El Barça y la vida social y política de Catalunya han caminado en paralelo, cogidas de la mano la una con la otra, en el transcurso de la historia del país. Los cambios en el statu quo han marcado intrínsecamente el rumbo de varias asociaciones deportivas, sobre todo aquellas que se han posicionado con claridad en momentos excepcionales como el actual y que han decidido liderar el relato. Que el club blaugrana fuera el primero al emitir un comunicado condenando la sentencia del Tribunal Supremo contra los políticos y activistas independentistas no es casual, ni tampoco banal.

Con la publicación de la nota de prensa titulada "La prisión no es la solución", el Barça hace honor y protege el camino iniciado por Hans Gamper el año 1908 en su primera toma de posesión como presidente. El fundador cogió unas riendas semi-muertas y tomó la decisión de vincular el club a un catalanismo político creciente que lo convirtió para siempre en un vehículo no sólo deportivo, sino también en una entidad plenamente implicada en la vida social de los catalanes. El Barça tenía entonces 38 socios y estaba al límite de la desaparición. El empuje del fundador lo hizo renacer y lo dotó de una conciencia colectiva y democrática que nunca ha podido abandonar. Por eso Franco lo consideró un club "desafecto" al régimen y le practicó un exorcismo apenas ganada la Guerra. Pero vamos por partes:

El Club de Catalunya

Muchos pensarán que esta expresión es una exaltación moderna que desprecia el Espanyol, el Girona, el Nàstic y el resto de clubs catalanes por la dimensión tomada por el Barça en los últimos veinte años. Pero no es así. Esta frase tiene más de un siglo y precisamente no fue escrita por un medio de comunicación afín al barcelonismo. Tomando la deriva iniciada por Gamper en 1908 y avalada por todos los socios de la entidad, los presidentes posteriores del Barça siguieron haciendo pasas para atraer a todos aquellos amantes del deporte que buscaran también un club que los representara ideológicamente.

Estatuto 1918 Barça

El año 1916, los mismos asociados forzaron la entidad a adoptar el catalán como lengua oficial y, dos años más tarde, el Barça, nuevamente presidido por Gamper, fue la única asociación deportiva en adherirse a la petición de Estatuto de Autonomía para Catalunya, un gesto que lo elevó definitivamente a nivel social. "Se acuerda por unanimidad adherirse al plebiscito de la autonomía", rezaba el acta de junta directiva del 11 de noviembre de 1918. Pocos días después, el diario La Veu de Catalunya lo bautizaba: "de un club de Catalunya ha pasado, el F.C. Barcelona, a ser el club de Catalunya".

La represión de Primo de Rivera y Franco

El vínculo político, social y cultural del club, dignificado en sus Estatutos y boletines oficiales, donde se incluían esencias de identidad como los homenajes a los caídos de 1714, la creación de cursos de catalán impartidos por Pompeu Fabra o arengas favorables a un nuevo Estatuto para Catalunya quedaron truncadas por las imposiciones de las dictaduras. Después de una sonora pitada a la Marcha Real en 1925 en Les Corts, en pleno régimen de Primo de Rivera y en un homenaje a otra entidad catalanista como el Orfeó Català, el club quedó clausurado durante seis meses por orden de Joaquim Milans del Bosch, entonces gobernador civil de Barcelona.

El fascismo ya no se quitaría de la cabeza al Barça, y todavía menos después de que la directiva de Tomàs Rosés exigiera al nuevo gobierno post-régimen de Dámaso Berenguer la liberación de los presos políticos ordenados por la dictadura de Primo y le agradeciera el indulto por los miembros del llamado Complot del Garraf, un intento de asesinar al rey Alfonso XIII perpetrado el 26 de mayo de 1925. El ascenso de Francisco Franco al poder acabó con las acciones públicas del Barça en favor del catalanismo y la democracia –incluso cambió el escudo y el nombre para evitar referencias a Catalunya– pero no pudo apagar su simbolismo, que se mantuvo efervescente hasta la muerte del dictador. Por eso el escritor Manuel Vázquez Montalbán lo definió como "el ejército simbólico desarmado de Catalunya".

Tarradellas Barça Camp Nou FC Barcelona

Un Barça global, un Barça comprometido

A pesar de disponer del mayor presupuesto del deporte mundial y tener la voluntad permanente de globalización e internacionalización, el Barça sigue siendo fiel a los valores adoptados el año 1908. El postfranquismo hizo rebrotar los sentimientos del barcelonismo y dirigentes como Agustí Montal y Costa ayudaron a enterrar el miedo con actos como el homenaje al presidente Tarradellas el año 77 o la recuperación del nombre, el escudo y el catalán como idioma oficial. Con Laporta, la junta directiva se definió como un grupo "desacomplejadamente catalanista". En la etapa del procés, con Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu a la presidencia, la entidad culé no ha dudado: la vía catalana pasó por el Camp Nou, se cedió el estadio para el Concierto por la Libertad y el club se ha adherido sin titubear a los Pactos Nacionales por el Derecho a Decidir y por el Referéndum. Incluso, fue el primer club deportivo en condenar la aplicación del 155 y en mostrarse contrario a los presos políticos.

Sin embargo, el 1 de octubre del 2017 fue un momento crítico. Después de una primera determinación de no disputar el partido de Liga ante Las Palmas, Bartomeu acabó decidiendo que el Barça jugara el duelo a puerta cerrada para evitar una sanción y una pérdida de puntos en competición. Una solución salomónica que dividió la opinión de la masa social culé y que, incluso, hizo dimitir al vicepresidente institucional a Carles Vilarrubí y al directivo Jordi Monés. Ahora, con el comunicado crítico con la sentencia, las aguas han vuelto a su sitio.