"Elige la vida. Elige pagar hipotecas. Elige lavadoras. Elige coches. Elige sentarte en un sofá a ver concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu Elige pudrirte en vida, meándote y cagándote en una residencia. Elige la vida", reflexiona Mark Renton en una de las citas más icónicas de la literatura contemporánea. Sentencia ocurrida mantra generacional que encapsula el mensaje nihilista de Trainspotting, novela que traspasó los limites de lo estrictamente literario para erigirse en referente capital de la cultura popular de finales del siglo XX. Este verano la primera novela del escritor escocés Irvine Welsh conmemora el 30 aniversario de su publicación traducida por primera vez al catalán. ¡Lo celebramos!

Mirando los trenes pasar

Irvine Welsh era un punk de Leigh, el barrio portuario de Edimburgo, sin un futuro muy esperanzador. Hijo de una camarera y un estibador, si alguien hubiera invertido sus ahorros prediciendo sobre los designios de su vida, lo más sensato habría sido apostarlo todo a que acabaría encerrado en la trena una temporada larga, más que convertido en uno de los escritores más populares de su generación, autor de 11 novelas y 4 recopilaciones de cuentos y sumando. Welsh era un buscavidas, un hooligan del Hibernian que vivía en uno de aquellos edificios de protección oficial enjambre de chavs y scunners. Agobiado de encadenar un curro de mierda tras otro curro de mierda, se marchó a Londres para intentar subvertir la Inglaterra thatcheriana tocando el bajo en el grupo The Pubic Lice and Stairway 13. No eran The Clash. Más fácil luchar contra la ley pegando un palo aquí y allí. Después de varias sentencias que lo condenaron a hacer trabajos comunitarios, escogió la vida. Volvió a Edimburgo para ingresar en la Universidad Heriot-Watt University. Y entonces se puso a escribir.

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Trainspotting, yonquis cools, vidas chungas

Trainspotting es el término que se utiliza en el Reino Unido para describir la afición de plantarse delante de las vías del tren y ver los ferrocarriles pasar. Apasionante. La primera novela de Irvine Welsh va una poco de eso, del puto aburrimiento de un grupo de amigos en decadencia que no tienen mucho nada más que hacer que preocuparse de cómo conseguir el siguiente pico de heroína. Mark "Rent Boy" Renton, Simon "Sick Boy" Williamson, Daniel "Spud" Murphy, Francis "Franco" Begbie su antiheroes con los cuales es imposible no empatizar. Yonquis cools de vidas chungas que escuchan Lou Reed y leen alta literatura. Zombies atractivos con que te gustaría salir una noche de fiesta, aunque sabes que, entre discursos de filosofía nihilista, te acabarían mangando la cartera para salir corriendo a buscar el dealer de confianza y cerrarse en el peor baño  de Escocia para pincharse por la vena. Son unos mierdas, pero los adoramos. ¡Maldito Irvine Welsh!

Una novela que hiere sensibilidades

Publicada el verano de 1993, Trainspotting puede recordar las primeras novelas de Bret Easton Ellis (así como también puede evocarnos a Hubert Selby Jr o la prosa enfermiza de Chuck Palahniuk), pero si el escritor norteamericano se fija en la cara más depravada de las clases acomodadas yanquis: la psicopatía tras el glamour; el inframundo de Welsh son los barrios más chungos de Escocia, los de las calles que huelen a fish and chips, vómito y meado. Un relato con una estructura poliédrica próxima al objetivo cinematográfico de Quentin Tarantino y un estilo lacerante como un cuchillo de carnicero con poca afición por la higiene. Leer Trainspotting (y todo el resto de historias de Welsh) puede ser tan agradable y placentero como limpiarse el culo con papel de lija. De hecho, la novela estuvo nominada en el Booker Price de aquel 1993, pero acabó siendo excluida de la short list final porque había herido la sensibilidad de dos de los miembros del jurado. Que les den, a los académicos, la vida cotidiana puede ser así de cruda y cruel.

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Portada de la edición catalana de Trainspotting publicada por Manifiest Llibres

Como decía The Sunday Times en su reseña, Trainspotting (de la cual Danny Boyle hizo una adaptación cinematográfica magistral) era la voz del punk creciendo mucho más sabia y elocuente. O Mejor todavía, como sentenciaban en Rebel Inc. "merece vender más libros que la Biblia". Un clásico contemporáneo imprescindible y obligado que inspiró atoda una generación, del cual celebramos los 30 años de su publicación. Efeméride que, y eso sí que lo tenemos que celebrar, ha venido acompañada de su primera traducción al catalán cortesía de Manifest Libres (firmada por Esther Roig). Bailaremos el Born Slippy de Underworld en su honor.