Hay escenas cotidianas que explican más sobre el estado del catalán que cualquier encuesta sociolingüística. Una de estas ocurre en las aulas, cada día, en todo el país. Profesores que dan clases en castellano, no porque sean de la especialidad de Lengua Castellana y Literatura. ¿Por qué dan clase en castellano? Hablemos de ello. Son maestros de Infantil, son profes de insti de Bio, de Filosofía, y también de Universidad, de Medicina, de Economía... Hablan y entienden el catalán perfectamente, pero cuando empieza la clase, cambian de lengua. Y no es un lapsus: es una decisión personal aparentemente pequeña y automática, pero en realidad, nada inocente.

El catalán necesita docentes valientes

Esta es una problemática sabida y tapada sistemáticamente por el Departamento de Educación, Inspecciones y Equipos Directivos de los centros educativos. “No hay ningún decreto que les obligue a hacerlo”. Y, simplemente, con este gesto de comodidad y un “va, no pasa nada, ya lo entienden igual”, los años van pasando y las materias se van dando en castellano. ¡Y tanto que pasa! Cuando el catalán deja de sonar en el aula, deja de ser lengua de conocimiento, de pensamiento y de discurso complejo. Se convierte en lengua de patio, de intercambio informal y académico, de “buenos días” y de “adiós”. Pero no es la lengua de debate, de argumento ni de ciencia. Y esto, en una generación, es letal.

Este es el argumento clásico, el refugio cómodo: “Es que hay alumnos que no lo dominan”. Cierto, pero es justamente por eso que existe la escuela: para enseñar, no para adaptarse siempre a la vía más fácil. Cuando un profe renuncia a dar su materia en catalán para evitar problemas, está transmitiendo —sin querer— que el catalán es secundario, opcional e innecesario. Ningún idioma sobrevive con esta mentalidad. Y aún menos si viene de quien tiene el poder de usarlo con autoridad.

Cuando un profe renuncia a dar su materia en catalán para evitar problemas, está transmitiendo —sin querer— que el catalán es secundario, opcional e innecesario.

No es necesario que cada profesor sea un militante lingüístico, pero sí que sea consciente de su papel. Somos y debemos ser, desde mi punto de vista, referentes lingüísticos. No solo enseñamos materias: modelamos conductas, somos ejemplo de muchísimas actitudes. Pequeños gestos que son poderosos. Cuando un alumno ve que su profesor cambia de lengua según con quién habla, aprende que el catalán no es para todo. Que sirve para la teoría, pero no para la práctica. Y así, poco a poco, el catalán se descuelga de las Matemáticas, de la Física, del Derecho, del Arte… y solo queda en la materia de Lengua Catalana y Literatura.

Detrás de esta elección hay, a menudo, una comodidad personal. Un profe castellanohablante da clase en castellano porque le es más cómodo. Es simplemente eso. Lástima que esta persona trabaje para la Generalitat de Cataluña y para el Departamento de Educación de Cataluña. ¿Dónde está la normalización lingüística? ¿Y la inmersión? ¿De qué normalización e inmersión hablamos, si hace años que todo el mundo sabe que hay profesores que dan clase en castellano y no pasa absolutamente nada? ¿Los tenemos que crucificar? No. ¿Los tenemos que echar? Pues… No lo sé, pero quizás, y como mínimo, los tenemos que avisar y les tenemos que decir que esto que hacen no está bien y que no está permitido. ¿Para qué sirve una inspección que no inspecciona? Dar clase en catalán no es un acto de supremacía; es un acto de coherencia con la comunidad (o país, ¡o que cada uno lo llame como quiera!) donde se enseña, con la legislación vigente y con la misión educativa de integrar, pero también de proteger la propia lengua.

Dar clase en catalán no es un acto de supremacía; es un acto de coherencia con la comunidad

Dar clase en catalán y mantener el catalán con el alumnado, incluso fuera del aula, es hacer pedagogía lingüística. Es decir al alumnado: “Esta lengua sirve para pensar, para discutir, para investigar y, en definitiva, para vivir”. Y eso vale más que mil carteles de campañas institucionales. El catalán necesita docentes valientes, gente que entienda que educar también es sostener una lengua viva. Ojalá solo con esta reflexión todo el mundo entendiera la importancia de dar clase en catalán, pero me parece que el profe que da clase en castellano, si no hay un castigo o bien es una obligación… Costará mucho que nos haga caso y que cambie de opinión.

Quizás el debate no debería ser “¿qué pasa si no doy clase en catalán?”, sino “¿por qué no das clase en catalán, profe?”. Y quizás, y solo quizás, es hora de dejar de buscar excusas y empezar a normalizar lo que ya debería ser normal: que la escuela catalana se exprese en catalán, sin pedir permiso ni perdón cada vez que lo hace. Porque si en las aulas del país el catalán ya es percibido como una molestia, no nos tiene que extrañar que en la calle cada vez lo sea aún más.