Puede que sólo en Holanda y en Barcelona, en particular, hoy recuerden que hace un año los medios de comunicación se despertaban con la triste noticia del fallecimiento de Johan Cruyff. Uno de esos futbolistas únicos, universales, que siempre aparecen en la mente de cualquier aficionado a la hora de debatir sobre los jugadores más grandes de este deporte.

El nombre de “el holandés volador” entraría en una corta lista de futbolistas entre los cuales figuraría Di Stéfano, Pelé, Beckenbauer, Maradona y Messi. A él, como a Messi y Di Stéfano, sólo se les puede criticar la falta de un título mundial con su selección. Los otros dos monstruos lo ganaron casi todo, aunque si es por títulos, sin duda, Beckenbauer ocupa el primer puesto del podio. Pero, seguramente, el alemán sería el último a la hora de conducir la discusión hacia el terreno de goleadores o de cracks que marcaron una época.

Dribling, velocidad, astucia, determinación y ejecución brillan dentro de las cualidades de Di Stéfano, Pelé, Cruyff, Maradona y Messi. Y aunque formó parte de una selección que marcó la evolución del fútbol, como fue Holanda, Cruyff sólo pudo llegar a ser subcampeón.

El entrenador incomparable

Pero donde el nombre de Johan Cruyff prevalece y sobresale especialmente es a la hora de hablar de entrenadores que han revolucionado y modernizado este deporte.

Cruyff fundó una escuela en la que la asignatura principal era ser feliz. Fue una filosofía de vida. Suya es la frase de “salid y disfrutad” que lanzó a los jugadores del Barcelona momentos antes que el club catalán conquistara su primera Copa de Europa, en la final de Wembley, en 1992, contra el Sampdoria. Esa frase marca hoy el principal objetivo de los socios del club, que quieren ver a su equipo ganar, pero disfrutando al máximo.

Para Johan Cruyff entrenador no era suficiente ganar como sea. Había que divertirse, jugar bien, con elegancia, con estilo. Y pese a que nunca utilizó palabras rebuscadas para definir su manera de ver el fútbol, siempre mostró una sencillez exquisita. Tenía teorías, pero era más práctico que ningún otro.

Obviedades geniales

“Si no puedes ganar, preocúpate de no perder”. Así, tal cual. Una obviedad cuando la ves escrita, pero una creencia nada especulativa.

“En mi equipo, el portero es el primer atacante”. ¿Cómo? ¿Puede repetirlo? Pues así lo decía y se quedaba tan tranquilo. Y lo mejor es que en el campo sus equipos lo practicaban. Fue el primero en proponer a la FIFA que el portero no cogiera el balón con las manos cuando lo recibía de un compañero. Y fue el primer entrenador que utilizó en el Barcelona un guardameta que jugaba mejor con los pies que con las manos, Carles Busquets, padre del hoy centrocampista del Barcelona, Sergio Busquets.

Busquets padre desbancó a Andoni Zubizarreta, a quien Cruyff un día en un entrenamiento le dijo que tenía que jugar más fuera del área. El portero le preguntó: “Míster, ¿y si me hacen un tiro desde lejos qué hago?

“Te giras y aplaudes porque habrá sido un gol de puta madre”, le respondió el holandés, que no necesitó pasar por la escuela de entrenador para obtener el título. Pero su legado sigue siendo la marca principal del juego del Barcelona. Hoy Ter Stegen suele dar más pases que algún que otro jugador.

Cruyff fue y seguirá siendo admirado siempre dentro del club catalán, pese a que no todos comulguen con sus ideas. Fue brillante al innovar nuevas estrategias de juego, fue valiente al desafiar a las directivas, fue rebelde siempre y fue autoritario con el vestuario. Él no se equivocaba nunca: “Culpar la táctica cuando vivimos de la inspiración y del talento no es justo”, decía cuando alguien lo criticaba por una derrota. Una verdad que bien podría explotar siempre Luis Enrique.

El estilo, la posesión del balón, la posición en el campo, la felicidad a la hora de jugar forman parte de su legado. Pero, sobre todo, Johan Cruyff dejó muchos hijos regados por los campos del fútbol. Hoy, en equipos más pequeños abundan muchos ex jugadores que estuvieron al mando de Johan Cruyff y que intentan implantar su estilo. Y su mejor discípulo, sin duda, lleva el nombre de Pep Guardiola. Pero el mejor equipo que continúa practicando su doctrina no es otro que el Barcelona.

La división

Su rebeldía y su soberbia, propia de los genios, son quizás sus puntos menos atractivos y más criticables. Cuando el barcelonismo habla de Cruyff no encuentra comparación con otros técnicos importantes que han pasado por el club. Cuando el barcelonismo se divide es cuando habla de Cruyff con respecto a los presidentes que ha tenido la entidad. Y eso también es uno de los legados principales que dejó el cruyffismo.

Montal lo contrató y lo gozó y lo sufrió como jugador. Núñez lo fichó como entrenador y lo aprovechó a fondo y triunfó y acabó peleándose con él. Laporta lo adora. Era su amigo. Para Rosell era su ídolo y de joven conservaba posters de él en su habitación, pero también acabó peleado. Y Bartomeu es cruyffista, pero a muchos le cuesta creer tal afición por sus disputas con laportistas. Por todo eso, muchos creemos que Cruyff no ha muerto. Es inmortal.