Una de las cosas que he descubierto después de años de dedicarme a la enseñanza es la capacidad de los alumnos de hacer relativo aquello que, de entrada, parece más incuestionable. Sus baremos valorativos de la gravedad y las injusticias son muy, pero que muy, subjetivos. Quiero decir: son capaces de encadenarse a la puerta de la escuela si consideran que el subapartado b del apartado 1 de la pregunta 5 del examen de la otra clase era más fácil. Pero después encuentran tan gracioso e inofensivo reírse del alumno más tímido, nuevo y desamparado escribiéndole declaraciones de amor anónimas. No entienden que les suspendas un examen porque tenían el móvil entre las piernas, juran y perjuran que "lo tenía apagado pero se ha encendido solo".

Una de las cosas que he descubierto después de años de dedicarme a la enseñanza es la capacidad de los alumnos de hacer relativo aquello que, de entrada, parece más incuestionable

A veces hacen reír y a veces desesperan. Empiezan a entender la alteridad y eso les despierta una conciencia reivindicativa. Pero a la vez (o quizás justamente por eso) ponen chicles en las sillas de los profesores y hackean las pizarras digitales para hacerte parar loco. Son egoístas y emocionales, son como artistas románticos, poetas malditos. Ríen por todo, lloran a todas horas. Yo los entiendo. No es que empiecen a ver que la vida va de verdad (que eso "uno lo empieza a comprender más tarde"), empiezan a vivir su vida.

Hacen lo que se ha hecho siempre, que también es reírse los unos de los otros de una manera demoníaca. Después quedan aterrados cuando leemos el poema que el Rector de Vallfogona dedicó "A una monja marcada de viruela". Explica que tenía unas marcas tan terribles en la cara que parecía que la hubieran desenterrado (ni los muertos podían aguantar aquel rostro) cuando los gusanos ya se lo habían empezado a comer.

Son egoístas y emocionales, son como artistas románticos, poetas malditos

O el serventesio del trovador Guillem de Berguedà, que con nombres y apellidos describe a su enemigo obeso, homosexual (dice que nadie se atreve a echar la siesta con él si no lleva calzones de un cuero ultra-resistente), de dientes enormes y con el brazo encogido por una parálisis. La gracia y la malignidad de la ridiculización son que subvierte absolutamente todas las cualidades de la caballería. Siempre, cada año, sin falta, me preguntan si los protagonistas de los poemas lo llegaron a saber. Fijaos, si visto desde fuera, no tienen claro el dolor que puede generar.

El humor forma parte de la vida y se aprende deprisa. Pide inteligencia porque juega con el doble sentido, las asociaciones, los implícitos. Imaginaos cuántas veces tengo que hablar, con mis alumnos. He oído bromas pederastas en clases de quince años. No entendían nada: ni la broma, ni mi reacción. Pero intuían que aquello hacía gracia. Y es horroroso. Porque para ellos el humor hace reír y las cosas graves no hacen, gracia. Por eso tiene este peligro y esta trampa.

El humor hace reír y las cosas graves no hacen gracia. Por eso tiene este peligro y esta trampa

No son adultos, todavía están aprendiendo la configuración del mundo y dicen lo que han oído decir y ríen lo que han visto reír. Educarlos también es que vean los mecanismos. Hacerlos críticos también es que se lo cuestionen, que lo analicen, controvertirlos. "Yo no quería ofender a nadie, profe, que era una broma". No, claro está, va más allá de la intención que tuvieras. Si no, preguntémosle al Rector de Vallfogona.

Para mí, al final, el humor va de contextos y va de decencia. Y aclarar los contextos y la decencia me llevaría páginas y tampoco sé si lo conseguiría. Pero la inteligencia es saber dónde puedes hacer segun qué bromas y seguramente eso hace que no crucen la línea de la decencia. Os reconozco que soy la primera que ha reído las bromas más pasadas de rosca. Pero también creo que sé perfectamente dónde no puedo hacerlas.