"Soy una persona que ha ido con un cuchillo abriendo camino en la selva". Así define Ander Mirambell Viñas (1983, Calella) su trayectoria en el mundo del skeleton, un deporte sin tradición en nuestro país. Mirambell ya ha participado en tres Juegos Olímpicos (Vancouver, Sochi y Pyoengchang), pero es ambicioso y no se conforma. A sus 35 años necesita alicientes para seguir bajando por el hielo con un trineo que desafía la ley de la gravedad.

En las distancias cortas es más fácil comprender las simpatías que genera un deportista como él. Distendido, amable y entregado, Mirambell habla con la misma naturalidad de su futuro a corto plazo como del Espanyol, una de sus grandes pasiones. Bernat Buscà, su entrenador, también nos atiende, en un aula de la Facultad de Psicología, Ciencias de la Educación y del Deporte de la Universidad Ramon Llull. Entre camillas, mesas, sillas y una pantalla gigante, los dos evidencian una comunión especial y nos hablan de los próximos pasos de un deporte que necesita —poca— inversión para potenciar la formación.

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¿Con qué sensación se fue de Pyeongchang después de conseguir su mejor marca en unos Juegos Olímpicos?
Fue una situación agridulce. Estaba mejor que nunca, pero no salieron los resultados. Tuvimos un problema con el material y nos faltaba velocidad punta. Las cuchillas o alguna pieza del trineo no era la adecuada. El día de la carrera estaba con fiebre y no pude salir tal y como lo habíamos preparado. El objetivo era acabar entre el 15º y el 20º. Estoy contento por haber competido y descontento por no haber conseguido el objetivo.

La segunda bajada fue la clave de todo...
Arriesgué y no salió bien, porque cometí un error que me hizo perder tres o cuatro décimas. La tercera bajada fue muy competitiva, al nivel de la primera, pero si lo das todo con el mejor trineo en una bajada súper buena y te quedas a una centésima, como piloto tenía la necesidad de jugármela. Si no te la juegas en unos Juegos Olímpicos... no podía volver a casa y pensar: "¿Y si en aquel trozo de techo hubiera buscado cinco centímetros más de velocidad?"

¿Cuál es su mejor recuerdo de unos Juegos Olímpicos?
Yo me quedo con el calor de la gente. Es cierto que dentro de la burbuja olímpica creas una relación que seguramente no podrías tener en cualquier otro acontecimiento deportivo, pero lo que más me impactó, sobre todo en los Juegos de Vancouver, fue la felicidad de la gente por el hecho de que estuviéramos allí. Los voluntarios estuvieron durando toda una semana a -25 grados.

Las dos Coreas están en guerra, no se reconocen desde hace más de 70 años y volvieron a desfilar juntas. ¿Cómo se vivió la tensión entre ambos países?
Convives relativamente, con los voluntarios, con el taxista que te lleva de un sitio a otro... Yo la percepción que tuve fue de mucha normalidad, pero vi que estaban contentos con que pasara lo que estaba pasando. Después de la Segunda Guerra Mundial los separaron artificialmente, partieron el territorio en dos bloques. La gente está cansadas y tiene ganas de que se pueda unir el país. Creo que es de las cosas más bonitas que ha hecho el deporte en los últimos años.

¿Cómo gestiona la presión de participar cada cuatro años en unos Juegos?
Una vez estás allí intentas pensar que es una competición normal. Durante el protocolo previo en el vestuario estaba mirando vídeos en YouTube de unos compañeros jugando a un videojuego. Te lo planteas como una competición más, sabes que es especial, pero en ningún momento te sientes el centro de atención e intentas mantener la calma. La preparación sí es diferente. Llegué a hacer 38 entrevistas en tres semanas. Todo eso no te pasa cuando hay un Mundial.

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Buscà recalca la importancia de poder contar con recursos para aspirar a una medalla y denuncia la falta de inversión. "Entrenamos en plano y con un trineo de ruedas... Nuestra pista no hace bajada, no tenemos guía y la técnica cambia mucho", asegura, consciente de que la progresión está limitada por elementos extradeportivos. La técnica de salida es, según el entrenador, un apartado crucial para empezar una carrera con ventaja: "Todo depende de las sensaciones, por como desliza el trineo, si hay más o menos pendiente, si es más largo, más corto... te tienes que adaptar. La clave es empujar lo más fuerte que puedas".

A pesar de los obstáculos, Ander Mirambell ha forjado su carrera basándose en el estudio de los detalles. "Tiene una libreta donde apunta todo lo que pasa en una competición. Antes de cualquier prueba repasa las anotaciones del año anterior: humedad, temperatura, errores e incluso aquella esquina que está mal cortada", dice el entrenador, que también es profesor y confidente.

¿El material en una cita olímpica puede marcar tantas diferencias?
El skeleton es como la Fórmula 1. Cada trineo es un mundo. Si tienes mejores materiales, el trineo se desliza más. No es lo mismo tener un tronco de madera que un trineo de fibra de carbono que se adapta muy bien a las curvas. Cada trineo tiene una normativa básica, pero cada uno lo construye a su gusto.

¿No le genera frustración?
Frustración no es la palabra; reconoces que no tienes los recursos. Soy del Espanyol y tengo que competir con el Barça, salgo a jugar y les intento ganar. Cuando los gano es la hostia y cuando no, reconozco que ellos tienen más presupuesto. Me gustaría optar a una medalla, pero no es la realidad.

¿A cuántos kilómetros puede bajar con el trineo?
Mi velocidad punta fue de 140 kilómetros por hora. Lo noto todo, desde el tornillo que parece que vaya a explotar hasta una sensación de máxima velocidad. Es como saltar en paracaídas: los primeros según notas que te desintegras. Hay circuitos que parece que el trineo salga volando. A nivel visual es como si vas pasando rápido un PowerPoint. Es necesario mucho trabajo visual y mental.

¿Cuál es el mayor susto que se ha llevado?
Una vez cometí un error. Choqué con la cabeza contra el techo y perdí el conocimiento durante unos segundos. Al día siguiente tenía que competir. Tenía la rodilla inflada y una fisura en dos costillas. Pasé una noche horrible. Superé el control mintiendo al médico y al final bajé para coger los puntos y poder ir a los Juegos Olímpicos. Fue la burrada más grande que he hecho nunca.

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¿Cuándo decide dejar el atletismo y apostar por el skeleton?
Llegó un momento en que no podía compaginar las dos cosas y me centré en la opción de ir a unos Juegos Olímpicos. Hoy en día no vivo del skeleton, tengo mi trabajo en la Liga, y en aquel momento trabajaba en un hospital haciendo guardias de noche, como administrativo. Siempre he buscado trabajos de verano para poder compaginarlo. Este salto profesional se produce en 2008, cuando veo que existe la posibilidad de ir a unos Juegos. Me centré en conseguir el sueño y no fue nada fácil.

Usted es la cara del skeleton en Catalunya y España. ¿Se siente un referente?
No sé si soy un referente, pero sí soy una persona que ha ido con un cuchillo abriendo camino en la selva, y cada vez que miro atrás el camino está mes lejos y empiezan a crecer los árboles. Tengo miedo de que si alguien quiera continuar este camino ya no esté a tiempo. Cada vez me quedan menos años de vida en este deporte, pero no hay una estructura para seguir adelante. En Gran Bretaña, por ejemplo, no hay cultura de deportes de nieve y estan ganando medallas desde 2002. El skeleton es un deporte que te permite competir si haces las cosas bien.

¿Reconforta que la gente le conozca?
Es parte de las consecuencias de hacer un trabajo bien hecho. Yo creo que tampoco te cambia mucho la forma de ser. Quizás hay momentos que estás mes triste, pero miras el Twitter y encuentras comentarios, compartes experiencias por las redes sociales... No sé si la palabra sería reconfortante, es más estar agradecido para que la gente se enganche y, como digo, empuje el trineo desde casa.

¿Qué papel han tenido la Federación Española y la catalana en la evolución del skeleton?
El modelo que tenemos aquí, en Catalunya, es erróneo. Es un modelo de formación basado en que la Federación Catalana genere deportistas para alimentar a la española, y en otras federaciones autonómicas no funciona así. No puedes formar a un deportista en tres o cuatro años y después olvidarte. Esto tendría que ser un trabajo más constante y continuado.

¿Se ve como entrenador?
​No lo sé. He tenido ofertas, pero de momento todavía me veo como piloto de skeleton. Aquí no está pagado, pero en Estados Unidos y en otros países tendría opciones y sería un entrenador con buenas condiciones. No me lo he planteado; quiero disfrutar de estos años. No me encerraría en el mundo del skeleton. Puedo acabar en el mundo del fútbol o en otro porque lo que me gusta es el deporte. Si la Federación no me quiere aprovechar no se acaba el mundo aquí. Si me ofrecen el sitio de Quique Sánchez Flores en el Espanyol, ya te aseguro que mañana mismo dejo el skeleton, pero no creo que sea viable.

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¿Cuáles son sus objetivos de futuro?
Solo iré a otros Juegos Olímpicos si somos competitivos. Eso implica tener más herramientas y más recursos. Ya he ido a unos Juegos para quedar 28º o 29º. O vamos para competir y quedar más arriba o será difícil. Me queda esta sensación de poder quedar dentro del top 10 en una competición mundial. Hay hitos que me gustaría conseguir. La gente te para por la calle y sabe que eres "el del skeleton", aunque no sepa tu nombre. Tenemos que aprovechar este momento para conseguir que la gente se enganche. Vivimos en un país donde nos gustan los coches, las motos... y cuando no hay, qué mejor que un poco de skeleton.