Si en algo el mundo del fútbol se ha puesto de acuerdo es en valorar la figura de Johan Cruyff como un personaje universal. La palabra universal no tiene límites ni formula excepciones. Es abierta.

Todos los medios de comunicación del mundo y personajes que no son del deporte se han puesto de acuerdo para destacar a Cruyff como un revolucionario del fútbol, como un precursor del fútbol moderno. Nadie ha discutido ni discutirá su inmensa aportación a este deporte, que ha causado tanta admiración de la misma manera que ha dejado alumnos aventajados.

Filosofía de vida

Cruyff fundó una escuela en la que buscaba que cualquiera que practicara este deporte fuera, ante todo, feliz. Una filosofía de vida. Puesta en práctica también en el mundo profesional. No bastaba con ganar como sea. Había que divertirse y jugar bien, con elegancia, mostrando un estilo, atacando con la misma delicadeza como Sharon Stone cruzaba sus piernas en Instinto Básico. Tratando al balón como Clint Eastwood se comporta con Meryl Streep en Los puentes de Madison, e intentar vencer a los adversarios con la misma finezza que Jep Gambardella abronca a Stefania en la Gran Belleza.

Ante las pocas voces envenenadas que se levantan por las redes sociales, intentando tomar una revancha contra los que alguna vez discutieron opiniones del maestro, venganzas que ni el propio Johan buscaría, hoy con él ya fallecido, hoy más que nunca hay que reivindicar la figura de Cruyff como un hombre de todos. Universal.

De Laporta, Bartomeu, Rosell y Florentino

Cruyff era y seguirá siendo el fútbol. Cruyff era holandés y catalán, como dijo Artur Mas. De los aficionados del Ajax y de los del Barça. Y de los del Feyenoord de Rotterdam, que no pueden ver a los del Ajax. Del Barça y del Madrid, cuyo presidente, Florentino Pérez, viajó a Barcelona para visitar el Memorial que organiza el club en el Camp Nou y decir que “Cruyff era una de esas personas que nunca deben morirse, de esas personas que perduran eternamente”. Cruyff era y seguirá siendo de Butragueño, jugador al que siempre admiró el holandés.

Cruyff es de Laporta y de Bartomeu, y también de Rosell, que de pequeño tenía posters suyos en su habitación, y cuyo padre participó en su fichaje por el Barça.

De Puigdemont y de Mas

Cruyff es del Mundo Deportivo y del Sport, del As y del Marca. De Zubizarreta, portero al que despidió del Dream Team porque pensó que ya no lo necesitaba. También Cruyff era del Espanyol, como se demostró con la presencia de su entrenador, Constantin Galca, en el Memorial. Cruyff es del fútbol español y del mundial. Cruyff es y seguirá siendo de todos porque su idea de fútbol es irrechazable. Y Cruyff es de Puigdemont y de Mas, y de Junqueras y de Tardà, de Pujol y de Montilla. Que nadie se acredite su exclusividad como personaje del mundo del fútbol, porque como bien tituló L’Équipe, Cruyff era el fútbol.