El buen músico es el que deja ir, el que suelta con sutileza, sin romper nada, sabedor que algún día tal vez tenga que echar mano de nuevo de aquello que abandona. Es de primero de terapia aquello de no romper de forma abrupta con el pasado. Los carpetazos, cuanta más fuerza, más estallan contra la cara. 

Pudiera parecerle a muchos que el viraje de Xoel López en Atlántico –un disco en el que abandonó Madrid, no como ciudad, sino como faro cultural, y se sumergió en las músicas de raíz de casi todas las costas bañadas por el océano– fue un gesto brusco para con su carrera. Era 2012 y la idea tras Deluxe, su antigua formación, de gran aceptación entre la cada vez más masiva parroquia indie y festivalera del momento, comenzaba a pesarle. 

Lo dejó todo. Pero lejos de surfear nuevas modas, algo caduco en esencia, se decantó por explorar desde la base. Algo parecido a lo que le ha acontecido a Meritxell Neddermann. Desde adolescente cursó en el Conservatori de Barcelona. Posteriormente pasó por el Taller de Músics. Y entró en el Berklee College of Music de Boston. Allí empezó a maridar los clásicos con el jazz, el soul o el gospel. Junto a su hermana, Judit Neddermann, con una carrera mucho más pop que la suya, publicó ya en 2019 un disco variado y rico, pese a ser de villancicos, Present. Llevaba tiempo experimentando con el teclado, pero no fue hasta un año después cuando sacó su debut en solitario, In the backyard of the castle.

Ahora, después de muchas vueltas de ambos artistas, se dan la mano en Pena penita. Una canción donde Nedderman regala su voz a un ejercicio mucho más ligero que su carrera como solista. Y un tema en el que Xoel López escribe sobre decir adiós. La guinda a un disco, el decimosexto del artista, que ha relacionado con maestría su pasado épico-Deluxe y su más reciente vocación como cuentacuentos (el mejor Juan Luis Guerra está en Mágica y eterna). Así lo describe el gallego: “Pena penita es un diálogo profundo y emocional con la tristeza. La canción insta a plantarle cara a nuestros monstruos internos y a no quedarnos atrapados en la melancolía. Nos invita a abrazar la idea de asumir la tristeza pero también a saberla dejar ir cuando llega el momento adecuado”. 

Hay que integrar los cambios, no sustituir por sustituir; las lógicas de mercado hacen más pobres las trayectorias

Como bien saben ambos músicos, lo que cuenta es renovar los pactos. Evolucionarlos. Como en la vida real; la de fuera de las canciones. No a los cementerios de ex, no a los cementerios de melodías y músicas. Hay que integrar los cambios, no sustituir por sustituir. Las lógicas de mercado hacen más pobres las trayectorias. Y, claro, las mismas relaciones.