Existe la tentación de considerar cualquier serie nórdica como un Nordic Noir solo por el hecho de que haya un misterio, algunos secretos enterrados, paisajes gélidos y un grupo de personajes que no son lo que parecen. Pero, como todo género de largo recorrido, este tipo de thriller también tiene matices y variantes, y por eso surgen productos muy inteligentes que saben darle la vuelta a sus propias convenciones. La danesa Los secretos que ocultamos, estrenada en Netflix, es uno de ellos.
Existe la tentación de considerar cualquier serie nórdica como un Nordic Noir solo por el hecho de que haya un misterio, algunos secretos enterrados, paisajes gélidos y un grupo de personajes que no son lo que parecen. Pero, como todo género de largo recorrido, este tipo de thriller también tiene matices y variantes
Lejos de caer en el molde tradicional del Nordic Noir, esta serie de seis episodios sabe cómo abordar un enigma y sus derivadas, pero lo que realmente le interesa —y ahí reside su verdadero valor— es lanzar una crítica sangrante al racismo, la soberbia y la impunidad de las clases altas, que ven como inferiores a todas aquellas personas con un color de piel diferente al suyo y dan por hecho que su única función es servirles. Servirles para cuidar de la casa o para educar a sus hijos, pero también como víctimas de sus deseos más inconfesables y perversos. La historia es la de un thriller, pero pronto te das cuenta, por el tono y por el retrato de los personajes, de que va mucho más allá.
¿De dónde vienen los monstruos?
Todo comienza con la desaparición de una joven au pair de una familia adinerada, y su vecina, que tiene a su servicio a una amiga de la desaparecida, empieza a sospechar que no se trata de una marcha voluntaria. Primero lo percibe en los detalles, en lo que no se dice y en lo que se intuye, y después porque la investigación policial apunta en direcciones inesperadas. Son varias las virtudes que hacen de Los secretos que ocultamos una de las grandes sorpresas recientes del catálogo de Netflix. Entre las principales, su punzante retrato de los privilegios y de la indolencia de las clases acomodadas, capaces de tener prejuicios sobre cualquiera que perciben como diferente, pero completamente impotentes a la hora de detectar lo que está podrido en su propia casa.
Son varias las virtudes que hacen de Los secretos que ocultamos una de las grandes sorpresas recientes del catálogo de Netflix. Entre las principales, su punzante retrato de los privilegios y de la indolencia de las clases acomodadas
Son magníficos, en este sentido, los subrayados visuales que refuerzan este discurso, como la escena en la que la víctima, antes de desaparecer, pide ayuda a la protagonista: la diferencia de alturas entre ambas mujeres no podría ser más elocuente del abismo social (y moral) que las separa. Brilla también por cómo trabaja los pequeños detalles, tanto los que sirven para explicar los conflictos domésticos de los personajes como los que permiten profundizar en los mecanismos del thriller. El enigma está bien planteado, pero sobre todo está bien resuelto porque juega muy bien con las ambivalencias de la trama. Aquí tiene un papel fundamental la actriz Marie Bach Hansen, que sabe proyectar en una sola mirada (atención al plano que cierra la serie) toda la complejidad del personaje y de su entorno. Finalmente, Los secretos que ocultamos destaca por tener el don de la concisión. Que cada episodio dure menos de 40 minutos favorece que el ritmo no decaiga en ningún momento, y además sus responsables despojan la historia de trampas innecesarias. Al final, lo que importa de verdad es mostrar de dónde vienen los monstruos y por qué, demasiadas veces, somos incapaces de verlos.