No deja de tener gracia que sean los productores de la fabulosa La peor persona del mundo los que estén detrás de esta película, a la cual, sin duda, le cuadraría mucho mejor el título. Signe, la protagonista de Sick of Myself, y Thomas viven una relación de pareja tóxica, en la que el amor está supeditado a la competitividad y la obsesión para ser el centro de atención. Egoistas hasta el ridículo más estrepitoso, disfrutan despreciándose y poniéndose en evidencia mutuamente. En la primera escena del filme, los dos cenan en un restaurante, piden una botella de vino carísima y, cuando él le propone marcharse sin pagar y la hace salir simulando una conversación telefónica, Signe solo acepta si después explican a sus amigos que la idea ha sido suya. Este es, solo, un pequeño síntoma de una obsesión que acabará tomando caminos insospechadamente enfermizos.

En la última edición del Festival de Cannes, el joven guionista y director Kristoffer Borgli confesaba su placer por provocar incomodidad en el espectador, buscando el humor en los rincones más oscuros de nuestra psique. Viendo la deriva que toman las inquietudes de la protagonista, Borgli ha disfrutado de lo lindo. La trama de Sick of Myself nos la presenta perdiendo su personal batalla de egos: el trabajo de su novio artista empieza a tener cierta repercusión cuando se organiza una exposición de sus obras, instalaciones en las que a menudo utiliza muebles robados. Ella, mientras tanto, trabaja en una cafetería, una vida sin emociones hasta que, un día, un perro ataca y muerde a una cliente y ella es la única que la ayuda.

SICK OF MYSELF SYK PIKE by Kristoffer Borgli©Oslo Pictures Still21
Sick of myself: el entrañable mundo de la pareja / Foto: Kristoffer Borgli / Oslo Pictures

Las miradas en el camino de vuelta a casa, llena de sangre ajena, la hacen darse cuenta del poder que puede tener la victimización, y desde aquí inicia un retorcido plan que incluye, con pleno conocimiento, la ingesta de un medicamento ilegal ruso que provoca una reacción cutánea salvaje que la afecta a todo el cuerpo. Haciendo el camino inverso en el de El Hombre a elefante, Signe parece encantada con un nuevo rostro desfigurado por los fármacos, ante la atención que concentra de amigos, conocidos y saludados.

El reverso cómico de David Cronenberg

A partir de aquí, Sick of Myself sigue la deriva autodestructiva de una protagonista siempre capaz de llevar las cosas tres pasos más allá, y que incluirá aparecer en primera página de un diario y ser contratada como modelo por una agente especializada en moda inclusiva. No hay límites para Signe, tampoco para el negrísimo sentido del humor que envuelve cada secuencia: el ejercicio de estilo que propone Kristoffer Borgli vendría a ser el reverso malévolamente cómico del cine de David Cronenberg o de filmes como Titane, y, en algunos momentos, recuerda también el catálogo de situaciones que harían sonrojarse cualquiera de los protagonizados por Javier Gutiérrezen la serie de Movistar+ Vergüenza.

En este grotesco descenso a los infiernos, el juguetón y mordaz guion incluye varias situaciones soñadas por la protagonista que se mezclan con su realidad sin previo aviso, a veces desconcertándonos, casi siempre multiplicando los efectos de la sátira.

Entre las virtudes del filme hay una que destaca con luz propia: el trabajo de Kristine Kujath Thorp, gran revelación de Ninjababy, otra película noruega que, como La peor persona del mundo, llegó a los cines el año pasado. Como hacía entonces, la actriz domina la comedia física y el gesto sutil, mil y un recursos para construir un personaje de enorme complejidad que provoca repulsión y compasión, pero también una extraña empatía porque, al fin y al cabo, y este es otro de los golpes más astutos de Sick of Myself, su narcisismo es muy humano. Pasado de rosca y llevado hasta extremos enfermizos, sí, pero con una esencia que encontramos en cada esquina. ¿Quién no se ha imaginado, cómo hace Signe, el efecto que provocaría su propio funeral a la gente? ¿Quién no ha envidiado, como hace Signe, el éxito de alguien que nos tendría que alegrar? ¿Quién no ha hinchado una anécdota, como hace Signe, para convertirla en más atractiva?

Sick of Myself

¿Quién no se ha imaginado, como hace  Signe, el efecto que provocaría su propio funeral a la gente? ¿Quién no ha envidiado, como hace Signe, el éxito de alguien que nos tendría que alegrar? ¿Quién no ha hinchado una anécdota, como hace Signe, para convertirla en más atractiva?

Más allá de las carcajadas congeladas, casi avergonzadas, que provocan la comicidad incómoda y las actitudes bien identificables de la película, Sick of Myself se muestra especialmente punzante cuando satiriza las ansias de figurar, el postureo, los medios de comunicación que explotan a las víctimas y/o el victimismo que se deja explotar por los medios de comunicación, el esnobismo que rodea el arte contemporáneo, o la fama a cualquier precio. Y Kristoffer Borgli se cuelga una medalla cuando decide llevar la contraria a una frase que escuchamos al inicio de la película: "Los narcisistas son los que triunfan".