Tengo que reconocer que Tete Montoliu siempre me ha sido difícil como músico, más allá de su carácter personal. Pero es innegable que en el ámbito jazzístico es uno de estos factótums que cualquier país querría para él. Es más, si Tete Montoliu, a quien ayer el Festival de Jazz de Barcelona rindió homenaje a en el 25 aniversario de su muerte, fuera americano, muchos de nosotros, los europeos y ya no digamos los catalanes, lo tendríamos en un santuario y nos llenaríamos la boca de cuál fue el último concierto que lo escuchamos, con quién tocó, qué canciones son estándar referentes, qué vinilos nos firmó, etc.

El pianista que nació con el jazz dentro

Vi en directo a Tete Montoliu varias veces con una formación muy diferente, con varios músicos y formatos, escenarios, y sobre todo con un inconveniente por parte mía: exceso de juventud. Con el paso del tiempo he ido variando, mutando y aprendiendo a escuchar las teclas, el discurso y la apuesta del "chico del Eixample". De los diferentes momentos que vi en directo a Tete Montoliu, recuerdo tres lo bastante imponentes, dos ocasiones en formato de cuarteto y acompañado por Jesse Davis y Joe Henderson en cada uno, y el último el año noventa y siete, en trío, la que acabaría por ser su última actuación y donde fruto de aquel concierto se editó el disco Per sempre Tete (Discmedi, 1997).

Tete Montoliu, ciego de nacimiento, dio los primeros pasos musicales en su casa, donde tenían un armonio, que vendría a ser como un órgano, un instrumento de viento pero sin tubos. Fruto de eso, a los cuatro años ya tocaba el piano. Su padre tocaba en la banda municipal y su madre tenía una discoteca de vinilos en casa bastante importante, desde donde a Tete Montoliu le gustaba mucho escuchar a Fats Waller y Duke Elligton. Siempre le gustaba decir que había nacido con la música del jazz dentro. Siempre admitió que tenía pocos referentes musicales que tocaran el piano, argumentaba que escuchaba muchos saxos y trompetistas diferentes, pero acabó reconociendo que existía un pianista por encima de todos: Art Tatum.

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Tete Montoliu, leyenda del jazz catalán

Cogido del brazo del Valentí Grau en Terrassa, de algún otro músico u organizador de conciertos, Tete Montoliu subía al escenario con las siempre omnipresentes gafas oscuras, americana, pañuelo en el cuello y una sonrisa que le circulaba de oreja a oreja. Ciertamente, charlaba y comentaba bastante sus interpretaciones y explicaba alguna anécdota que otra, aunque siempre confesó que no le gustaba mucho este papel de speaker.

Si revisamos un poco por encima, no solo por la magnitud de músicos, sino por la calidad de estos, tener un personaje como Tete Montoliu nos tendría que hacer reflexionar como sociedad. Tete Montoliu no fue solo una figura referente del jazz en el país, fue y tendría que ser mucho más que eso. Se nos da muy bien, hacer eso: obviar lo importante y hacer humo del ruido.

Tocar escuchando al Barça

Tete Montoliu acompañó —o bien lo acompañaron a él— durante diferentes periodos a músicos como Ben Webster, Dexter Gordon, Chick Corea, Lou Donaldson, Chet Baker, Lionel Hampton, Bill Evans, Sonny Stitt, Art Blakey solo y con sus Jazz Messengers, Ron Carter, Elvin Jones, Albert "Tothie" Heat, Keith Jarret, Billy Higgins...

Ben Webster, cuando hablaba de él, comentaba que tenía más swing que cualquier pianista europeo

Ben Webster, cuando hablaba de él, comentaba que tenía más swing que cualquier pianista europeo. Dexter Gordon, quien fue junto con Don Byas- músico referente y padre musical, lo presentaba como aquel señor de Catalunya. Por todos también es conocida su afición al fútbol y al F.C. Barcelona, y que muchas veces era capaz de salir a tocar con un auricular en la oreja y una mini radio en el bolsillo, desde donde escuchaba los partidos en directo.

Tete Montoliu

Existen variedad de anécdotas que acompañan a una persona como Tete Montoliu. Hizo, en solo siete años, solfeo e instrumento, formación que tarda por normal diez años. Organizaba jams a escondidas en aulas diferentes que quedaban apartadas y tenían siempre una persona vigilando para que no los descubrieran. Regaló un piano a la Jazz Cava de Terrassa, que actualmente se conserva en la sede de los Amics de las Arts y Juventuds Musicals de Terrassa y que durante años fue el piano titular de la cava.

Vicenç Montoliu i Massana, alias Tete Montoliu, no fue reconocido prácticamente nunca como un personaje y músico fácil, más bien al contrario: de carácter tajante, presuntuoso, conservador, categórico, seco

Vicenç Montoliu i Massana, alias Tete Montoliu, no fue reconocido prácticamente nunca como un personaje y músico fácil, más bien al contrario: de carácter tajante, presuntuoso, conservador, categórico, seco. Contribuyó la áurea que desprendía la imagen de un Tete genio. Defendía y se expresaba sobre todo con sinceridad sobre conceptos difíciles y poco mediáticos, como por ejemplo su opinión sobre el rock o sobre la definición de lo que era un jazzman. Entendía que en nuestro país no existía ningún jazman, pero sí muchos buenos músicos, aquellos que leían muy bien la música.

Su sinceridad iba tan lejos que explicaba que todas las cantantes estaban locas. De esta anécdota podría hablar con propiedad la cantante flamenca Mayte Martín, con quien grabaron e hicieron girar el trabajo Free Boleros (K Industria, 1996). Ella siempre ha reconocido que Tete era como ella: muy cabezota.

Apariencia blanca, alma negra

Tete Montoliu es, era y será un monstruo del jazz, de apariencia blanca pero de alma negra. Tocaba el piano y leía el jazz con una exquisita creatividad, catalizador de armonías excepcionales y de rápida técnica. Era enérgico y casi violento expandiendo cascadas de notas que podían transformarse en compases sensibles y ricos.

Tocaba el piano y leía el jazz con una exquisita creatividad, catalizador de armonías excepcionales y de rápida técnica

Recorrió el mundo entero con su jazz. Defensor de su catalanidad y el Barça, pasó periodos en los Estados Unidos, en Japón, por toda Europa, Bélgica, Holanda, Francia y la antigua Yugoslavia. Tocó con todos los mejores músicos de jazz y de otros ámbitos —como su amigo Joan Manuel Serrat—, y con todos los referentes y grandes clubs y cavas de jazz.

El jazz de Tete late en sitios inhóspitos a quien lo escucha por primera vez

La figura inmensa de Tete Montoliu a veces queda tapada por su carácter y por la dificultad inicial que comporta su jazz. No es de aquellos de pasatiempo o de músicas del sábado por la mañana mientras tomamos el sol o hacemos limpieza. El jazz que despliega Tete Montoliu es de aquellos que necesita de oída, de tiempo, de recorrido, de atención, de matiz y de alerta. El jazz de Tete late en lugares inhóspitos a quien lo escucha por primero vez.

Estoy seguro de que si él estuviera aquí me lo negaría, pero Tete Montoliu es el jazzman catalán, el jazzman que él decía que no existía en España, el jazzman que tocaba siempre bien. Habría que volver a encontrar las excusas y los espacios para dejar que nuestros sentidos revisiten sus vinilos, sus conciertos, sus colaboraciones y su estilo más a menudo de lo que lo hacemos.