"La reforma horaria está en el primer orden de prioridades del Govern y del conjunto de la sociedad", ha asegurado a la consellera de Presidència de la Generalitat, Neus Munté, durante la presentación del anuario de la Reforma horaria que ha tenido lugar en el emblemático espacio Endesa. Más concretamente, ha asegurado que se trata de un reto y de una apuesta de país para adaptar los horarios a unos tiempos "más humanos y más cívicos".

Munté, que ha explicado que el Parlament sigue trabajando para legislar la reforma laboral desde su consejo asesor, ha animado a la sociedad a preguntarse: ¿cómo trabajamos y cómo gestionamos el tiempo? Y es que según la consellera, la reforma horaria implica eficacia, salud, bienestar y, en especial, más igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.

Por todo ello, y aunque todavía le falta acelerar tanto los plazos de la propuesta fuertemente impulsada por el diputado de Junts pel Sí Fabián Mohedano como su implementación, ya se está trabajando "en una misma dirección". La pedagogía será clave para el cambio de cultura tanto social como corporativa e institucional. Del presencialismo a la flexibilidad laboral. 

La libertad: ¿crítica o virtud?

Una de las pocas críticas que se hace a la reforma laboral es la libertad. Sin embargo, "¿Somos hoy libres? Intenta comer a las 12 o cenar a las 18". Esta pregunta respuesta ha servido de introducción a la ponencia del catedrático de Derecho Financiero de la UB Joan Francesc Pont, que ha asegurado que no hay "nada menos contrario a la libertad que la reforma horaria".

Y aunque la reforma horaria no resuelve todos los problemas, es "imprescindible", según Pont, en la defensa de la libertad, la capacidad de decisión, la distribución racional del tiempo, la fraternidad, el derecho de estar con los otros, la libertad de opciones y de conciencia, el libre desarrollo de la personalidad, la integración europea o la igualdad de oportunidades, entre muchos otros. No es suficiente, pero sí un primer gran paso.

Cambiar el tiempo

Por su parte, el miembro del consejo asesor por la reforma horaria Lluís Casado ha asegurado que lo que se pretende es "un uso más racional del tiempo". Y precisamente desde la Fundació Factor Humà, se ha conseguido confirmar tres hipotesis de motivos por los cuales cuesta tanto cambiar el tiempo: la desconfianza todavía presente en el mundo de las organizaciones, resistencia al cambio y percepción social del tiempo en clave de productividad. 

Y a pesar de ello, todavía no se ha pasado definitivamente de la teoría a la práctica. El presente sigue todavía muy vinculado al presencialismo pero el futuro tiende a la flexibilidad y "ya se visualiza con unos indicadores de empresa que informan del estado de salud de los trabajadores". En este sentido, el presidente de la Asociación Española de Dirección y Desarrollo de Personas, Ricardo Alfaro ha asegurado que "la extensión de las jornadas laborales es inversamente proporcional a la productividad del país" y es que no es que se trabajen muchas horas sino que se está muchas horas en el trabajado. Un matiz que pone en jaque si más quiere decir mejor hasta el punto de hacer prender la chispa del cambio de cultura laboral en Catalunya.