No recuerda el día exacto, ni siquiera el mes ni el año, pero Shulem Deen sí que retiene la sensación de aquella mañana que se levantó sentido que había perdido la fe. Poco a poco se fue cuestionando los pilares que, erigidos sobre una interpretación radical de los preceptos del judaísmo, hasta entonces habían fundamentado su vida. Tiempo después lo expulsaron de su comunidad, una pequeña ciudad llamada New Square a 50 kilómetros en el norte de Nueva York y habitada exclusivamente por miembros del colectivo skver, una de las sectas jasídicas más fundamentalistas de los Estados Unidos. Deen no fue el primer expulsado. Sí que fue, sin embargo, el primer repudiado por herejía. Lo explica en su libro Los que se van no regresan (Capitan Swing, 2021).

El error de un funcionario

New Square fue fundada a inicios de los años cincuenta del siglo XX por el gran rabino de Skver, Reb Yankev Yosef Twersky, descendiente de las dinastías jasídicas de Chernobil y Skver. Deen narra que cuando el rabino bajó del barco que lo llevó hasta Nueva York, el primer pensamiento que le pasó por la cabeza fue volver a subir y regresar a casa. Lejos de eso, acabó creando su propio shtetl (poblado judío) a los Estados Unidos. Una pequeña ciudad que actualmente tiene más de 7000 habitantes, todos pertenecientes a la comunidad skver. Una villa rural que Yankev Yosef Twersky quiso llamar New Skvira, pero que el funcionario que realizó el registro, por error o por desidia, inscribió como New Square.

Los padres de Shulem Deen eran una pareja de hippies. Eran los años setenta y en su búsqueda de la espiritualidad y el sentido de la vida, sus creencias fueron evolucionando hasta que se establecieron en New Square uniéndose a los skver, una comunidad donde está prohibido ver la televisión, leer el diario o escuchar la radio. Donde los niños sólo estudian la Torá y difícilmente acaban hablando inglés. Los matrimonios sonpactados tienen la obligación de tener muchos hijos. Deen consiguió entrar en foros de internet y se dio cuenta de su situación, empezó a publicar un blog, fue expulsado de la comunidad. En aquel momento estaba casado y tenía cinco hijos, tres niñas y dos niños. No los ha vuelto a ver nunca más.

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Shulem Deen de niño a la comunidad jasídica de New Square

Una novela que fue una biografía

"Como explico en libro me expulsaron, pero yo ya hacía tiempo que le daba vueltas a la idea de abandonar la comunidad. Y uno de los motivos por los cuales quería dejar atrás todo aquel mundo era para poder escribir. Quería escribir", nos descubre Shulem Deen a través de Zoom desde su apartamento en el barrio de Brooklyn de Nova York. Una vez ya fuera de la comunidad, Deen empezó a escribir una novela, fue su agente literario quien le sugirió que escribiera sobre su pasado a New Square.

"Al principio no me convenció la idea. Quería publicar un libro que, más allá de mi testimonio, tuviera un valor literario. Pero a fuerza de que me insistiera, empecé. Y la verdad es que cuanto más escribía más cómodo me sentía con mi historia. Además, me di cuenta de que, siguiendo las normas más básicas de la literatura, era un relat que tenía una introducción, un núcleo y un desenlace. Fue así como surgió Los que se van no regresan".

Shulem Deen niega que la escritura del libro fuera un proceso terapéutico. Quizás liberador pero no curador. "Cuando participo en coloquios y charlas (Deen es miembro de Footsteps, organización ubicada en Nueva York que ayuda a los judíos que abandonan sus comunidades jasídicas en su transición vital) siempre digo a aquellos que me comentan que quieren hacer de la escritura una terapia que no lo hagan. Si alguien necesita una terapia para entenderse y encontrarse mejor, lo que tiene que hacer es ir a terapia con un especialista".

El precio más alto

Shulem Deen ha vuelto varias veces a New Square desde que lo expulsaron. Afirma que en sus últimas visitas la gente ha sidpo muy amable y afable. "Hace mucho tiempo que me expulsaron de la comunidad. Incluso hace mucho tiempo que publiqué el libro. En España ha aparecido ahora, pero yo lo escribí hace 15 o 16 años. La gente olvida el origen de las cosas, ya no recuerdan por qué me echaron. Al principio sí que era más complicado, ahora ya no. En los últimos dos años he ido varias veces a celebraciones familiares, porque todavía tengo gente amada allí, y siempre, todo el mundo, me han tratado muy bien".

Entre la gente amada que Shulem Deen mantiene en New Square se encuentran su exmujer y sus cinco hijos, a ellos, sin embargo, no los ha visto desde que lo expulsaron de la comunidad. "Con mi exmujer la relación es del todo inexistente, no he vuelto a hablar con ella desde que me marché. Y de nuestros cinco hijos, sólo he tenido un mínimo contacto con la segunda de las tres chicas. Ella es la única. Nos enviamos mensajes a través del móvil de vez en cuando y también me ha enviado fotos de la hija que ha tenido. Ya soy abuelo pero no he visto nunca en persona a mi nieta. Sin duda, haber perdido todo contacto con mis hijos ha sido el precio más alto que he tenido que pagar. Si hubiera sido consciente de las consecuencias, habría renunciado a mi vida para poder seguir a su lado".

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Shulem Deen ha perdido todo el contacto con su exmujer y sus cinco hijos. (Foto: EFE)

Las normas del flirteo

La vida de Shulem Deen fuera de la comunidad no fue nada fácil al principio. Acostumbrado a vivir en una comunidad aislada regida por normas estrictas, lo tuvo que aprender todo: no sabía cómo buscar piso, no sabía cómo buscar trabajo... "Peor todavía, aterricé en Nueva York en el 2008, en plena recesión económica. Estaba arruinado, no tenía un duro. Durante un tiempo viví en la calle. Salí adelante".

Más difícil fue aprender las normas del flirteo. "Se me hizo extremadamente complicado entender las normas del amor en libertad". Deen procedía de una comunidad extremadamente conservadora y no tenía ni idea de cómo tenía que hacer para pedir para salir a una chica. "El amor es lo más importante de la vida. Queremos grandes casas, tener mucho dinero, buenos trabajos, pero lo más importante siempre es el amor. Incluso en un entorno tan grave como el de los campos de concentración del Holocausto, la gente se enamoraba".

Shulem Deen es feliz. Tiene piso, un buen trabajo y, desde hace dos años, una pareja que ya ha asimilado su pasado. "Evidentemente, no fue fácil para ella pero es una etapa que ya hemos superado. No es muy difícil saber sobre mí. Me llamo Shulem, que no es un nombre muy habitual, y en Internet hay un montón de artículos sobre mi vida. Yo le expliqué, pero también le sugerí que leyera sobre mí y que leyera mi libro. Lo hizo. Estamos muy bien juntos".

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Los que se van no regresan es uno de los mejores testigos nunca escritos sobre alguien que ha abandonado una comunidad jasídica. (Foto: EFE)

Un hombre con fe

Los que se van no regresan fue uno de los primeros y de los mejores relatos sobre jóvenes jasídicos que han abandonado sus comunidades. Ahora son diversas las referencias bibliográficas que hay. No sólo eso sino que también se han rodado documentales e incluso una serie tan popular como Unorthodox. Cuando yo escribí el libro no había referentes, no había otros jóvenes que, como yo, hubieran escrito un libro sobre sus experiencias dejando atrás su comunidad jasídica. Me gustaría creer que he sido de ayuda a los escritores que han venido después. En otro sentido, creo que mi libro tiene el rasgo distintivo de haber sido escrito por un hombre. No sé por qué, pero la mayoría de historias tienen como autoras a mujeres".

De la comunidad jasídica Shulem Deen elogia varias cosas. "Allí se tiene muy claro cuál es el sentido de la vida. De la misma manera es una vida extremadamente fácil, desde que te levantas hasta que te vas a dormir, un día tras otro tienes muy claro qué harás porque siempre haces lo mismo". Pero lo que más valora es juntamente el sentido de comunidad. "En la sociedad moderna no existe, pero en New Square el concepto de comunidad existe, es real, todo el mundo se conoce y todo el mundo se ayuda".

Shulem Deen es un hombre completamente diferente del que vivía en New Square. Un hombre que no cree en Dios. "Pero sí que tengo fe. Fe en la humanidad".