Michel Houellebecq es uno de los autores más conocidos de la literatura francesa, pero también es uno de los personajes más detestados del mundo intelectual francés. Provocador, mordaz y políticamente incorrecto, Houellebecq despierta pasiones. Ahora, la editorial Anagrama presenta Serotonina, su última novela, en cuya trama se combina un personaje con una crisis de masculinidad con un entorno de crisis del campesinado en la Francia rural (la traducción al catalán es de Oriol Sánchez Vaqué y la que se ha hecho al castellano, de Jaime Zulaika).

Michel Houellebecq no Fronteiras do Pensamento Porto Alegre 2016 luis munhoz wikipedia

Foto: Luis Munhoz.

Enfadado con el mundo

Florent-Claude Labrouste parece tenerlo todo: un trabajo bien pagado y poco exigente con los horarios, una herencia que le permite hinchar sus gastos, una joven amante asiático, un piso de lujo en el centro de París... Y, a pesar de todo, para él la vida es un infierno. Se encuentra deprimido. La solución que le da el médico es el consumo de Captorix, un antidepresivo imaginario que actuaría sobre la serotonina, la hormona del humor y del placer. Así no siente tristeza, ni pánico, ni dolor... Tampoco euforia, felicidad ni excitación. El Captorix le permite hacer una vida relativamente normal, pero le bloquea las grandes emociones y le provoca impotencia. Y la vida acaba de perder el poco sentido que tenía. Labrouste decide dejarlo todo y se sumergirá en la búsqueda de un pasado idealizado. Pero la salida es más difícil de lo que preveía, porque el pasado no vuelve nunca.

Machos en crisis

El mundo de Labrouste es un mundo masculino con sus propios rituales, con un machismo muy arraigado... Un mundo de hombres convencidos de su capacidad de seducción, de su gran virilidad... Serotonina se inicia en una gasolinera en una carretera almeriense. Un maduro Labrouste tiene uno de sus últimos sueños eróticos cuando le dirigen la palabra dos chicas jóvenes con aspecto hippy. Pero su masculinidad está ya en crisis, y el encuentro erótico con las dos chicas no dejará nunca ser un sueño. Labrouste tiene una joven amante, y eso debería parecer un triunfo de su masculinidad, pero no es tan evidente; el protagonista, para complacer a su chica, hace lo que nunca hubiera hecho por voluntad propia (vive en un piso que no le gusta y va de vacaciones a destinos que no desea para complacer a su novia...). Y mientras él se va viendo sumido en la impotencia, su compañera tiene una vida sexual desenfrenada, con otros evidentemente... El papel de Labrouste en el mundo empieza a complicarse. Y empezará a pensar en sus amores del pasado como salida a sus problemas.

Cuando Francia pierde su identidad

Labrouste ha estudiado agronomía y cuando huye de su pareja acaba, inevitablemente, en el campo. Pero el campo francés no es ninguna gloria. El campesinado francés está condenado. Los sueños de modernización y de potenciar las exportaciones de determinados productos no son salidas reales; el campesinado, como tal, está condenado. El capitalismo busca nuevas formas de explotación de la tierra y los campesinos no son necesarios y acabarán, inexorablemente, por ser asfixiados. La desolación interior del protagonista corre a la par con una Normandía rural hundida por una modernidad que la excluye. Porque, en el fondo, toda la obra de Houellebecq es una gran crítica al capitalismo y al liberalismo, no sólo en el campo económico, sino también por las relaciones sociales que generan. Pero su visión de la crisis del hombre francés en el mundo capitalista constituye una crónica desesperanzada, que no está muy lejos de la autobiografía, ya que Houellebecq también es agrónomo y, como Labrouste, también había sido funcionario en el Ministerio de Agricultura. Houellebecq, como el protagonista de Serotonina, se casó en 2018 con una joven asiática. Y se sabe que durante algún tiempo ha vivido en Almería, cerca del parque natural de Cabo de Gata.

Las mil polémicas de Houellebecq

Las partículas elementales, el primer libro que tuvo éxito de Houellebecq, ya causó muchas controversias, al ser considerado una obra misógina por tratar a la mujer como un objeto. Otra de sus novelas, Plataforma, fue interpretada como una apuesta por el turismo sexual como solución para la crisis de la masculinidad occidental, y también fue severamente criticada. Sumisión todavía recibió mayores críticas, porque se la consideró una obra islamófoba, ya que presentaba en tonos apocalípticos una Francia sometida al Islam. La misma vida de Houellebecq también ha sido polémica. Dejó Francia para no pagar tantos impuestos y se instaló, primero en Irlanda y después en el Estado español. No ha dejado de vilipendiar a sus rivales en el campo de la escritura. E incluso creó una cierta polémica al cruzar duras acusaciones con su madre. Y, a pesar de todo, sus novelas, sus poesías y sus ensayos siguen siendo toda una referencia en Francia y en Europa entera. Muchos lo consideran un reaccionario, pero otros afirman que es un auténtico antisistema. Es más, mientras algunos lo consideran un escritor genial, otros afirman, de forma obviamente injusta, que no ofrece nada de nuevo (al fin y al cabo, hay una gran tolerancia hacia libros que no ofrecen nada de nuevo; y, en realidad, muy pocos libros ofrecen alguna cosa nueva).

Al límite de la provocación

Es obvio que Labrouste no es un personaje políticamente correcto y que comparte algunas de los rasgos reaccionarios de los personajes de otras obras de Houellebecq: su misoginia, su vacío existencial, el cuestionamiento del sistema económico, la insatisfacción sexual, la fascinación por las armas... Pero Labrouste es un individuo derrotado antes que nada, que no busca ya un triunfo, sino que se daría por satisfecho con encontrar una vía de huida. Y es justamente este perfil desesperanzado, derrotado, el que lo libra de la mayor agresividad. El personaje de Houellebecq se acerca a los límites de lo más incorrecto, pero al fin, se repliega dentro de su caparazón y abandona la lucha y toda presunción de victoria. Es un individuo básicamente autodestructivo. Al fin, no encuentra ni con quién hablar. Serotonina no es sólo la historia de la caída del mundo sexual del protagonista y del autor, sino la crónica del declive imparable de una forma de ser hombre, y también del apocalipsis de un país y de toda una sociedad.