En noviembre de 1933, una coalición de partidos involucionistas, de derechas e —incluso— antirrepublicanos, ganó las elecciones, revirtió las leyes progresistas dictadas hasta entonces y hostilizó el gobierno de Catalunya (en aquel momento el único territorio autónomo de la República) hasta provocar su encarcelamiento. Pero en septiembre de 1935 estalló un formidable escándalo de corrupción que provocó la caída de ese gobierno y elecciones anticipadas. Las izquierdas catalana y española entendieron que el régimen republicano no tenía ningún futuro si no se recuperaban las leyes progresistas y no se restauraba la normalidad democrática en Catalunya. Por ello, pactaron que, si ganaban, decretarían la amnistía de todos los presos políticos.