El fichaje de Frenkie de Jong ha sido un gran acierto de la secretaría técnica pero ha escondido dos tristes realidades. Una se llama Kevin-Prince Boateng y la otra Jeison Murillo. El primero se ha estrenado en el Camp Nou y las sensaciones han sido pésimas. Impreciso, pesado y frustrado, si el ghanés tiene que ser el sustituto de Luis Suárez (hoy, nefasto de nuevo) la cosa no acabará bien.

El caso Murillo es más alarmante. El central colombiano llegó con la etiqueta de parche de urgencia pero ni siquiera ha debutado en la Liga -y quizás deberíamos celebrar que así sea-, pero su fichaje cada día resulta más incomprensible.

Despertar o morir

El juego soporífero del Barça ha alcanzado su punto más álgido en un partido que todos juntos intentaremos olvidar cuanto antes mejor. Lyon, Sevilla y Madrid en dos ocasiones son las pruebas de fuego que hombres de Ernesto Valverde tendrán que superar si quieren seguir vivos en las tres competiciones. El partido contra el Valladolid, sin embargo, no invita al optimismo: jugando así, cualquiera de los tres próximos rivales aplastará al Barça.

Hay quien dirá que la mala dinámica responde a la carga de minutos del equipo, pero la realidad es que el Barça tiene un problema -y muy grave- en la sala de máquinas. Contra el conjunto castellano Arturo Vidal y Aleñá han sido los interiores de Valverde y el plan, como en San Mamés, no ha funcionado. No se trata de buscar culpables, pero el denominador común entre ambos partidos luce una cresta y nació en Chile.