Palermo (capital del reino de Sicilia), 4 de septiembre de 1282. Hace 743 años. Los almogávares catalanes, comandados por el rey Pedro II de Catalunya y III de Aragón, entraban en Palermo y coronaban a Constança Hohenstaufen, hija del legítimo rey Manfredo I —asesinado y usurpado (1266)— y esposa del rey catalanoaragonés. La conquista de Sicilia se había iniciado, cinco días antes, con el desembarque en Trapani (30 de agosto). En tan solo una semana, los almogávares catalanes —un cuerpo de infantería rápida— ocuparían las plazas más estratégicas de la costa norte de la isla (Trapani, Palermo y Mesina), en un despliegue militar que maravillaría a la Europa de la época. El propósito de aquella misión era muy claro. Pero, ¿por qué los catalanes se aventuraron a la conquista de una isla tan extensa y poblada como el Principat y pretendida por todas potencias de la época?

Los vikingos llegan a Sicilia
La conquista almogávar no fue el primer contacto entre catalanes y sicilianos. Dos siglos largos antes —a caballo del año 1000—, la isla estaba ocupada por los árabes (el emirato de Sicilia, con capital en Palermo), que ya habían saltado a la península Itálica y ambicionaban atacar el Patrimonium (los Estados Pontificios). En aquel contexto de amenaza, el pontífice Benito IX (Teofilacto de Túsculum) contrató los servicios de Tancredo de Hauteville, un empresario de la guerra normando —de origen vikingo— con una hueste de un millar de guerreros, que expulsó a los árabes de la península (1040) y creó un dominio propio en la punta de la bota italiana (Apulia y Calabria). Acto seguido, los normandos serían contratados por el emperador bizantino Constantino X y, capitaneados por Guillermo Brazo de Hierro, hijo del ya difunto Tancredo, empezarían la conquista de Sicilia (1061).
La larga relación en el tiempo entre Barcelona y Palermo
La conquista normanda de Sicilia culmina un siglo después. En 1105, Rogelio de Hauteville —descendiente de Tancredo y de Guillermo— actúa plenamente como conde independiente de Sicilia, Apulia y Calabria, bajo la protección del pontificado. Esta última condición es muy importante para explicar el inicio de la relación entre Palermo y Barcelona. En aquel momento, Sicilia y Catalunya eran dos principados independientes con un mismo patrocinio: el pontificado. Y la superpotencia pontifical promovía los enlaces matrimoniales entre sus patrocinados para fortalecer el paraguas de alianzas. En este contexto, se produce el matrimonio entre Ramón Berenguer III —conde independiente de Barcelona— y Mafalda de Apulia —princesa de la Casa Hauteville— (1077). Las Casas de Barcelona y de Palermo quedaban vinculadas, además de por intereses políticos, por lazos de sangre.

El cambio de postura de Sicilia
La estirpe Hauteville consolidó su poder y el pontificado premió sus servicios elevándolos a la categoría de reyes (1130). Pero una extraña sucesión de muertes acabaría con todos los varones de la familia y conduciría a Constanza Hauteville, hija del difunto Rogelio II —el conde elevado a rey—, al trono de Palermo (1194). Constanza era una bomba de relojería, porque sus padres nunca habían pensado que sería reina y la habían casado —en una arriesgada maniobra— con Enrique Hohenstaufen (1191), emperador del Sacro Imperio Romano Germánico… ¡¡¡y máximo rival del pontificado!!! La presión pontifical impediría que el heredero del Hohenstaufen y el Hauteville —Federico— reuniera el patrimonio paterno y materno. Cuando menos, inmediatamente. Pero no podría impedir que acabara sentado en el trono de Palermo (1198) y alejara a Sicilia del paraguas pontifical.
Los ojos catalanes se ponen sobre Sicilia
Sicilia es el territorio más estratégico del Mediterráneo. Desde la época de la Grecia arcaica (siglos X a V a.C.), toda la navegación que transita de un lado a otro del Mediterráneo pasa por el estrecho de Mesina y es la llave de la navegación del viejo Mare Nostrum. Y eso es lo que no querían perder los armadores catalanes del siglo XIII, que ya se habían lanzado a la expansión comercial mediterránea. Los estamentos de poder catalanes, que medio siglo antes habían promovido y liderado la conquista de Mallorca (1229), siguieron con mucha atención los acontecimientos sicilianos. Y la cancillería real se añadió. No olvidemos que la Catalunya de la época —a diferencia de Aragón— estaba articulada por un régimen plenamente feudal, y el estamento real y clases mercantiles plebeyas habían forjado una alianza para hacer frente a los otros dos poderes: la nobleza y las jerarquías eclesiásticas.

Antes que Constancia Hohenstaufen, la esposa del rey Pedro
Precisamente el heredero Hohenstaufen-Hauteville, Federico —llamado "Stupor Mundi" porque era la mente más privilegiada de su época (1209)— establecería el segundo nexo entre las Casas de Palermo y de Barcelona. Federico (15 años) se casó con una Constanza catalana (30 años), hija del rey Alfonso-Ramón y nieta de Ramón Berenguer IV y Petronila. Algunos historiadores ven en ello la mano del pontífice Inocencio III para "atarlo en corto", esperando que su suegro —el rey Alfonso-Ramón— o su cuñado —el rey Pedro el Católico— lo controlaran. Pero la cancillería de Barcelona no jugaría el papel que el papa esperaba y la venganza pontifical llegaría después: con el pretexto de la herejía cátara, desplegaría una brutal cruzada-masacre que acabaría con el viejo proyecto de creación de un imperio catalanooccitano (Batalla de Muret, 1213).
¿De dónde venía Constanza Hohenstaufen, la esposa del rey Pedro?
El tercer nexo entre las Casas de Palermo y de Barcelona llegaría medio siglo más tarde. El 13 de junio de 1262, en Montpellier (enclave catalán en tierras occitanas del reino de Francia), se casaban el infante Pedro —hijo y heredero del rey Jaime I y nieto de Alfonso-Ramón (padre de la Constanza catalana)— y la infanta Constanza —hija y heredera del rey Manfredo I de Sicilia y nieta del "Stupor Mundi" (marido de la Constanza catalana)—. El propósito político que se perseguía era clarísimo, pero hubo que esperar dos décadas, porque aquel enlace desató a todos los demonios del Pontificado. Tanto, que renovaron su tradicional alianza con Francia y, poco después (1266), un ejército francopontifical derrotaba, asesinaba y usurpaba a Manfredo I de Sicilia —padre de Constanza Hohenstaufen y suegro del rey catalán Pedro—.

El trono de Palermo y la Casa de Barcelona
Carlos de Anjou —hermano pequeño del rey Luis IX de Francia— impuesto en el trono de Palermo por la terna usurpadora Pontificado-Francia, desplegaría una terrible represión contra la nobleza siciliana de origen normando —fiel a los Hohenstaufen como herederos de los Hauteville—. Aquella oscura etapa (1266-1282) se iniciaría con un monumental exilio hacia Barcelona. Es la época que llega a la corte catalana la familia Lauria de Calabria (1266), con un joven Roger que se educaría en Barcelona y que, en la posterior guerra de restauración (1282-1285), tendría un papel fundamental como almirante de la flota catalana. Y culminaría con la revolución de las Vísperas Sicilianas —promovida por Barcelona— y la conquista catalana. Entre 1282 (coronación de Pedro y Constanza en Palermo) y 1516 (muerte de Fernando el Católico), los reyes que se sentaron en el trono siciliano fueron, siempre, de la Casa de Barcelona.
