Tenía un timbre de voz suave, casi de niño, y también de adulto que parecía medir delicadamente lo que decía para no pretender ofender a nadie o para no ser malinterpretado. Hablaba pausadamente, hecho que como periodista agradecía porque no se me escapaba ni una sola palabra de su mensaje. Nunca oí a nadie del gremio llamarle por su nombre (Agustí) o por su apellido (Montal) como ha pasado en los últimos tiempos en los que la distancia entre los presidentes y los periodistas ha desaparecido, al tiempo que ha crecido un exceso de confianza.

Él siempre fue el Señor Montal.

Ese señor, alto, fuerte, pudo parecer débil en algún momento de la historia del barcelonismo. Su gestión económica fue duramente criticada porque dejó al club endeudado, pero se atrevió a comprar a Johan Cruyff, Johan Neeskens y hasta a Cholo Sotil. No dejó grandes resultados deportivos, pero en la mente de todos los culés perdurará toda la vida el 0-5 del Bernabeu.

De la gestión de Agustí Montal quedará subrayada en la historia su plena identificación catalana en tiempos realmente difíciles para hacer política y reclamar libertades y derechos. Estará en la historia como uno de los grandes presidentes del Barça, a la altura de Gamper y del fusilado Josep Sunyol.

Con Montal el Barça y toda su masa social vivieron en la temporada 1973-74 una felicidad indescriptible tanto en el terreno de juego como fuera de él.

Con Montal se fortaleció el lema, acuñado por Narcís de Carreras, de “el Barça és més que un club”. Con él, el Camp Nou comenzó a vestirse de senyeres, preparadas en su propia fábrica o en la de otros miembros de su directiva, grandes empresarios del mundo textil para asistir a la primera aparición pública del ex president de la Generalitat en el exilio, Josep Tarradellas.

También con el presidente Montal se estrenó el marcador electrónico y la megafonía en catalán, que había que traducir al castellano para los comisarios políticos.

En su época también fue estrenado el actual himno, cantado con orgullo por los barcelonistas de cualquier parte del mundo.

Con Montal llegó Marinus Michels, uno de los artífices de la “naranja mecánica”. Y con él, Johan Cruyff, el líder de un equipo que llevaba catorce años sin ganar una Liga, y que consiguió un inolvidable e inmortal 0-5 sobre el Real Madrid en el mismísimo Santiago Bernabeu.

Coincidencias de la vida que dos días antes del primer aniversario del fallecimiento de Johan Cruyff, Agustí Montal, el señor Montal, ese señor que no levantaba la voz, el presidente que contrató al holandés, diga adiós a sus 82 años.