En la redacción tenemos siempre una televisión puesta en marcha. Por si hay últimas horas o alguna entrevista interesante. La tele siempre está conectada, oscilando entre canales de noticias y generalistas. Y entre programa informativo y programa informativo se cuelan series, tertulias, programas de cocina... Normalmente es un runrún constante, un zumbido de fondo al que no prestas demasiada atención. Solo cuando el tema es especialmente interesante, conectas la antena. Y a mí oír a una tertuliana preguntar si "hay que remover tanto la mierda", en referencia al documental de Rocío Carrasco me disparó todas las alarmas.

Si tomamos como cierta la premisa que la televisión es cultura, creo que es lícito hablar de Rocío Carrasco aquí. De verdad, porque creo que es importante. Más todavía teniendo en cuenta que después de la emisión de los primeros dos capítulos del documental donde denuncia los abusos físicos y psicológicos que sufrió en manos de su exmarido, el teléfono de atención a las víctimas de violencia machista del Institut Català de les Dones registró un 60% más de llamadas. A nivel español, las llamadas en el teléfono de atención a las víctimas crecieron un 42%.

Pero teniendo en cuenta el menosprecio que existe en torno a los personajes de la prensa del corazón, quizás no estás enterado exactamente de quién te estoy hablando. Rocío Carrasco es la hija de la cantante Rocío Jurado y el boxeador Pedro Carrasco, por lo cual ha estado bajo el escrutinio de los focos desde pequeña. A los 18 se casó con Antonio David Flores, un guardia civil a quien expulsaron del cuerpo después de robar el dinero de una multa. El matrimonio solo duró tres años, pero juntos tuvieron dos hijos, Rocío y David.

En los últimos años, Rocío Carrasco se ha convertido en un personaje controvertido, sobre todo porque no mantiene relación con ninguno de sus dos hijos, después de que un juez condenara a su hija mayor por agredirla. Ahora la emisión de la serie documental donde narra los maltratos vividos durante su matrimonio ha hecho que la opinión pública sobre ella haya dado un vuelco después de años de señalarla por "dejar de lado" a sus hijos y alejarse de su familia.

Un cambio que no ha evitado que se la cuestione muchísimo por narrar su experiencia como lo está haciendo y, sobre todo, por el hecho de cobrar grandes sumas de dinero por hacerlo. Si durante años las revistas y televisiones han ganado pasta mientras la linchaban y la llamaban mala madre, no acabo de entender que ahora este hecho sea tan controvertido. Tampoco me entra en la cabeza que haya gente que se moleste por el hecho que explica su experiencia en una televisión, especialmente teniendo en cuenta que la prensa rosa ha sido su entorno natural desde la infancia. Relatar tus vivencias como víctima de maltratos se tiene que hacer en las condiciones que consideres mejores para ti. Y si lo que molesta es que una televisión saque provecho de esto, la crítica tiene que ir dirigida a la cadena, no a la protagonista.

Pero lo que me inquieta más es que en un espacio televisivo se insinúe que no que hay que dar tanta información de los abusos sufridos. Es alucinante ver como a las mujeres se nos reclama que denunciemos los maltratos, que no los dejemos pasar y, en cambio, cuando lo hacemos se nos castiga por no hacerlo en los términos "correctos".

Todo eso me trae a la mente Teoría King Kong de Virgine Despentes. Uno de los temas de los que habla la autora es de las críticas que recibió al publicar Fóllame, después de que muchos críticos lo consideraran demasiado explícito. "No son los hombres los que tendrían sentirse responsables cuando se ponen de acuerdo para violar a una chica. [...] Somos nosotras las que tenemos que sentirnos responsables. De lo que nos pasa, de negarnos a palmarla, de querer vivir para explicarlo. De abrir la boca", escribe con ironía. Al final, lo que tenemos delante ahora es exactamente eso.

"Entiendo que ha dado coraje a las mujeres, pero te escucho a ti y creo que con dos segundos ya no hay que decir mucho más. ¿Hay que remover tanto la mierda para que tome conciencia la sociedad?". Esta es una de las joyas que dejó el programa. Hace falta, siempre que se quiera y en la situación que cada una considere mejor. Porque el hecho es, y las cifras lo demuestran, que hablar de las agresiones que hemos vivido permite a otra gente reconocer qué les ha pasado.

 

 

Imagen principal, Rocío Carrasco en uno de los fragmentos del documental / Telecinco