Buenos días o buenas tardes. La semana pasada, publicaba en esta sección un artículo sobre todo aquello que hay que saber antes de empezar a estudiar periodismo. En el escrito en cuestión, prometía una segunda parte si no me despachaban o moría antes. Ninguna de estas dos premisas se ha cumplido –o al menos no tengo constancia de ello–, de manera que ya volvemos a estar por aquí. Que la introducción de aquel texto sirva como prefacio del siguiente.

Si hace nueve días hablaba sobre los peligros de que encontrarás dentro de la facultad –profesores ingenuos, resignados y malvados, básicamente– esta vez toca poner énfasis en la jungla que te espera fuera de las aulas. Para empezar a adentrarte en ella no hace falta que acabes la carrera.

Como buen estudiante con ganas de comerse el mundo que seguro que eres, te introducirás de golpe en ella muy pronto, aproximadamente entre el final del primer curso y el inicio del segundo, cuando la adrenalina provocada por la llegada a la universidad haya caducado y la presión y competitividad intrínseca del sistema capitalista te haya empezado a corromper el encefalograma. "Si no empiezo a hacerme ver, cuando salga de aquí no seré nadie", te dirás a ti mismo. Entonces aparecerá el profesor más flipado de la facultad, aquel que entra a clase como si fuera Michael Jordan en la pista del United Center, y lo acabará de rematar con un: "Lo mejor que podéis hacer es ofrecer colaboraciones a los medios de comunicación". Será entonces cuando tú, talmente como si fueras Agamenón buscando a Helena en La Ilíada, te lanzarás a la búsqueda de la codiciada visibilidad.

La visibilidad

¿Está mal que ofrezcas tus servicios a los medios antes de acabar la carrera? La respuesta, como te puedes imaginar, es rotundamente no. Todo lo contrario. La mejor manera de progresar en esta profesión es conociendo las redacciones en primera persona, algo que en la facultad es difícil que pase. De hecho, algunos de los mejores periodistas que conocerás no tienen el título de periodista. ¿Por qué? Pues porque, de la misma manera que un plato de pasta no necesita queso para ser un plato de pasta, un periodista no necesita el título para ser periodista. Que sí, que todo suma. Pero simplemente no lo necesita. Y es positivo que sea así.

¿Entonces, te preguntarás, qué problema hay? Si no te lo preguntas, me sabe mal, esta es mi manera de interpelar al lector y enlazar párrafos. No sé más. Como decía, el problema, resumiéndolo de la manera más rápida posible, es que se aprovecharán de ti.

Al contrario de lo que puedas pensar, lo cierto es que conseguir colaborar en medios locales o digitales es más sencillo de lo que piensas. Lo que es difícil es que te paguen. Los editores o responsables de estos medios muchas veces se mueven por los mismos intereses que Jordi Pujol, los mendigos o los franceses sin privilegios del año 1789; es decir, por la pasta. Tu contenido servirá para llenar páginas de prensa comarcal o minutos de radio y tú, a cambio, recibirás un salario de 0,0 euros. Pero habrás conseguido la anhelada visibilidad y, de paso, habrás despertado la ira de algunos graduados que, como graduados, sí que aspiran a cobrar por lo que escriben.

"Si no te gustan las condiciones hazte un bloc y no te leerá ni tu madre", te dirán los editores. La realidad es que tu reportaje sobre los gatos abandonados del Vendrell o tu sección semanal sobre el cine de Tarantino en medios oficiales tampoco se la leerá ni tu madre. Y si lo hace, seguramente será por pena.

No está muy perdido

"Pero Pau, cabrón, ¿entonces qué quieres que haga"?, dirás. Pues bien, aunque parezca contradictorio, te animo a colaborar con todos los medios que puedas. Hazlo, sin embargo, de otra perspectiva. Eres tú quien tiene que tomar conciencia. Quien se tiene que deshacer de la benevolencia inútil. Quien tiene que comprender que el mundo es un lugar perverso y que los cantantes de Txarango, en el fondo, no son felices. Entonces estarás listo para ser tú quién se aprovecha del medio.

No te pagan y, en muchas ocasiones, no te darán las gracias. Tampoco tendrás la visibilidad que te esperabas. Por lo tanto, olvídate de todos estos factores y céntrate en aprender, en definir hacia dónde quieres ir y en estipular cuáles son las líneas maestras de tu futuro profesional. Recuerda: si no cobras, tampoco pueden exigirte una regularidad militar y, en ningún caso, están legitimados para ponerte límites editoriales. Hazme caso. Experimenta, ponte a prueba y, en definitiva, líala un poco. No tiene ningún sentido aspirar a ser visto desde fuera cuando, de hecho, todavía no sabes quién eres por dentro.