En todo el ángulo, por donde solo hay telarañas, por el lado del portero, Leo Messi volvió a salvar al Barça de una derrota. El argentino, que debería ser elegido el lunes como the best (‘el mejor del mundo’), cogió el balón, lo colocó y lo puso allá donde el extraordinario Asenjo no pudo hacer más que mirar como entraba el balón en su portería. Fue el gol del empate del Barça ante el Villarreal en el último suspiro. No mereció perder el equipo blaugrana. Jugó para ganar, pero no estuvo acertado.

Estadio de la Cerámica. Así ha sido rebautizado el Madrigal, el campo del Villarreal donde el Barça solo pudo sacar un punto, que lo aleja más del liderato del Madrid. Pero más que cerámica el Barça se encontró con una barrera de acero. Un transformer inexpugnable, que respondió a la estadística de pertenecer al equipo menos goleado del campeonato (11). Por mucho que lo intentó el Barça quedó cortado por la defensa amarilla. Quiso definir como un campeón y casi acaba con fama de no saber ni romper un plato.

Si hubiera estado efectivo y la cerámica hubiera sido de loza, barro o porcelana, el Barça habría hecho añicos el arte de la cerámica castellonense. Pero no. Aquello parecía de otro material. Tiró el equipo catalán por todos lados, igual que el Govern intenta sacar adelante el referéndum por la independencia. Pero parecía chocar con el mismísimo Constitucional. Todo lo rechazaba la defensa amarilla.

Romper la loza

Se lanzó el Barça con ganas de romper toda esa loza, de quebrar la porcelana lo más rápido posible, de disolver el barro por todas las vías. Pero nada. En esta ocasión nadie puede reprochar que los blaugrana jugaron los primeros minutos sin motivación. Messi, Iniesta, Neymar, principalmente, toda la defensa y el medio campo buscaron definir pronto mientras Suárez parecía incomprensiblemente perdido en medio de tanto ataque.

Porfió el Barça, pero no halló el camino. Dominó, pero no cerró el juego. Tuvo la iniciativa, pero se quedó en las ideas. Gozó de oportunidades, pero se encontró con un gran portero como Asenjo y con una defensa hermética. Y cuando descuidó la espalda, el brasileño Pato supo ver al italiano Sansone, que doblegó a Ter Stegen.

La buena defensa del Villarreal acabó convirtiendo a un campeón como el Barça en un equipo impotente, que parecía incapaz de marcar un gol al menos goleado hasta que Messi, siempre incisivo, conectó el balón en su red. El argentino buscó definir, se tiró el equipo a la espalda, adquirió la responsabilidad, un poste rechazó el empate, pero ya sobre el final encontró la contraseña para romper la cerámica.

Neymar tuvo sus oportunidades, pero no está el brasileño sembrado para el gol. Y Suárez no encontró el sitio ni el momento de rematar como el cazador que es.

Los resultados siempre mandan y son los que influyen en las críticas. Si el Barça no gana puede que alguien se acuerde del ADN y de todo eso que recuerda tiempos pasados. Aunque juegue bien, como contra el Villarreal, que fue uno de sus mejores partidos, en el que mereció el triunfo.

Habrá quien haga titulares de “adiós a la Liga”, pero a esos mismos habrá que recordarles que Cruyff siempre decía que nadie gana el título liguero en enero. Una gran verdad, como tantas otras del profeta.

Al equipo le falta efectividad, pero la esencia la mantiene. Y la esperanza, ya se sabe que es lo último que se pierde, especialmente cuando se trata de un campeonato largo, como la Liga. Y, especialmente, cuando se tiene a Leo Messi.

Los goles

1-0 Sansone 49'

1-1 Messi 89'