El Girona FC vive un momento crítico. Nueve jornadas, una sola victoria y una sensación que hiela el vestuario: el equipo se hunde y Míchel no puede permitirse más esperas. El técnico madrileño lo tiene claro: Thomas Lemar debe aparecer ya o la temporada puede irse por el precipicio.
El mediocampista francés, quien daba señales de haber superado su calvario físico, ha vuelto a generar inquietud. Su etapa previa en el Atlético de Madrid ya estuvo marcada por un preocupante historial de problemas musculares, y esos fantasmas de las lesiones parecen haberse trasladado a Montilivi. La dependencia en un futbolista con tanta fragilidad física está siendo objeto de debate interno, donde se cuestiona la viabilidad de un proyecto que gira en torno a un talento tan intermitente. El Girona necesita soluciones estables y Lemar, hasta ahora, no ha podido brindarlas.

Lemar, entre la promesa y la frustración: el jugador que no logra despegar
Desde su llegada, Lemar ha sido visto como el toque diferencial que necesitaba un Girona carente de creatividad. Su técnica, visión y desequilibrio son incuestionables, pero su estado físico es un problema que Míchel no puede seguir ignorando. En el último entrenamiento previo al duelo ante el Celta, una molestia en el sóleo volvió a dejarlo fuera de combate. Las pruebas confirmaron una lesión muscular que lo mantuvo fuera de los terrenos de juego más tiempo de lo esperado, justo cuando el equipo más lo necesitaba.
El estratega madrileño trató de disimular su preocupación en rueda de prensa, pero sus gestos lo traicionaron. “Pensamos que lo de Lemar es solo un golpe, pero necesita pruebas”, afirmó, intentando proyectar una calma que no convenció a nadie. En privado, las palabras fueron más duras: el Girona no puede seguir dependiendo de un jugador que ofrece más incertidumbre que soluciones.

El Girona, colista y en llamas: Míchel exige una respuesta inmediata
La clasificación no miente. Seis puntos en nueve jornadas. Un equipo irreconocible, falto de intensidad y sin un líder que marque el ritmo. Míchel siente que el margen se agota, y aunque el club respalda su proyecto, los resultados comienzan a tensionar el ambiente. La zaga se tambalea sin David López, el medio campo carece de ideas y la ofensiva se ahoga sin la chispa que debía aportar Lemar.
Los números son fríos y demoledores: diez goles encajados en sus tres primeros partidos y una única victoria en toda la temporada. Con ese panorama, el duelo ante el Getafe del próximo sábado se presenta como una auténtica final. Míchel lo sabe y no se esconde: el imperativo es conseguir los tres puntos de forma inmediata. Ese mensaje, que marca la línea de flotación del equipo, tiene un destinatario claro en Thomas Lemar, quien ha regresado a los entrenamientos con el grupo, una noticia que debería ser sinónimo de júbilo.
Sin embargo, su continuidad en la lista de no convocados, incluso tras recibir el alta parcial, refleja la extrema cautela que impera en el cuerpo técnico. Míchel no quiere esperarlo más, pero al mismo tiempo, es consciente de que necesita al mejor Lemar, no una versión a medio gas o, peor aún, un jugador que regrese al césped solo para recaer a las pocas semanas. Con varios compromisos clave en el horizonte, las próximas semanas son cruciales. El técnico madrileño confía en que esta vez, el retorno de Lemar sea definitivo, que su calidad desbordante se imponga a su historial médico y que, por fin, pueda ser la pieza desequilibrante que el Girona fichó para soñar en grande.