Xavier Antich se define, ante todo, como profesor de filosofía. Enseñó diez años en secundaria, y lleva ya veinte años en la universidad. Pero su vocación es difundir la filosofía más allá de las aulas, con actividades en los museos, participación en talleres, colaboraciones en prensa... Ahora ha publicado La voluntad de comprender. Filosofía en minúscula (ed. Arcadia), un conjunto de artículos que ayudan a pensar el mundo.

La voluntat de comprendre es un libro de filosofía con intención divulgativa: es sencillo, ágil... Pero mucha gente piensa que la filosofía es una cosa muy y muy complicada.

Esta es la mala fama que tiene la filosofía, y que es muy difícil de cambiar. Pero la filosofía no tiene por qué ser complicada. Se trata, simplemente, de pensar en las cosas que nos pasan: este es el único objetivo de la filosofía. Seguramente la gente le tiene miedo a la filosofía como consecuencia de un tipo de enseñanza en secundaria que la ha esclerotizado. En parte también es culpa de algunos filósofos que han convertido la complejidad en un estilo. Hay quien ha querido dar la idea de que la filosofía sólo es para los iniciados, una cosa de filósofos. Algunos pensadores han pensado sólo en discutir entre filósofos y no en servir a la sociedad.

En su libro usted explica los pequeños misterios de la vida cotidiana (la selfie, la película que pasaron el fin de semana por la tele...) a través de la filosofía. ¿La filosofía también sirve para eso?

En principio la filosofía tendría que servir para eso: para entender las cosas que nos pasan, desde las cosas cotidianas hasta los grandes problemas de la humanidad. La filosofía no tiene tema, es sencillamente una forma de plantear los problemas surgidos en la experiencia humana. La función de la filosofía es hacer bien las preguntas, como decía Heidegger: discutimos los temas que afectan a todo el mundo, pero tratamos de plantear bien las cuestiones, de poner orden en las discusiones...

No podemos transformar el mundo sin antes interpretarlo

El país tiene muchos problemas: crisis, paro, desahucios, desigualdades... Alguien podría argumentar que, en este momentos, hay cosas que importan más que filosofar. ¿Qué le respondería?

Estoy de acuerdo en qué hay muchas cosas importantes que resolver en la vida práctica. Es urgente. Pero es difícil resolver los problemas si no se hacen buenos diagnósticos. Y la filosofía puede ayudarnos en la tarea de cartografiar los problemas de la sociedad. A pesar de lo que dijo Marx, no podemos transformar el mundo sin antes interpretarlo; eso lo dejó claro Gilles Deleuze.

¿Así pues, la filosofía no puede desvincularse de la política?

Es imposible distinguirlas. Aristóteles dijo que el hombre es un ser político. Vivimos en comunidad y no podemos pensar en el hombre al margen de la comunidad. La filosofía es política por definición, y es ética por definición. La filosofía está condenada a posicionarse en aquello que afecta a la vida individual, pero también en la colectiva.

¿La filosofía serviría para explicar el proceso?

Evidentemente, en la comunidad en que vivimos están pasando cosas muy interesantes. Mucha gente se está planteando la necesidad de cambiar muchas cosas. Y eso, evidentemente, se puede analizar desde la filosofía. Para los filósofos también resultan muy relevantes los nuevos procesos de participación política que buscan un marco político diferente. Cuando alguien dice "Queremos ser independientes, pero no queremos que en el nuevo Estado las cosas sean como ahora", está introduciendo una discusión filosófica.

Muchas de sus reflexiones giran entorno a la memoria. ¿Por qué la memoria es tan importante para configurar la identidad?

Si hablamos de la persona, desde un punto de vista individual, es muy claro que no hay identidad sin memoria. Si no hubiera memoria no habría más que hechos aislados, sin coherencia, sin continuidad. Lo han dicho incluso los neurólogos como Oliver Sacks. Desde el punto de vista colectivo podríamos aplicar el mismo principio: Una comunidad que no use la memoria para preservar su pasado no podrá llegar a consolidar proyectos de futuro.

Es una vergüenza que cuarenta años después de la muerte del dictador todavía haya muertos enterrados en las cunetas

¿En este aspecto, cómo valora la situación de la memoria histórica al Estado español?

Aquí somos más bien desmemoriados. La transición se construyó sobre grandes dosis de amnesia. En otros países, como en América Latina o en Sudáfrica, ha habido procesos mucho más enriquecedores. Hay quien vende la transición como un modelo extrapolable, pero en muchos otros países han llevado a cabo procesos de transición que podrían ser una lección para nosotros por su forma de encarar el pasado. Somos un caso excepcional en el panorama global. Es una vergüenza que cuarenta años después de la muerte del dictador todavía haya muertos enterrados en las cunetas.

Un país donde todavía no se ha restituido la memoria de los vencidos es, también, un país donde no se impugna la memoria de la dictadura

Sus reflexiones también tocan los "espacios de la memoria", aquellos lugares que concentran valores simbólicos de nuestro pasado. ¿Qué piensa de las polémicas aparecidas en nuestro país sobre el monumento franquista de Amposta, las estatuas dedicadas a los negreros o los nombres de calles dedicados a personajes poco ejemplares?

Eso es un ejemplo de una anomalía, de una anomalía gigantesca... Un país donde todavía no se ha restituido la memoria de los vencidos es, también, un país donde no se impugna la memoria de la dictadura. Se tienen que emprender, ya, de forma urgente, estos dos procesos. Pero será bien difícil, porque el Estado español no tiene ninguna conciencia de eso.

En sus artículos usted toma algunos detalles de la actualidad para hacer reflexiones de más entidad que la simple coyuntura. ¿Qué le sugirió, por ejemplo, la fotografía de Jordi Pujol paseando por su localidad de veraneo, Queralbs?

Me produjo un auténtico descalabro. La persona que había sido presidente de la Generalitat durante décadas y que había forjado su personalidad política en la resistencia antifranquista, acaba presentándose como un estafador. Eso provoca, obviamente, una reflexión sobre la podredumbre moral. Y el verlo pasear tranquilamente por el pueblo, sonriente, eso te hace preguntarte sobre el papel de la conciencia.

Los cambios en las formas de vida de la gente no son simples anécdotas: son aspectos esenciales de la vida de las personas

En La voluntat de comprendre muestra un gran interés por el cuerpo, por el vestido, por los gestos... Pero tradicionalmente se pensaba que la filosofía se centraba en el alma, que sería la antítesis del cuerpo...

Son contados los filósofos que, en la tradición, se han dedicado a estos temas, que a menudo se han considerado irrelevantes. Pero hoy en día han ganado mucho peso en la práctica de la filosofía. Yo soy de los que creen que los cambios en las formas de vida de la gente no son simples anécdotas: son aspectos esenciales de la vida de las personas.

Usted además de dedicarse a la filosofía, trabaja también en el campo del arte. ¿Qué importancia tiene el arte, hoy en día, en la reflexión filosófica?

Yo siempre uso obras de arte en mis clases de filosofía. El arte, desde hace más de un siglo, ha abierto un espacio de reflexión sobre aspectos importantes sobre la vida, la utopía, la política... Adorno ya dijo que la reflexión de las artes sobre el mundo es un espacio privilegiado para interpretar algunos aspectos básicos del mundo de hoy. El arte no sólo habla del ámbito cultural, sino que se pregunta sobre la vida, sobre la condición humana... A mí me interesa mucho el diálogo con todo tipo de artistas.

Usted está muy interesado, como filósofo, por la imagen. ¿Qué importancia tiene la fotografía como depositaria de la memoria?

La fotografía, aunque es muy nueva en el universo de las artes visuales, ha llegado con mucha fuerza. Es el arte visual por excelencia de nuestra época. Hace unas décadas, eran pocos los que se dedicaban a la fotografía. Hoy en día todo el mundo hace fotos y las comparte. La fotografía es una herramienta básica para crear la imagen de cada uno de nosotros. Gracias a la fotografía, la imagen ocupa un espacio central en nuestras vidas. Por eso me interesa tanto.

Sin embargo, al mismo tiempo, se muestra preocupado por el uso de la imagen que hace el Estado Islámico y, especialmente, en la conversión de la muerte en un espectáculo.

El ISIS ha hecho una cosa que no se había hecho nunca: presentar un asesinato con la mirada del asesino. Tradicionalmente el arte había empatizado siempre con la víctima, no con el criminal. Los vídeos de degollaciones nos presentan un dilema moral: ¿Hay que verlos? ¿Se tienen que publicar? Es insoslayable pensar en ello.

Usted asegura no someterse a la disciplina de ninguna corriente filosófica y en La voluntat de comprendre afirma que "las buenas ideas son aquellas que sólo generan libertad, y no devoción, a su alrededor." ¿No se considera seguidor de ningún filósofo en concreto?

No me considero seguidor de ningún filósofo en concreto, y tampoco de ninguna tendencia filosofía en particular. Pero eso no quiere decir que no haya tendencias con las que me sienta más cómodo, o filósofos que supongan para mí una referencia frecuente, como Emmanuel Lévinas o Hannah Arendt. Soy muy heterogéneo en mis influencias y en mis lecturas.

¿Qué lectura le recomendaría a alguien que no sea especialmente aficionado a la filosofía pero que haya disfrutado con La voluntat de comprendre?

Yo le diría que leyera algún libro de Marina Garcés, como su Filosofia inacabada, o le propondría sumergirse en algún texto de Rubert de Ventós.

Me parece una barbaridad la desaparición de la filosofía en la enseñanza

¿Qué piensa de la progresiva desaparición de la filosofía en la enseñanza?

Me parece una barbaridad. Suprimir la filosofía es renunciar a un ámbito educativo que no cubre ningún ámbito más. Como sociedad y como país nos costará caro.