“A Terenci había que tomárselo en serio lo justo”, nos advierte enseguida Colita, fotógrafa prestigiosa y amiga íntima del protagonista de Terenci: La fabulación infinita, largometraje documental que Filmin estrena en salas este viernes y que llegará la próxima semana a la plataforma en un montaje estructurado en cuatro apasionantes capítulos que ponen el foco en una infancia tan mimada como triste, en una personalidad tan seductora como manipuladora, en un talento literario que se desbordaba solo a ratos, y en una vida sentimental entre la tragedia griega, o quizás egipcia, y el musical hollywoodiense. En realidad, a Terenci Moix (Barcelona, 1942-2003) le gustaban, por encima de todo, los péplums. Sinuhé, el egipcio (Michael Curtiz, 1954) era uno de sus favoritos. Y también el film que vio, en sesión doble junto a El último cuplé (Juan de Orduña, 1957), en una Nochevieja de 1958. A medianoche se encendieron las luces, para que el público se tomara las uvas, y él solo deseaba que ese momento pasara y Victor Mature, o Sara Montiel, volvieran a aparecer ante él.

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Mañana se estrena el documental Terenci: La fabulación infinita

El cine de los sábados

 “Yo era un adolescente muy triste y solitario, sin nada en el mundo, y solamente tenía el cine”, afirma el propio escritor recordando sus años de juventud. Una época, la de su niñez y adolescencia, que vivió ensimismado en sus sueños, en sus fantasías. Porque, como muy bien cuenta el documental, nuestro hombre vivió, o quiso vivir, como una estrella de la pantalla. Dirigido por Marta Lallana, Terenci: La fabulación infinita hace un apasionante recorrido que empieza en el barrio del Raval y pasa por Ventelló, Roma y Marrakech. Dibuja a un crío mimado por una familia que, decía él, “era un disparate”, y que sufrió una trágica pérdida cuando falleció su hermano Miquel, con solo 18 años. Explica aquel momento en que se le cruzaron los cables y de repente empezó a asociar toda la experiencia erótica a través de la desnudez de los mártires cristianos. El sexo era dolor y no goce.

Dirigido por Marta Lallana, Terenci: La fabulación infinita hace un apasionante recorrido que empieza en el barrio del Raval y pasa por Ventelló, Roma y Marrakech

Pone el foco en la importancia que para él tuvieron siempre sus amigos. Algunos presentes en el documental: Colita, Núria Espert, Anna Maio, Boris Izaguirre, Sergi y Anaïs Schaaff, Carles Mir... Otros ausentes como testigos, aunque sí que aparezcan en el abundante material de archivo, cintas caseras incluidas: Rosa Maria y Xavier Sardà, Josep Maria Mainat, Elisenda Nadal, Papitu Benet i Jornet, o su inseparable secretaria y mano derecha Inés González.  Y profundiza en algunas de sus relaciones sentimentales, desde la que mantuvo con Vicente Molina Foix cuando ambos eran veinteañeros que empezaban a escribir sobre cine en revistas como Film Ideal hasta la que, ya cincuentón maduro y desengañado, comenzó con Pablo Parellada, un chico de solo 19 años, para incredulidad de amigos, conocidos y saludados. No era la primera vez que le conocían a uno de sus “novietes”, mucho menores que él. “Tenía algo de pigmalión”, recuerda Anaïs Schaaff. “Creo que Terenci debía sentirse muy solo para empezar una relación así”, afirma Núria Espert en un documental que no es, en este asuntoo, especialmente benevolente con Parellada (“Pablito parecía una máquina de gastar dinero”, sostiene el también escritor Luis Antonio de Villena), tampoco con Terenci, mostrándonos imágenes caseras enormemente reveladoras e impúdicas.

El amargo don de la belleza

Por encima de todo, Terenci: La fabulación infinita quiere ser justo con el gran amor de la vida del protagonista. También, probablemente, la mayor víctima de su carácter caprichoso y tergiversador, el actor Enric Majó, con el que convivió durante 14 años en una relación que fue una montaña rusa emocional: “Terenci era brillante, generoso, inteligente y... manipulador. Y esa palabra, para una pareja, es muy difícil”, explica un Majó que es el perfecto relator de los claroscuros de nuestro hombre. El desamor, la depresión, la tendencia a exagerar sus dramas (incluso con amenazas de suicidio que sus íntimos no se creían del todo), también forman parte de lo que este documental nos cuenta. Ganador del Premio Planeta con No digas que fue un sueño, y autor de libros tan reconocidos como El día que murió Marilyn o El peso de la paja, Terenci Moix quiso vivir, decíamos, como una estrella de las que admiraba, o a las que llegó a entrevistar, como Kirk Douglas, Gina Lollobrigida, Lauren Bacall o su adorada Esther Williams. Y sus amigos cuentan cómo gastaba el mucho dinero que ganó en excentricidades y caprichos, así son los sueños cuando se pueden hacer realidad: en viajes o bañeras romanas, en carteles de películas, en abrigos de visón y en percebes, abonando cuentas millonarias en restaurantes a los que acudía a diario y en los que montaba opíparas cenas con su gente querida. “Todos teníamos la sensación de ser su mejor amigo”, dicen.

a. Más allá del retrato poliédrico de Moix, el interés del documental se mantiene en la forma, con un montaje ágil que mezcla declaraciones ad hoc con entrevistas de la época, grabaciones caseras, momentos de los programas que Terenci presentó, abundantes imágenes de la bulliciosa Barcelona de los 60, 70 y 80, y fragmentos de algunos de sus libros que conectan con la propia historia del protagonista

Y, claro, Terenci: La fabulación infinita también habla de una muerte prematura, con solo 61 años, causada por un cáncer derivado de su tabaquismo incurable y tan exagerado como todo lo que hacía. Cuatro paquetes de Ducados diarios pasan factura a cualquiera. “Me da mucha rabia, porque Terenci de mayor habría sido la bomba. Haciendo lo que le hubiera dado la gana, se seguiría sabiendo vender de puta madre. Sería el señor de 80 años con más followers del mundo”, afirma Anaïs Schaaff antes de romper a llorar. “Joder, nos robó al Terenci anciano... Creo que le gustaría que llorara”, remata. Más allá del retrato poliédrico de Moix, el interés del documental se mantiene en la forma, con un montaje ágil que mezcla declaraciones ad hoc con entrevistas de la época, grabaciones caseras, momentos de los programas que Terenci presentó (Terenci a la fresca, Más estrellas que en el Cielo), abundantes imágenes de la bulliciosa Barcelona de los 60, 70 y 80, y fragmentos de algunos de sus libros que conectan con la propia historia del protagonista, y que escuchamos con la locución dramatizada del actor Pol López. Todo ello contextualiza, enriquece y hace brillar una biografía que ya resulta apasionante de base. La de un ser libre cuando la libertad estaba prohibida. La de un hombre que entendía el amor de forma tóxica, que nunca tenía bastante con el afecto que le daban. La de un escritor que quería ser, y vivir, como Truman Capote. La de un intelectual que hipnotizaba. La de un vividor legendario.