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Pau Alabajos (Torrent, 1982) acaba de ampliar su inventario discográfico con L’amor i la ferocitat (2016). Grabado en Nashville bajo la tutela de Brad Jones, productor en el que han depositado su confianza nombres como  Josh Rouse, Chuck Prophet, Matthew Sweet, Els Pets o Quique González, el nuevo trabajo del músico valenciano supone una ruptura (nada traumática) con las formas de la canción de autor con las que había perfilado sus obras pretéritas, para aproximarse a declinaciones más propias del pop y el rock. Doce composiciones de nuevo cuño que estrenará en directo este próximo sábado en L’Auditori de Barcelona, en las que, sin renunciar a su inquebrantable compromiso político, se desnuda sentimentalmente.

No se ha pasado al country, pero para grabar este disco nuevo, L’amor i la ferocitat, viajó a la cuna del género, Nashville. 
El disco anterior, #PaualPalau (2014), era un álbum en directo con el que celebrábamos los diez años de la edición de mi primer disco, Futur en venda (2004). Una década marcada por una propuesta muy uniforme: canción de autor con una presencia de la sección de cuerda bastante destacada. Ahora hemos querido arriesgar un poco estilísticamente. Más aún, cuando muchas de las canciones incluidas en este disco nuevo han sido escritas en un período políticamente muy convulso en el País Valencià: los últimos años de la oscuridad más absoluta del gobierno del Partido Popular. Por ello, varios de los temas pedían más contundencia, visceralidad y distorsión. Fue a partir de este precepto que surgió la posibilidad de grabar L’amor i la ferocitat en Estados Unidos con un productor buenísimo como Brad Jones.

Un productor, Brad Jones, que más allá de haber trabajado con Els Pets también ha producido a gente como Chuck Prophet, Matthew Sweet y Josh Rouse. No sé si la conexión ha surgido de aquí, pero ya hace años que este último, el cantautor estadounidense Josh Rouse, se enamoró de una valenciana y se estableció a orillas del Mediterráneo. 
Sé que Josh Rouse vive en València pero no le conozco personalmente. Aun así, ha sido uno de los referentes a la hora de hacer este disco. Me gustan mucho los álbumes que ha grabado con Brad Jones, especialmente Nashville (2005). Si a esto le sumamos el trabajo que Brad Jones ha hecho con Els Pets o Quique González, me decidí a contactar con él. Le interesó la propuesta, y acordamos grabar L’amor i la ferocitat en sus estudios, Alex the Great Reacordings.

¿Cómo ha influido el espíritu y entorno de Nashville en el disco? No estamos hablando de una ciudad cualquiera, sino de una de las grandes capitales de la música popular del siglo XX.
Lo que nos diferencia de Nashville no es la tecnología de sus estudios. Lo que pasa es que tienen toda una tradición y forma de trabajar de la que ha nacido un sello propio. En el caso de Brad, nos hizo grabar toda la banda junta en directo y sin claqueta. De esta manera, las imperfecciones del directo quedan patentes pero la grabación resulta mucho más viva, realista y orgánica. Ese es el sello Nashville, saber captar la auténtica personalidad del artista.

¿Hiciste mucho turismo musical por la ciudad?
No tuvimos tiempo. Fuimos pocos días, y los pocos que estuvimos nos volcamos completamente en la grabación del disco. Además, veníamos de una gira por Nueva York, Chicago y Missouri. Todo el tiempo que teníamos de ocio lo gastamos en la gira.

Muchas de las nuevas canciones han sido escritas en un período muy convulso en Valencia: los últimos años de la oscuridad más absoluta del gobierno del PP

¿Cómo fueron estos conciertos? 
Era la segunda vez que actuábamos en Estados Unidos y la verdad es que fue muy bien. En Nueva York nos reencontramos con gente que ya había venido al concierto anterior. En Chicago sí era la primera vez y estuvo muy chulo, porque actuamos en la Universidad, en un espacio precioso, todo de madera. Y Missouri, por donde también habíamos pasado la otra vez, es el mejor lugar donde hemos actuado de Estados Unidos. El concierto fue en la Universidad de Missouri, en la ciudad de Columbia. Vino mucha gente y las condiciones eran perfectas.

¿Cuál es su público en Estados Unidos? ¿La gente que le sigue allí se interesa exclusivamente por lo estrictamente musical o también por el mensaje político de sus canciones? 
Es un poco una mezcla de ambos aspectos. Por un lado, hay gente que se interesa por la cultura en general. Gente joven, estudiantes universitarios interesados ??por otras lenguas, culturas y naciones. También hay, lógicamente, catalanes, valencianos o gente de las Balears que está allí trabajando o de Erasmus, o hijos de gente inmigrada. También me he encontrado con mucha gente que se ha interesado por mi propuesta a raíz de la publicación de noticias sobre el proceso de independencia de Catalunya. Después de los conciertos se crearon debates ciertamente interesantes.

Un cantautor valenciano, con todas las singularidades y particularidades políticas que vive en València, explicando al público estadounidense el proceso de independencia de Catalunya... ¿Ya entendieron de qué iba todo esto? 
¡Imaginaos lo que tuve que hacer para explicarle a Brad Jones de qué iban mis canciones!

¡Y eso que él ya tenía el referente de Els Pets!
Exacto. Lo que alucino es que en España, fuera de lo que es el dominio lingüístico catalán, sólo hay siete universidades que impartan estudios en Lengua y Cultura Catalana: dos en Madrid, País Vasco, Santiago de Compostela, Salamanca... Una cifra que contrasta muchísimo con los Estados Unidos, donde hay cerca de veinte Universidades que imparten estos estudios. Y lo mismo ocurre en Alemania. Esto implica que otros países en los que los catalanohablantes no pagamos impuestos apuestan más por nuestra lengua y cultura que un Estado que se supone que es plurinacional.

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L’amor i la ferocitat es un disco dual, que se balancea entre las canciones más combativas y otras más emotivas.
Esta dualidad ha estado presente en todos mis discos. En realidad, yo siempre me he dejado llevar por lo que me pide el estómago. Intento que mis canciones nazcan desde la honestidad, de lo que se remueve dentro de mí. Esta vez, había días que abría el diario y leía alguna noticia relacionada con la actualidad política y después necesitaba ponerla negro sobre blanco. Y a veces, simplemente, han sido vivencias personales que tenía que expresar. El hecho creativo, por lo menos en mi caso, implica ordenar pensamientos y emociones. Y hacer canciones desde esta perspectiva más emotiva es un proceso muy terapéutico.

Describe L’amor i la ferocitat como un disco arriesgado, por esta evolución musical que ha experimentado, y personal. ¿No son todos los discos personales? 
Siempre son personales, indudablemente. Los que sucede que este es mi disco más autobiográfico o aquel en el que más me he desnudado emocionalmente. Utilizar la primera persona del singular significa ser más vulnerable ante el público.

¿Está cansado de la etiqueta de cantautor político? 
No. En realidad no creo que este sea un disco menos político que los anteriores. Lo que pasa es que es, puramente, una cuestión de etiquetas. Siempre he cantado al amor y siempre he cantado sobre política. Pero los medios necesitan encajonarnos y decir que, por ejemplo, yo soy un cantautor político. No, yo soy un cantautor político pero también muchas otras cosas. Lo curioso, sin embargo, es que esto no ocurre con cantautores o grupos que no hablan de política. De ellos no se dice nunca que son un grupo no-político. Es más, parece que las canciones de amor no sean políticas y yo estoy totalmente en desacuerdo con eso. Cantar al amor también es hacer política. Siempre que nos ponemos delante de un papel en blanco estamos exponiendo unos valores y una ideología. Muchas de las canciones que suenan en las emisoras de radiofórmula expresan un rol muy claro sobre las relaciones hombre-mujer y, para mí, esto también es política.

Y política también es la nueva etapa que inició meses atrás como concejal de la oposición por Compromís en el Ayuntamiento de su ciudad, Torrent. 
Es una faceta nueva muy interesante. En mis conciertos, en mis discos siempre he hablado mucho de política. Pero cuando estás sobre un escenario parece que estés en un nivel superior al público, como más allá del bien y del mal. Sueltas un mensaje, pero los que te escuchan no tienen derecho a réplica. Haces un discurso pero nadie te puede rebatir los argumentos que tú estás lanzando. Llegó un momento que creí que me estaba adentrando demasiado en la teoría pero aplicando poco la práctica. Me estaba mojando de palabra pero no con hechos. Esto, sumado a la situación política de emergencia social que estábamos viviendo en mi ciudad, Torrent, con 10.500 personas en paro, me llevó a decidir a dar un paso adelante y implicarme mucho más activamente.

¿Ha valido la pena mojarse?
Muchísimo, porque notas que las decisiones que tomas, las mociones que presentas, repercuten de manera inmediata en el bienestar de la gente que te cruzas cada día en las calles y las plazas. Son tus vecinos los que acaban beneficiándose de tu tarea política. Ya no es hablar y hablar, sino coger la democracia por las solapas y ponerte a trabajar.

Debemos asirnos a la esperanza porque, teniendo en cuenta las hipotecas que nos ha dejado el gobierno del PP, es el único carburante para seguir adelante

¿Y ya tiene tiempo para la música?
De momento, sí. El trabajo político, mayoritariamente, se hace entre semana y durante el día, y la música los fines de semana y por la noche. Vamos, que es relativamente fácil compaginar ambas facetas. Sí que he tenido que bajar un poco el ritmo de los conciertos. Además, cuando me dé cuenta de que he cumplido con mi tarea política, lo dejaré y seguiré con mi trabajo, que es escribir canciones.

En los últimos meses ha cambiado el panorama político del País Valencià. ¿Cómo se presenta el futuro, con amor, con la misma ferocidad para seguir luchando ...? 
Debemos aferrarnos a la esperanza como a un clavo ardiendo, porque, teniendo en cuenta las hipotecas que nos han dejado estos 20 años de gobierno de Partido Popular, es el único carburante que nos puede ayudar a seguir adelante. Para mí, la ferocidad es sinónimo de pasión, y la política se ha de vivir con mucha pasión y creyendo que lo que haces verdaderamente ayudará a mejorar la vida de las personas que te rodean.

Volviendo al disco, ha acompañado a los doce temas que lo conforman de otros tantos vídeos. ¿La situación actual de la industria discográfica obliga a los creadores a ser mucho más imaginativos a la hora de dar a conocer su obra? 
Fuster decía que el escritor tiene la obligación de hacerse leer, pues un músico tiene la misma obligación de hacerse escuchar. Ahora mismo, las redes sociales son un escaparate importantísimo, y grabar un vídeo de cada una de las canciones contando una pequeña historia paralela puede ayudar a que el disco tenga mucha más difusión y que llegue de una manera mucho más inmediata al público.

¿Ha notado que, por este nuevo rumbo estilístico que ha iniciado, se le ha acercado un público nuevo que hasta ahora no prestaba atención a su propuesta?
La verdad es que tenía un poco de miedo. Al cambiar de estilo no sabíamos qué respuesta tendríamos por parte de la gente que nos ha seguido todos estos años. Pero no sólo todos estos nos han dedicado palabras muy bonitas, sino que percibo que estamos entrando en nuevos públicos. Y yo encantado, porque sumar gente nueva siempre es una buena noticia. Mi objetivo no sólo es llegar a cuanta más gente mejor, sino hacer que se emocionen.

Este próximo sábado presentará por primera vez en directo L’amor i la ferocitat en el concierto que ofrecerá en L'Auditori de Barcelona. Aunque ya hace más de diez años que sube a escenarios, ¿se sigue poniendo nervioso ante una cita como ésta? 
Será un concierto muy especial, justamente porque será la primera vez que interpretaremos el nuevo disco en directo. Pero también, porque lo hacemos dentro del cartel del BarnaSants, un festival al que le tengo mucho aprecio porque desde el primer día ha cuidado al detalle la canción de autor. Un festival con valores que promueve la cultura como herramienta de transformación social. Me siento orgulloso de poder participar de un festival como este y en unas condiciones inmejorables, como las que ofrece L’Auditori de Barcelona.

Fotos: Xepo WS