Vivir entre un pueblo de poco más de mil habitantes y la vorágine de Barcelona hace que veas con perspectiva dos entornos bastante antagónicos. Hay quien odia el olor, la gente, el anonimato de las ciudades. Y hay quien no podría vivir con la calma, la familiaridad y la repetición de los pueblos pequeños. Todo tiene su qué, supongo. Pero como escribo el artículo en pleno julio, he cambiado el asfalto candente de Barcelona por las sillas en la calle y la charla con las vecinas.

Hay quien odia el olor, la gente, el anonimato de las ciudades. Y hay quien no podría vivir con la calma, la familiaridad y la repetición de los pueblos pequeños

Los pueblos tienen un tempo pausado y desconcertante. Tienes que estar dispuesto. Nadie lo debe explicar como Josep Pla en El quadern gris: "La vida en el pueblo tiene un ritmo único que va del deseo al tedio y del tedio al deseo. Si se tiene bastante fuerza para coger este ritmo, la oscilación produce al fin un dolor de cabeza impreciso y lejano, un dolor de cabeza dulce como la miel". La gente que pasa veranos enteros, seguro que también lo entenderá, es un hacer pegajoso y adictivo. De los que agotan y de los que echas de menos enseguida: las calles desiertas a las horas del mediodía, la piscina a ratos solitaria y a ratos con casi todo el pueblo en remojo. Las campanas que te recuerdan, estés donde estés, el paso del tiempo a cada cuarto de hora. Las mismas caras en la terraza del bar. Las fachadas rascadas de siempre. Y volver andando a casa negra noche con una quietud indescriptible. Como si la vida pidiera permiso sólo unas horas al día.

Volver andando a casa negra noche con una quietud indescriptible. Como si la vida pidiera permiso sólo unas horas al día

Haber crecido en un pueblo dicta maneras de hacer. Haber pasado la infancia y la adolescencia quiere decir que entiendes que las relaciones se establecen con gente de edades bastante diferentes e intereses muy diversos. Te une el simple hecho de haber nacido en un espacio de tiempo y del suelo determinado. Y creces deprisa porque convives con los mayores que siempre van abriéndote el camino. En la ciudad es diferente, no sé explicar muy bien cuáles son los grupos que se forman, si los de la escuela, del instituto o del grupo de scouts, pero en los pueblos no hay mucho para escoger. Son grupos homogéneos y diversos; ingenieros, campesinos y músicos.

En la ciudad es diferente, no sé explicar muy bien cuáles son los grupos que se forman, si las de la escuela, del instituto o del grupo de scouts, pero en los pueblos no hay mucho para escoger. Son grupos homogéneos y diversos; ingenieros, campesinos y músicos

Durante la adolescencia, el pueblo te puede parecer que te queda pequeño y te quieres deshacer. Incluso puede acomplejarte. Buscas salir, porque crecer también es ampliar horizontes. Y entonces la ciudad parece el lugar de todas las oportunidades posibles; es modernidad, gente desconocida, ser tú una desconocida. Está la sensación de vida que hierve, de todo lo que puede pasar. También por el hecho de que en el pueblo vas determinando un rol (y primero eres un niño y tampoco lo decides) y después, cuando te das cuenta de ello, cuesta cambiarlo. Vuelvo a citar Pla: "En los pueblos vale más no tener ninguna idea que cambiar de opinión. Eso último no es perdonado ni por los amigos". Todo el mundo sabe quién eres, de dónde eres hija y qué te ha pasado en la vida que te ha hecho un poco así o un poco asá. Tiene todas las cosas buenísimas de ser una red que te recoge y te cobija, pero que habla, comenta, juzga y valora. ¿O a la vecina que te ve la cara saliendo de casa a media mañana y te suelta un "¿Ahora te levantas?" (lo tendríais que leer alargando mucho la o).

Durante la adolescencia, el pueblo te puede parecer que te queda pequeño y te quieres deshacer. Incluso puede acomplejarte. Buscas salir, porque crecer también es ampliar horizontes

Quizás es más importante de lo que querríamos, la infancia y los veranos que hemos tenido. Los míos están hechos de bicicletas cutres y caminos de viñas. Los grillos, los gallos, un aire que no sabes de dónde viene, pero a partir de las siete siempre corre. Y (permitidme el tópico) las estrellas, a plena noche. Los adolescentes de pueblo las hemos mirado fumando a escondidas en los tejados deseando vivir la noche de las ciudades. Después, como todo, ves que en un lado u otro, nunca hay para tanto. Pero eso ya no tiene que ver con el pueblo, sino con hacerse mayor.