La lucha entre las monarquías hispánica y francesa para dirimir el liderazgo mundial se había originado durante el siglo XVI. Pero desde que los ambiciosos Borbones pusieron sus nalgas en el trono de París (1589), imprimieron un ritmo frenético a la carrera. Tan solo unas décadas más tarde (1659-1660), Luis XIV de Francia relevaba a Felipe IV de las Españas como monarca más poderoso del mundo. Francia se permitiría intervenir cada vez más y con más decisión en los grandes asuntos de estado hispánicos. La proclamación del rey hispánico en los salones de Versalles sería la culminación de ese propósito (1700); España se convertiría en una pseudocolonia económica y en un títere político de Francia.