Los instantes, tan efímeros y tan decisivos. La teoría del efecto mariposa expone que una pequeña variación en las condiciones iniciales de un sistema puede producir grandes alteraciones a largo plazo. Si extrapolamos la tesis al mundo del fútbol, la cosa resulta más sencilla de explicar: la gloria, muchas veces, se mide con simples centímetros.

El 1 de mayo de 2005, ahora hace quince años, Leo Messi marcaba su primer gol con la camiseta del Barça. La jugada está grabada a fuego en la memoria de todos culés: asistencia genial del maestro, Ronaldinho Gaúcho, y vaselina premonitoria de aquel desmirriado extremo predestinado a convertirse en el mejor de todos los tiempos.

Messi sólo tenía 17 años pero ya apuntaba maneras. Meses antes, había jugado con la defensa de la Juventus de Turín de Fabio Capello en un Trofeo a Joan Gamper que también constituye un capítulo imborrable de la historia del club. Después llegaría el debut oficial contra el Espanyol en Montjuïc, los entrenamientos con el equipo de Frank Rijkaard y, finalmente, en la 34.ª jornada de Liga del curso 2004/05, el primero de los 627 goles que ha conseguido con la camiseta blaugrana.

El '10' –que en aquel momento sólo era el '30' – lo tenía todo para triunfar, pero es inevitable imaginarse qué habría pasado si aquella vaselina con la cual sentenció al Albacete hubiera acabado en el palo. O si la pelota se hubiera marchado por la línea de fondo. O si, como le había sucedido minutos antes, la diana hubiera sido anulada por fuera de juego. O incluso si Raúl Valbuena, uno de aquellos porteros que pasará a la historia por el gol que encajó y no por el que salvó, hubiera realizado la parada de su vida.

Las únicas certezas son que aquel Messi ya era mucho Messi y que aquel Barça era otro Barça. Un Barça donde los jóvenes del plantel tenían más oportunidades y la paciencia era la norma, no la excepción. Un Barça, en definitiva, donde los futbolistas de La Masia, si realmente disponían del talento necesario, podían reivindicarse sin que su destino estuviera atado a los simples centímetros que convierten un gol en una ocasión fallada.