A incios de la década de los 70 del pasado siglo XX, Robin Green era la única redactora mujer en la redaccion de Rolling Stone. También era una de sus firmas más reputadas, autora de un perfil sobre Dennis Hopper que figura entre los mejores artículos jamás publicados por la icónica publicación (entonces contracultural) norteamericana. 

Todo cambió el día que Jann Wenner, legendario fundador y editor de la revista, le encargó un reportaje sobre los Kennedy. En su proceso de investigación, Green se acabó acostando con uno de los jóvenes miembros de la ilustre (y maldita) nisaga de políticos yankis (Bobby Kennedy Jr.). Después de aquel flirt, Green pensó que no sería ético publicar la pieza: si se había tirado a un Kennedy era porque le apatecía, no para obterner información privilegiada. Jamás entregó el artículo, nunca le explicó a su editor el porqué de su negativa a entregar la pieza. Wenner la despidió

Green, una de las voces más estimulantes de la escuela del Nuevo Periodismo, abandonó el oficio para poco a poco adentrarse en el mundo del cine y la televisión. Primero firmó guinones para películas porno; luego dio vida a dos de las series más importantes en la história catódica: Doctor en Alaska y Los Soprano. Una vida fascinante que ahora ha transcrito en la autobiografía La única chica (Liburuak, 2023). "El origen del libro fue tal como empezó todo, en San Francisco, donde habían estado las oficinas de Rolling Stone, en la 45ª reunión de personas que habían trabajado allí en aquellos buenos y malos días en los que la redacción estaba en la Bahía. En la fiesta me encontré con Sarah Lazin, que había trabajado en la oficina cuando yo era redactora, a principios de los años 70 y que ahora vivía en la ciudad de Nueva York, cerca de donde yo vivía. Ahora es agente literaria. Estábamos almorzando y fue ella quien sugirió que escribiera el libro. Con su ayuda, escribí una primera presentación del proyecto y ella encontró un editor". Fue así como surgió La única chica". Robin Green está hoy en Barcelona presentando su libro en un acto organizado dentro de la exposición Suburbia del CCCB .

¡Qué vida tan fascinante! Además, me ha encantado ese tono tan abierto y el sentido del humor con el que la relatas. 
Escribo como si conociera personalmente a todos mis lectores. En televisión, por supuesto, las voces pertenecen a los personajes y yo, en cierto sentido, tengo que convertirme en ellos, hablar como ellos. En el periodismo, el entonces denominado Nuevo Periodismo, me permitía tener voz, por lo que, de alguna manera, estaba presente en la página, pero aún así tenía que mantener mi atención en el tema en cuestión. Adopté lo que mi mentor universitario, el novelista John Hawkes, llamó un divertido anonimato, escribiendo en tercera persona. Pero incluso entonces seguí siendo una presencia, un punto de vista.

¿En qué se diferencia la publicación de sus memorias de otros proyectos que has escrito?
Creo que cada forma exige su propio enfoque. Por supuesto, con la televisión y el periodismo ves los resultados de tu trabajo bastante rápido. El libro pareció tardar una eternidad desde la propuesta hasta la publicación. Otra diferencia era que escribir artículos para revistas era un viaje de la mente, y mucho más del corazón. Fue emocionante escribir televisión, hacer reír y llorar a la gente. La página en blanco siempre es un poco aterradora, pero el periodismo, para mí, es más laborioso. Escribir las memorias fue diferente. Era como si el libro, mis historias, estuvieran esperando a ser escritas. Y, por supuesto, yo era la jefa. En la televisión tienes que lidiar con ejecutivos de cadenas y otros jefes, incluso si eres el jefe. ¡Una de las razones por las que Los Soprano fue tan genial fue que HBO nos dejó en paz!

¿Hubo algún recuerdo que te sorprendiera, por el motivo que fuera, una vez escribiste sobre él? 
No puedo decir que ningún recuerdo me haya sorprendido. Pero recordar esos tiempos, vivir en ellos, ciertamente profundizó mi percepción y comprensión de los acontecimientos. Al investigar para el libro, visitando a la viuda de mi antiguo novio, por ejemplo, aprendí cosas sobre él, su vida después de mí, que no sabía. También fue sorprendente conocer la actitud hacia mí de las mujeres que trabajaban en la oficina en aquel entonces. Fue más positivo de lo que había pensado. Eso fue una sorpresa.
 

Intenté escribir un libro honesto, contar lo que pasó, efectivamente, sin tapujos. Y, sobre todo, explicar cómo era ser mujer en el mundo por aquel entonces

No te cortas: hablas sin tapujos de todo lo que hiciste y de todo el mundo que conociste.
Intenté escribir un libro honesto, contar lo que pasó, efectivamente, sin tapujos. Y, sobre todo, explicar cómo era ser mujer en el mundo por aquel entonces. Aclaré algunos contenidos con los involucrados: les pregunté si estaba bien usar una historia que me habían contado, una foto que me habían regalado. Ninguno de los hombres con los que estuve involucrado, aunque sea brevemente, se ha quejado, incluido Bobby Kennedy Jr. El único que se quejó fue mi marido.

¿Por qué?
No discutimos lo que estaba escribiendo, él no lo leyó hasta que se publicó. Odiaba las cosas que explicaba  sobre mí y otros hombres. Tuvimos que ir a terapia de pareja. Quizás debería haber tenido en cuenta sus sentimientos, pero no se me había ocurrido. Me han llamado indiscreta y supongo que lo soy. Pero, francamente, lo único que me avergonzó en una relectura reciente fueron las cosas que escribí sobre el sexo con mi marido.

¿Y Jann Wenner? ¿Sabes si ha leído el libro? ¿Alguna vez has hablado de lo que pasó con los Kennedy?
Jann tiene el libro, lo desgranó y todos sus comentarios fueron positivos, pero no podría decir si leyó las partes que no eran sobre él y Rolling Stone. Y no, nunca hemos hablado del tema de los Kennedy. Historia de Kennedy o no, estaba preparada para dejar la revista Y seguir adelante con mi carrera; aunque a veces experimenté un arrepentimiento nostálgico y extrañé no estar, como dijo Ken Kesey, en el autobús que era Rolling Stone, uno que seguía felizmente sin mí a bordo.

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Robin Green, la única chica

Jann Wenner ha sido acusado de racista y sexista. 
Estoy al corriente de estas acusaciones Pero, según mi experiencia, Jann no era ni racista ni sexista, en absoluto. Estaba encantado de que yo, una mujer, escribiera para la revista y nunca escuché nada vagamente racista en la oficina, ni de él ni de nadie en los cuatro años que estuve en Rolling Stone. Le envié un correo electrónico a Jann inmediatamente para apoyarlo, cuando esa mierda se volvió viral y recibí una respuesta inmediata y agradecida que no ocultaba el dolor que sentía. Me lo puedo imaginar: le habían hecho una pregunta incómoda: "¿por qué no hay negros ni mujeres en el libro Masters (The Masters: Conversations with Dylan, Lennon, Jagger, Townshend, Garcia, Bono, and Springsteen; antología de entrevisas realizadas por Wenner en Rolling Stone)?". Y puedo verlo tratando de salir de ella con algún tipo de justificación intelectual. Cualquiera que lo conozca sabe que ese no es su punto fuerte. Debería haber admitido que eligió los temas que más le interesaban, y esos resultaron ser cuatro hombres blancos. 

Creo que el misterio que intentaba resolver al escribir el libro era por qué mi psique quedó atrapada en Rolling Stone

Hay algo que me sorprendre del libro: has tenido más éxito en la televisión que en el periodismo impreso, pero Rolling Stone es central a la hora de contar tu vida.
¡Qué pregunta tan genial y estimulante! Es cierto que encontré más éxito en la televisión y un hogar más permanente. Pero Rolling Stone fue más central al contar mi vida, tienes razón. Creo que el misterio que intentaba resolver al escribir el libro era por qué mi psique quedó atrapada allí. Aunque no aparezco en la fotografía icónica de la conferencia editorial de 1971 en Big Sur, estuve allí - en el coche con Hunter (S. Thompson), Annie (Leivobitz) y David (Felton) subiendo a toda velocidad por la Ruta 1, y en los baños en jacuzzis a medianoche. Al final del libro, sentí que había logrado defender mi derecho. Después de que se publicara el libro, dijeron de mí que había sido una modelo a seguir y una pionera y, diablos, tal vez lo sea. Al escribir el libro, tuve la oportunidad de reflexionar e informar sobre aquellos días de finales de los 60 y principios de los 70. ¡Y qué gran momento fue!

¿Cuál crees que es el mejor artículo que escribiste para Rolling Stone?
Mi artículo favorito es uno de los primeros que publiqué: la historia de mi viaje a Nuevo México para entrevistar a Dennis Hopper. A los editores de la revista y a los de Esquire les gustó, a mi mentor universitario le gustó, a la jodida Joan Didion le gustó y me llevó a una lista icónica de las 10 entrevistas que sacudieron a Hollywood junto con Truman Capote, Rex Reed y otros. 

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Robin Green estará hoy en Barcelona presentando sus memorias. / Foto: EFE

Dices algo como: "Los escritores ponen sus entrañas sobre la mesa para que todos los juzguen". ¿Te arrepientes de algo que escribiste?
No me arrepiento de nada de lo que escribí para Rolling Stone, en realidad no. Escuché que mi artículo sobre David Cassidy lo afectó profundamente, que se tomó un largo tiempo de descanso en Hawaii, pero regresó con fuerza protagonizando grandes giras y espectáculos de Broadway. Creo que tenía demonios personales más importantes con los que lidiar que un artículo en una revista.

¿En aquel entonces eras consciente de que eras la única chica? 
En ese momento no tenía mucha conciencia de ser la única chica, ni en Rolling Stone ni antes en la universidad, aunque allí también era la única mujer en el personal del periódico de la Universidad de Brown. En mi vida de joven adulta, estaba demasiado ocupada tratando de ganarme la vida, de ser autosuficiente, antes que en defender seriamente a mis hermanas. Aunque, por supuesto, el feminismo es donde residen mis simpatías.

¿Cuál crees que es el mayor cambio, especialmente para las mujeres jóvenes, en la industria editorial desde que trabajaste para Rolling Stone hasta ahora?
A mediados de los años 70 todo empezó a cambiar en Rolling Stone. Las brillantes oficinistas ascendieron a direcciones editoriales y otros puestos de responsabilidad, aceptadas por sus homólogos masculinos (excepto quizás Joe Eszterhas: creo que escuché algo sobre su negativa a ser editado por una mujer). Supongo que se ha producido un cambio en toda la industria editorial.

Soy un gran, gran, gran fan de Doctor en Alaska... En aquel entonces, ¿eras consciente de que estabas haciendo una serie de televisión de culto?
Me encanta que te guste Doctor en Alaska. A mí también me encantó. Para nada pensábamos que acabaría siendo la serie de culto que es. Por suerte vuelve a estar disponible en diversas plataformas. La he vuelto a ver y no puedo más que decir que la amo. Se me atribuye haber escrito 24 capítulos, aunque Mitch (se refiere a Mitchell Burgess, su marido y también guionista de Doctor en Alaska) y yo creamos historias para muchos más episodios.

No solo eso, sino que también creasteis... ¡Los Soprano!
En Los Soprano escribimos y filmamos la primera temporada de 13 episodios sin saber si se emitiría. No teníamos idea de cómo sería recibida. Pero en el estreno en la ciudad de Nueva York, en enero de 1999, viendo a nuestros amigos y familiares salir del cine, supimos que sería un éxito. Todos estábamos extasiados y así permanecimos durante mucho tiempo. ¡Aquel fue un viaje magnífico!

¿De dónde surgen las ideas para una buena historia?
Podría escribir un libro sobre ello. La respuesta corta es que provienen de la propia experiencia, de historias de otras personas, de obras de teatro, titulares, libros y películas. ¡Adelante, roba una estructura argumental! Tu versión será diferente a la original, lo prometo. Sin embargo, para ser específico, acabo de ver Burning Down the House, un episodio que escribí para Doctor en Alaska. En la sala de historias, uno de los escritores del programa sugirió que la madre de Maggie fuera a Cicely para decirle a su hija que ella y su padre se estaban divorciando. Hay mucho contenido emocional que extraer, pero algo tiene que suceder. Al mismo tiempo, nos dijeron que iban a quemar una casa para un ejercicio de entrenamiento de bomberos en el pueblo donde filmamos y nos dimos cuenta de que podíamos usarla. ¡Qué gran valor de producción sin costo para nosotros! Recordé un incendio en la casa de un amigo en Berkeley años antes: un huésped había dejado una toalla sobre un calentador de piso y quemó toda la casa. Perfecto para la madre de Maggie, dando lugar a la frase de Maggie: "Arruinaste mi vida" (es decir, la ilusión de una infancia feliz con el divorcio) "y luego arruinaste mi VIDA" (su casa y todas las posesiones terrenales). Además, un par de zapatos que sobrevivieron al incendio también habían ocurrido en el incendio de la vida real. En cuanto a Los Soprano, mi abuelo era un gángster de poca monta, un contrabandista durante la Ley Seca, y los domingos usaba a mi madre como cebo en el coche: un hombre que llevaba inocentemente a su hija a dar un paseo dominical y así disfrazaba el hecho de que estaba entregando barriles ilegales de alcohol. Nosotros también usamos eso. Así que sí, me inspiré en mi abuelo para escribir Los Soprano

¿Echas de menos algo de los años setenta?
Hay mucho que añorar de los años 70: la música principalmente, la sensación de ser parte de un movimiento juvenil, la juventud misma. Fue muy divertido, hasta que dejó de serlo.

¿Has descubierto algo sobre tu propia vida de lo que no eras consciente antes de escribir el libro?
Sí, descubrí mucho, sobre todo a partir de un factor clave de mi vida que convenientemente había omitido. Uno que es el tema del libro que estoy escribiendo ahora.