La diferencia clave entre el Barça de Josep Lluís Núñez y el de Josep Maria Bartomeu tiene nombre y apellido: Leo Messi. Se hace difícil de imaginar la cantidad de dinero que habría pagado el ya desaparecido expresidente blaugrana para contar con una figura como el '10' argentino, un futbolista que transforma en sencillas las situaciones más complicadas.

Este sábado, Messi ha conseguido lo qué parecía imposible, convertirse en el protagonista de una tarde marcada por la pañolada que el público del Camp Nou ha regalado a Bartomeu. La paciencia del culé tiene un límite, pero si el argentino firma un póquer de goles, es más fácil olvidar los escándalos extradeportivos.

El capitán blaugrana se ha encargado de poner de manifiesto en varias ocasiones que la junta directiva que comanda el club no le satisface, pero aun así, sin quererlo, es su mejor comodín. Esta es la gran contradicción que rodea el equipo: los goles del equipo de Quique Setién sirven para avanzar paso a paso -ahora tocan dos piedras de toque como el Nápoles y el Real Madrid- pero, a la vez, impiden que el incendio permanente que quema en el Camp Nou acabe siendo letal.

Lo qué ha pasado antes y durante del partido es el mejor ejemplo de la situación que se vive en el Estadi: Bartomeu ha sido recibido con una sonora pitada pero ha podido abandonar el palco con cierta normalidad. Las dianas de Messi, como siempre, han sido balsámicas. El presidente respira tranquilo pero no por mucho tiempo: lo qué pase en San Paolo y en el Bernabéu podría ser decisivo. Sólo Messi lo puede acabar salvando.