"No sé cómo se lo hace Woody Allen. Yo soy un eterno optimista y, sin serlo, no me habría podido dedicar a hacer películas. Soy optimista respecto del futuro del cine y, también y a pesar de todo, con respecto al futuro de la sociedad. Porque solo los optimistas pueden cambiar el mundo. Los pesimistas esconden la cabeza bajo el ala". Wim Wenders (Dusseldorf, 1945) y su manera de ver el mundo han protagonizado la rueda de prensa del cineasta alemán, homenajeado este año por el BCN Film Fest.

Ayer recogía el Premio de Honor del festival, mientras defendía que "las películas tienen vida e identidad propias, y solo pertenecen al público". Es el mismo público que lo ha convertido en una figura incuestionable del cine europeo, gracias a filmes tan icónicos como París, Texas (1984), El cielo sobre Berlín (1987) o Buena Vista Social Club (1999). Abanderado de una generación fabulosa que incluye nombres como los de Rainer Werner Fassbinder, Volker Schlöndorff o Werner Herzog, en un movimiento que se bautizó como Nuevo Cine Alemán, Wim Wenders ha creado un sello personal, marcado por la búsqueda constante de retos.

Un ejemplo, rodar un documental como Pina (2011) en 3D, formato con el cual, ha explicado, vuelve a jugar en uno de los dos nuevos proyectos que tiene a punto y que verán la luz en el próximo Festival de Cannes. "Estoy muy contento porque nadie sabe absolutamente nada de las dos películas que presentaremos. Las produjimos bajo el radar. La gente no sabía que existían hasta la rueda de prensa de Cannes, y eso es fantástico", decía con una sonrisa en los labios. "Una es un documental en 3D, Anselm. Y la otra se llama Perfect Days y es ficción. Pero no os diré nada más". Y cuando le han preguntado por si lo ponía nervioso volver a competir en una cita como Cannes, que lo premió hace casi 40 años con la Palma de Oro por París, Texas, ha contestado, dudando: "Mmm... No, no me da nada de miedo. Un poquito, quizás, pero no me preocupa. Son películas bastante únicas, nada parecido a lo que he hecho en el pasado".

Inquieto, siempre dominado por la curiosidad, Wenders ha hecho una defensa de la eterna juventud: "La edad está sobrevalorada. Cuando era joven quería ser grande. Siempre he querido ser más mayor de lo que he sido. Hasta que dejé de pensar. La edad es irrelevante, solo cuenta quién eres y qué haces".

Los nervios de Nastassja

Hablando de París, Texas, el cineasta ha recordado un momento que permanece a la memoria cinéfila: la escena en el peepshow de Nastassja Kinski y Harry Dean Stanton. "La Nastassja estaba muy nerviosa, y eso me tenía preocupado. Pero ocurrió un milagro: y es que Harry Dean Stanton todavía estaba más nervioso que ella, porque tenía mucho poco tiempo para aprenderse el guion y no creía que fuera capaz. La Nastassja se ofreció a ayudarlo, y durante tres días y tres noches prepararon el texto de él, y a ella le pasaron todos los nervios. Eso demuestra que es mucho mejor preocuparse por los otros que por uno mismo".

El cineasta alemán ha recordado que empezó a hacer películas porque era un buen compendio de sus múltiples intereses. "De joven quería ser arquitecto, músico, escritor, incluso sacerdote, y finalmente me decidí por la pintura. Era pintor cuando rodé mi primera película y me di cuenta de que hacer cine incluía la fotografía, la pintura, la sanación, la música... todo aquello que yo quería hacer. Fue un descubrimiento mágico".

Esta magia va en contra de lo que manda la industria en nuestros días. A la cuestión de qué consejo daría a los jóvenes que pretenden abrirse paso en el mundo del séptimo arte, el director lo tiene claro: "Hay una cosa que oirán una vez y otra: que las películas son un producto que tiene que buscar el éxito. Y eso es una enorme mentira. Si piensas en el cine en términos de producto, dedícate a otra cosa. Porque el cine es cultura".

Cine y libros

En el marco de un festival vinculado con la literatura como el BCN Film Fest, Wenders ha recordado su estrecha relación con dos escritores y colaboradores, como Sam Shepard (actor en Llamando a las puertas del Cielo y guionista de París, Texas) y el Premio Nobel Peter Handke, guionista de los primeros filmes del cineasta, como El miedo del portero ante el penalti (1971) o Alicia en las ciudades (1974). "Son dos personas que fueron y siguen siendo muy importantes en mi vida. Cuando empecé en el mundo del cine, me di cuenta de ello en cuanto no me era fácil escribir diálogos. Sin embargo, cuando necesitaba ayuda, nunca pensaba en guionistas, siempre me venían a la cabeza escritores. Colaboré en cinco películas con Peter Handke, y diría que evolucionamos en paralelo, al mismo tiempo. Su primer éxito fue el mío, y siempre ha estado presente en mi vida", decía Wenders.

"Con respecto a Sam Shepard, lo conocía como dramaturgo, había visto sus obras y me impresionó cómo dialogaba. Tenía una personalidad explosiva. Era alto, delgado, muy inteligente, odiaba coger aviones, prefería conducir, y montaba a caballo. Era un hombre más mayor que la vida. Fuimos amigos próximos, uno de los mejores de los últimos 20 años", ha explicado, lamentando su pérdida.

Wenders ha seguido reflexionando sobre la escritura y el cine: "Me parece que los escritores son personas muy solitarias. No me gusta escribir porque no me gusta pasar tiempo solo delante del ordenador. Me gusta intercambiar impresiones. Admiro a los directores que escriben sus propios guiones, lo he hecho un par a veces, pero no me ha entusiasmado la experiencia".

Antes de marcharse, Wim Wenders ha adelantado que acaba de iniciar un nuevo proyecto, que lo tendría que ocupar los próximos tiempos, y que nace del desencanto que han traído la pandemia y el confinamiento. "La Covid ha cambiado el mundo. Por encima de todo, el sentimiento de investigación de la verdad: todo el mundo la busca y nadie se pone de acuerdo en que es verdad y qué no. Y, por otra parte, prácticamente ha desaparecido el concepto del bien común, que ya no tiene importancia para las nuevas generaciones. Y continuará en declive, nada será como era, ya no podremos revertir el tiempo. Las buenas épocas pasadas han desaparecido y no volverán nunca más. La clave es qué podemos hacer, personalmente, con respecto a estas dos cuestiones. Y me ha hecho pensar en un proyecto para los próximos años que versará sobre la paz. Porque sin paz no hay verdad ni tampoco hay bien común", ha rematado.