Con la primera temporada de Solo asesinatos en el edificio pasaban dos cosas que eran la perfecta síntesis de su calidad. Una, que lamentabas que se acabara, y este es un mérito impagable dado que la mayoría de series se hacen largas o no saben cerrar a tiempo. La otra, que justamente porque era una misterio delicioso, brillante y divertido, temías que la insistencia en estirar el chicle acabara cargándoselo todo. Pero singularmente no pasó. La segunda entrega era tan o más inspirada que la primera, ya que acertaba en casi todas sus decisiones creativas. La principal, un enigma a la altura (que es la clave de cualquier historia detectivesca, al final), pero también que profundizaba mucho (y bien) en las relaciones entre los personajes y que expandía la mitología de la serie, y en particular de su escenario, con coherencia e ingenio.

Nos lo pasamos la mar de bien, se anunció la tercera temporada y, otra vez, el corazón en un puño. ¿La idea de tres personajes muy diferentes volviendo a investigar un crimen mientras hacen un pódcast da para una tercera entrega? ¿No puede pasar que, con tantos crímenes en un mismo espacio, la serie acabe perdiendo toda convicción y convirtiéndose en una caricatura de ella misma? Afortunadamente, los temores han estado de nuevo infundados. La tercera de Solo asesinatos en el edificio no solo mantiene el nivel de sus predecesoras, sino que consigue abrir nuevos frentes sin renunciar a su identidad, jugar con su propio absurdo (la estructura de la serie, y su misma expansión, da pie a un magnífico diálogo) y transmitir la sensación que los personajes, por más que ya los percibas como próximos y te parezcan casi de la familia, todavía tienen muchas cosas que decir.

Foto Solo asesinatos en el edificio 3

Estrenada en Disney Plus (dos episodios de entrada, los ocho restantes irán a ración semanal), esta tercera entrega se adentra en la trama que se anunciaba al final de la segunda. Oliver vuelve a dirigir una obra en Broadway con la complicidad de Charles y Mabel y, en plena función, su protagonista cae muerto en el escenario. Eso es lo que vimos que pasaba, pero no es necesariamente lo que acaba pasando. Sea como sea, hay un muerto, personajes con muchos secretos y una investigación que, como no podría ser de otra manera, pasa por este edificio de Nueva York donde los enigmas parecen no acabarse nunca. Mejor no revelar mucho más de la historia, pero lo que sí se puede afirmar es que la serie solo necesita cinco minutos para volver a atraparte, convencerte de la necesidad de una nueva temporada y arrastrarte hacia un misterio que va ganando intensidad a medida que se enreda.

La tercera de Solo asesinatos en el edificio no solo mantiene el nivel de sus predecesoras, sino que consigue abrir nuevos frentes sin renunciar a su identidad

Una vez más, lo que hace grande a Solo asesinatos en el edificio es su equilibrio entre géneros. Es una comedia brillante, por descontado (Steve Martin, este genio a reivindicar cada día), pero también un thriller adictivo, un drama generacional y, en este caso concreto, una muy buena sátira de la sociedad del espectáculo. También hay tiempo para interludios de musical clásico e incluso de reírse del fenómeno de los superhéroes (Cobro, qué risa). Steve Martin, Martin Short y Selena Gómez vuelven a funcionar como un mecanismo de relojería, y encima se permite el lujo de integrar a dos grandes estrellas que dan lo mejor de sí mismas: Paul Rudd y ni más ni menos que Meryl Streep, que obra el milagro de autoparodiarse mientras construye un personaje apasionante que merecería su propia serie.