El Espanyol se ha llevado una goleada (0-4) ante su público contra el eterno rival en una noche que costará olvidar. Sí, es cierto que Leo Messi ha mostrado su cara más demoledora y sí, es verdad que la diferencia de presupuesto entre los dos clubs es sideral, pero contra el Barça, los de Rubi han decepcionado sin remedio.

Una hora antes de la disputa del partido, el once del técnico de Vilassar de Mar ya permitía intuir hacia dónde se encaminaba su estrategia. Rubi ha sacrificado a Esteban Granero y ha apostado por Víctor Sánchez, un futbolista con más músculo que capacidad de lectura. La consigna era clara, se tenía que parar la circulación de pelota del Barça.

La cuestión, por increíble que parezca, es que hasta hace cuatro días, el Espanyol había jugado a "el estilo Barça" con más clarividencia que el propio Barça. Quizás, contra el equipo de Ernesto Valverde, era la hora de ser más fieles que nunca a la idea.

Rubi ha pecado de defensivo y se ha acabado llevando una goleada que podría haber sido más amplía. Después de cuatro derrotas consecutivas, el catalán pierde un poco de credibilidad entre una afición que ha abandonado el RCDE Stadium mucho antes de que acabara el partido. Pero probablemente a quién le cuece más la derrota es a él mismo. Los que lo conocen saben que es un técnico a quien le gusta el fútbol alegre, y contra el Barça su equipo ha sido todo el contrario.

La lección que aprenderá está muy clara: si hay que morir, mejor hacerlo con tus convicciones.