La vida tiene muchas consignas, con puntos que algunas veces son coincidentes. Por tanto, no es casualidad que Robert Plant se acuerde, desde el respeto y el cariño, de Mimi Parker. Precisamente, la última vez que vi a Low (la banda madre de Parker) fue a unos pocos pasos de dónde ayer estuvo cantando en Barcelona el mito de Plant. Ocurrió en un Primavera Sound previo a la pandemia. A la salida del recinto me topé con la pareja, les di las gracias por el concierto que habían ofrecido; emoción perpetúa a flor de piel. Por eso, cuando miré el repertorio (juré que no lo haría, pero al final lo hice) y vi que Robert Plant y su nueva pandilla iban a hacer Everything´s Song de Low casi me da un patatús.

Robert Plant a pocos metros de ti

Lo sé, la mayoría lo que espera son canciones de Led Zeppelin, algo que, por otra parte, es muy lógico, pero ese detalle tras el fallecimiento de Mimi Parker fue de los que dejan huella. Y si dos días antes en San Sebastián solo hicieron esta, en el Auditori del Parc del Fòrum de Barcelona también cayó Monkey. En cualquier caso, no fue esta la única sorpresa. Si bien, y dada la magnitud del artista, a sabiendas de que lo que vas a ver, no es para nada un repaso estructurado en base a ese legado tan estratosférico, lo qué importa es que Robert Plant está ahí, a pocos metros de ti. Un cantante que no necesita forzar su garganta y que, con ese carisma y esa planta, te magnetiza. Que sí, a ratos hace unos pasos de baile, mueve su frondosa melena, luego te suelta una sonrisa. A su manera, te está seduciendo todo el tiempo. Es inerte a su personalidad. Es esa naturalidad tan poco común en artistas de antes, algunos de ellos todavía fluctúan, y esa conexión entre lo que sucede sobre el escenario y la atención, la expectación, que hay ahí fuera.

Podemos hablar de blues, de folk y, obviamente, de rock n'roll, pero ante todo está el músculo de Robert Plant

Seguramente, cada uno de los asistentes había imaginado un concierto en su cabeza, todos distintos y todos muy particulares. No sabíamos nada sobre la nueva formación, y la verdad es que no nos hacía falta. La confianza en él era ciega. Después, tal y como sospechábamos, resultó que llevaba unos músicos del copón y que Suzi Dian, no venía como cromo repetido de Alison Krauss. Con ese aroma tradicional y rupestre, con una fuerza descomunal y la virtud de llevar cada canción a un terreno atractivo e inclasificable, con cambios de ritmo y dinámicas alternativas. Podemos hablar de blues, de folk y, obviamente, de rock n'roll, pero ante todo está el músculo de Robert Plant. Cuando asomaron canciones de Led Zeppelin, que fueron recibidas como un regalo caído del cielo, la temperatura subía unos grados, los móviles se ponían en modo grabación y a más de uno le saltaba una lágrima. Pasó con Friends, con Four Sticks y, sobre todo, con The Rain Song. Solo ese momento, justificaba cada euro del precio de la entrada. Es uno de esos instantes en que la vida te pasa por delante a la velocidad de un rayo, un collage de imágenes y vivencias, con esa voz y la figura descomunal de Robert Plant en primer plano.

Cuando asomaron canciones de Led Zeppelin, que fueron recibidas como un regalo caído del cielo, la temperatura subía unos grados, los móviles se ponían en modo grabación y a más de uno le saltaba una lágrima

En el repaso histórico que hicieron (como si aquello fuese un viejo jukebox), hubo espacio para Leon Russell, Richard & Linda Thompson, Moby Grape (con la hermosísima It's A Beautiful Day Today), y la euforia y gratitud mayúscula gracias al Angel Dance de Los Lobos. Y cuando pensábamos que se iban a ir tal y como habían llegado, los cinco músicos hacen un corrillo, Plant pide silencio y comienzan a cantar la tradicional And We Bid You Goodnight, hasta sustituirlo repetidamente por un "bona nit". Como aquel que improvisa sobre la marcha y se da cuenta de que el experimento le ha salido bien. Plant se fue prometiendo que volvería. Mientras eso sucede, los allí presentes se llevaron un concierto que no olvidarán. Quizás este fuese el concierto que le debía a Barcelona. Y no, no me encontré a Plant al salir, pero de haber pasado, también le hubiese dado las gracias. Qué menos que eso. Es un Dios.