Cuando era pequeño, en mi colegio corría el rumor que en el edificio de al lado, allí, al final de Fabra i Puig, delante del Turó de la Peira, en la frontera entre Horta y Nou Barris, vivía uno del Último de la Fila. El que cantaba no, el otro, el de los rizos. 

Como yo nunca lo vi y la leyenda me ha acompañado todos estos años, lo primero que hago cuando me encuentro con Quimi Portet en uno de esos hoteles modernillos para guiris que abundan en el Eixample barcelonés es preguntarle si es verdad, si vivía al lado del Sant Francesc Xavier.

El músico de Vic, que, por lo que me revela, resulta que no es de Vic, sino que nació en el barrio del Guinardó, me confiesa que sí, que en aquellos años, entre mediados y finales de la década de los años ochenta, a menudo rondaba por el piso de la madre de su pareja. “Ya ves, una estrella del rock viviendo de alquiler en casa de la suegra”. 

Portet podría haber seguido pernoctando con su familia política en el bloque adyacente a mi escuela y generando fábulas entre mis compañeros. Pero, como me dirá durante la charla, si un músico no hace lo que quiere tiene un problema grave.

Lo más fácil habría sido seguir siendo el último de la fila, pero llegó un momento que a él lo que le apetecía era jugar al siempre arriesgado pero excitante deporte del hockey sobre piedras. Y con su voz de pato, aquella entonación dylaniana perfectamente imperfecta, cantar a los fascinantes personajes de La Rambla, dibujar estampas de Sants, abrir academias de sueños, visitar África a las 11 de la tarde, matar los martes y los viernes (porque sí, porque molestan), subirse al tejado con Montserrat o, sencillamente, hacer al tonto. Y nosotros afortunados, porque la Tierra es plana pero sus discos, redondos. Y el último, este Ós bipolar, mucho más que todos los demás. 

Acabamos de charlar. Hace el último trago, que en realidad es el primero, a la ratafía que se ha pedido y se prepara para el siguiente ejercicio propagandístico. No mira la tele, pero debe considerar que es cultura porque ahora le toca encontrarse con la gente del APM. Me quedaría viendo cómo graban la sección sin embargo, desgraciadamente, hoy... no me traído las gafas del cerca.