante es que en Madrid estas actitudes encuentran su caldo de cultivo y un clima apropiado de cobertura y de protección. Se desplaza el PP hacia la derecha extrema comiéndose a Vox, y así la extrema derecha es menos necesaria, ya que el que debería ser el partido conservador español acaba también haciendo su discurso, ensalzando a sus militares y repitiendo sus proclamas golpistas. Es un triple pack en uno solo y eso tiene una acogida entusiasta en despachos oficiales, también en los de arriba del todo. Mucho más de lo que somos capaces de observar desde Barcelona.

Y esa derecha que tergiversa la historia, manipula la memoria y mete en el mismo saco al general golpista y al president Companys, no responde ante ninguna obligación democrática y tampoco respeta la Constitución, detrás de la que se esconde y, si puede, violenta. El caso de la renovación del Consejo General del Poder Judicial es un ejemplo claro de incumplimiento y ya va para más de cuatro años el período de tiempo con el mandato caducado. Mientras, la derecha que lo bloquea todo, para no perder el poder judicial, no da su brazo a torcer y recibe apoyos impensables. A lo mejor, también de quien por mandato constitucional sería más prudente que no entrara en estas cuestiones. En este charco, los Almeida o las Ayuso siempre tendrán el empujón de El Mundo, ABC o La Razón dispuestos a que España se asemeje lo antes posible a la irreconocible Italia.