Barcelona, 5 de agosto de 1391. Hace 634 años. Hora oscura. Una turbamulta formada por gente de todas las edades y condiciones —desde caballeros hasta trotamundos desclasados— reventaba la puerta de levante de la muralla de la judería, situada sobre el cuadrante noroeste de la actual plaza Sant Jaume, y, una vez en el interior del histórico barrio judío barcelonés, se entregaba al saqueo de los obradores y casas del barrio y al asesinato de las personas —incluso a la masacre de familias enteras— que defendían sus hogares y sus negocios. El asalto a la judería de Barcelona se saldaría con la muerte de entre 250 y 300 vecinos, y con la destrucción —para siempre— de la judería más rica y más poblada de los países de la Corona catalanoaragonesa. Pero, ¿por qué verdaderas causas se produjo esa explosión de violencia?

¿Qué era la judería de Barcelona?
La comunidad judía de Barcelona remontaba su existencia, como mínimo, a la época carolingia (siglo VIII). En el año 801, las comunidades judías de la Girona carolingia y de la Barcelona andalusí habían sido decisivas en las negociaciones para abrir las puertas de la ciudad a los ejércitos de Carlomagno. Pero la judería —el barrio donde se concentraba la comunidad judía local— se formaría posteriormente (siglos XI y XII), y en 1391 Barcelona ya tenía dos juderías: la judería mayor (la vieja) y la judería menor (la nueva, edificada para dar cabida al crecimiento demográfico de la comunidad judía local). En conjunto, reunían a unos 5.000 habitantes (4.000 la mayor o vieja y 1.000 la menor o nueva), que representaban el 15% de la población de la ciudad (40.000 habitantes).
El falso mito del judío rico, avaro y usurero
La judería de Barcelona —como cualquier otra judería del Mediterráneo o del continente europeo— era una reproducción a escala del conjunto de la sociedad de la que formaba parte. En el interior de la judería había economías familiares muy ricas, otras ricas, otras ni ricas ni pobres, otras pobres y las había que eran pobres de solemnidad. La única diferencia con respecto al mundo exterior (el mundo cristiano) era que las juderías habían desarrollado unos mecanismos de solidaridad que asistían a los más vulnerables de la comunidad. Estos mecanismos están siempre presentes en la tradición judía que se divulga desde la sinagoga, pero se habrían intensificado, especialmente, durante la larga y terrible crisis que seguiría a la peste negra (después de 1351).

El barco de Mallorca
Según las fuentes documentales, el pogromo de Barcelona se inicia el mismo día 5 de agosto de 1391. A mediodía de aquella fatídica jornada, fondeó en el puerto de Barcelona un barco procedente de Mallorca y sus marineros extendieron la noticia de que tres días antes (el 2 de agosto) la turbamulta había saqueado y destruido la judería de Palma. Las mismas fuentes revelan que durante la tarde se produjeron reuniones y movimientos de grupos espontáneos que instigaban al pogromo. Estos grupos estarían liderados por elementos del bajo clericato que difundían un mensaje que ya tenía cierto recorrido: "La peste negra fue un castigo divino. Dios nos castigó con la peste negra porque permitimos que los asesinos de su hijo vivan entre nosotros".
La primera verdadera causa
Pero este discurso solo era un pretexto. Porque, si bien es cierto que los primeros pogromos se producirían casi medio siglo antes, coincidiendo con la llegada de la peste negra —asalto de las juderías de Barcelona, Cervera y Tàrrega (junio-julio, 1348)—, también lo es que el más mortífero de aquellos episodios precedentes —asalto a la judería de Sagunt (noviembre, 1348)— fue exclusivamente perpetrado por elementos de las clases nobiliarias de València capital. Y en este punto es cuando aparece la primera verdadera causa: el asalto a la judería de Sagunt se produjo en el contexto de la Guerra de la Unión (1347-1348), un conflicto civil que enfrentaba al estamento de la corona —el rey— contra la nobleza valenciana —los militares y terratenientes agrarios del reino—.

¿Por qué la nobleza valenciana atacó a los judíos valencianos?
Cuando se produjo el precedente de Sagunt (noviembre, 1348), reinaba Pedro III, un monarca autoritario y pionero de las políticas preabsolutistas de la cancillería barcelonesa bajo-medieval. Estas políticas, que tenían el evidente propósito de romper el clásico equilibrio de poderes del régimen feudal (corona-nobleza-jerarquías eclesiásticas) en beneficio, naturalmente, del estamento real, chocaron con los poderosos estamentos nobiliario y eclesiástico valencianos, que se rebelarían (Guerra de la Unión) no solo para conservar su cuota de poder, sino, incluso, para incrementarla. Y las comunidades judías valencianas, tradicionales aliadas de la corona, se convertirían en el objetivo de los enemigos del rey y de sus políticas.
El precedente de Sagunt
El precedente de Sagunt (noviembre, 1348) —más que los de Barcelona, Cervera o Tàrrega (junio-julio, 1348)— es muy importante para entender la génesis del fenómeno antijudío de 1391. Sagunt revela que la tradicional teoría de que los grandes pogromos de 1391 se iniciaron en la Corona castellanoleonesa y se extendieron hacia la Corona catalanoaragonesa como el contagio de una peste, tiene muchos puntos oscuros. Porque si bien es cierto que los grandes pogromos de 1391 surgen en Sevilla (junio, 1391) —tras una década de prédica incendiaria y apocalíptica que nadie se molestó en parar— y que en cuestión de semanas ya afectaban València, Palma y Barcelona, también lo es que el paisaje social y económico castellanoleonés y catalanoaragonés eran muy distintos.

El pogromo castellano y el clima de guerra santa
La prédica del religioso castellano Fernando Martínez tenía un componente claramente ideológico. La Sevilla del fanático arcediano de Écija es, en aquel momento, la frontera castellanoleonesa con el reino nazarí de Granada, y los pueblos de su campiña —como la propia Écija— son a menudo objeto de mortíferos combates y víctimas de una gran inseguridad que impide el despegue económico del territorio. Fernando Martínez es un siniestro agitador que predispone la masa para una "guerra santa" contra el islam, y señala a los judíos castellanoleoneses como unos peligrosos aliados de los judíos granadinos y norteafricanos por la tradicional buena relación de estos últimos con los poderes musulmanes de sus territorios.
El pogromo catalán y el clima de preguerra civil
El año del pogromo (1391), Pedro III ya está muerto (1387) y reina su hijo y sucesor Juan I, pero persiste el clima de conflicto, ahora soterrado, entre el estamento real —por una parte— y los estamentos nobiliario y eclesiástico —por otra—. Con los judíos, que conservan su papel de aliados del rey —y, por lo tanto, de objetivo de los enemigos del estamento real— y con un gran escándalo de gasto superfluo y de corrupción desbocada en la cancillería, que afecta a la credibilidad de Juan I e intensifica el clima de conflicto. Los pogromos de València, Palma y Barcelona (julio-agosto, 1348) estallan de forma seguida a los de Sevilla, Córdoba y Toledo (junio, 1348), pero no lo hacen por las mismas causas, sino que, simplemente, se propagan porque el contexto propio les es muy favorable.

¿Por qué el pueblo de Barcelona asaltó la judería de la ciudad?
Resulta plausible, incluso es muy probable, pensar que aquella parte que asaltó y destruyó la judería no se tragara a pies juntillas el discurso del bajo clericato que lideraba aquella orgía de violencia. Pero, en cambio, lo compró porque en aquel escenario de crisis y de miseria, el falso mito del judío rico y acaparador se había dimensionado extraordinariamente. La parte del pueblo que participó en aquella orgía de sangre y de muerte lo hizo por un interés puramente material. No solo rapiñaron dinero, joyas, alimentos y ropa de las casas, y herramientas de trabajo y materia prima de los obradores. También destruyeron todos los documentos bancarios, y, a falta de un registro general, todas aquellas deudas quedaron extinguidas. Esta fue la segunda causa.
