En el primer capítulo me quedé con las ganas de hablar de aquellas personas que siempre te venden que tienen una vida muy ocupada e hice un paralelismo con vivir en una conferencia de Ialta permanente. Recordamos, para aquellos que ahora os haga pereza consultar la Wikipedia, que esta fue la reunión de los principales líderes de la Segunda Guerra Mundial para acordar su final e iniciar, lo que se conoce, como Guerra Fría. En ella estuvieron presentes Winston Churchill, Iósif Stalin y Franklin D. Roosevelt. Y, sinceramente, comparar a estos personajes históricos con cuatro frikis anónimos del siglo XXI es atrevido. Pero creedme que los actuales, te lo venden así. Disculpad que os ponga el género masculino en el ejemplo, sería válido también con el femenino. Pero la inspiración me lleva más a pensar en el hombre, quizás por una cuestión de heterosexualidad que me ha facilitado conocer a más chicos en este ámbito, atados al momento de establecer alguna cosa más que una amistad. Ahora bien, insisto: el ejemplo es válido para todo el mundo. Seguimos.

¿Cuáles son las características de esta especie? De entrada no puedes contar con ellos hasta el último momento. Planificas las cosas, un inofensivo café para poner un ejemplo, y tienes que vivir el desenlace sobre si acabaréis quedando o no hasta el último minuto del partido. Como si estuvieras viendo una final de Champions, vas empatando y esperas el silbido final con la esperanza de una victoria en el tiempo de descuento. Tú, al otro lado, tan sólo te queda esperar la respuesta. O eso te piensas porque lo más sencillo es mandarlo a la mierda. Pero las ganas te pueden y también tienes un recuerdo reciente de aquella persona donde el esquema mental que te habías hecho era positivo de él. Así pues esperas y esperas hasta que llega el día y suenan los grillos. En el último momento, a una horita de quedar, reacciona y te dice vaya a hacer el café. Pero para entonces ya han pasado tres intentos de "quedamos tal día" y tú los tienes inflados. Y así, amigos y amigas, es como acabas marcando distancias con una persona ocupada.

La otra característica, y esta da más rabia que el café, es que te venden que su trabajo es único. O sea, que tú, "persona que estás de sol a sol trabajando, eres autónoma, haces mil cosas y no paras" no puedes entenderlo a él, clásico perfil que ha estudiado ADE y ha acabado en una empresa llevando cuatro reuniones y haciendo algún balance esporádico. Con la carta de hacer algún viaje por trabajo, pone Madrid o Colombia, te justifican que tienen la agenda llena. Pero después ves delante de tus morros cómo tienen tiempo de ir a jugar a pádel o reírse en una sauna llena de rabos. Y una siempre piensa: "¿Será que yo, en el fondo, tengo una gran facilidad para organizarme y soy la Marie Kondo de las jornadas laborales?"... "¿Por qué yo tengo la capacidad de cerrar un plan con alguien y a la vez trabajar y tener mil frentes abiertos?". Y después una se da cuenta de que no es que tenga ningún súper poder. Sencillamente no soy un fantasma como la otra persona.

Para acabar, su vida se basa en las reuniones continuas. Y aquí sí me gustaría hacer un pit stop muy rápido. Tener muchas reuniones no te garantiza ser un gran profesional. Más bien al contrario: me revienta tener que hablar continuamente de cosas superfluas durante horas que tan sólo alimentan y justifican el sueldo de aquellos que no tienen nada que hacer. Este ámbito, el de las reuniones, se ha visto exponencialmente incrementado con la llegada del coronavirus y el confinamiento. De verdad, no es necesario hacer zooms, webinars y en definitiva videollamadas, desde la plataforma que sea, continuamente. Si una persona tiene muchas reuniones, sospecha. Las cosas con cinco minutos se terminan.

¿Y todo eso por qué os lo digo amigos y amigas? Muy sencillo. Este es un prototipo que te encuentras normalmente en la treintena. Tienen ganas de tener un sueldo un poco más decente y lo disfrazan, mientras no lo tienen proporcionalmente a lo que trabajan, con que son piezas únicas de orfebrería en su ámbito laboral. Arrastran una obsesión para triunfar y ver nóminas infladas en su libreta de la Caixa que desde hace poco más de un año ya no va atada al Carné Joven. Tienen una vertiente materialista acentuada y la cadena de valores está abandonada. Y en el fondo, tanto ellos como yo sabemos que el presente y futuro que están construyendo es de papel cartón. Pero así alimentan el ego de una época de la vida donde no encuentran la comodidad personal pero la intentan tunear con estas pequeñas acciones del día a día. Mientras una se lo mira con condescendencia y piensa... "No es para mí".