Una cosa bonita de los cuentos es que, cuando acabas uno, cuando es bueno, tienes que estarte un momento parada y en silencio para guardar bien aquello que explica. Le ha de dar un tiempo para que haga el poso y no puedes interrumpirlo empezando a leer otro. Con las novelas pasa un poco lo mismo, pero coma mínimo has de (físicamente) coger otra. Con la recopilación de relatos puedes tener el impulso de seguir leyendo demasiado deprisa porque sólo tienes que girar la página.

Una cosa bonita de los cuentos es que, cuando acabas uno, cuando es bueno, tienes que estarte un momento parada y en silencio para guardar bien aquello que explica

A mí lo que me cautiva de los relatos breves es cuando saben enseñarte un momento justo y calculado. El momento en qué alguna cosa se quiebra sin que tengamos que saber cómo continúa, o el momento de la cosa partida sin que necesariamente tengamos que ver de dónde viene. Leer relatos es entrar en mundos de ficción totalmente pensados pero parcialmente enseñados, como mirar un rato una vida espiando desde una ventana. La gracia de las recopilaciones de cuentos también es que olvidarás el argumento de algunos (quizás bastantes), pero recordarás perfectamente frases enteras o los sentimientos vives de los personajes durante años y años. Ahora estoy con Kim Ae-ran a A fora ja és estiu (unos cuentos que te hacen sentir frío de tanto vacío), que dicen cosas cómo "El padre era este tipo de persona: una persona como una manta bien junta en un lado de la habitación en pleno invierno; una persona recta, pesada y tozuda".

A mí lo que me cautiva de los relatos breves es cuando saben enseñarte un momento justo y calculado

Hay cuentos que querrías haber escrito. El relato 'Colinas como elefantes blancos' de Ernest Hemingway es el paradigma de la teoría del iceberg, en el que lo importante no es lo que dicen las líneas del texto, sino justamente todo lo que no se dice (la parte de iceberg que queda sumergida). Un hombre y una mujer se sientan en un bar de una estación de trenes (un no lugar pero un punto de cruce de caminos) y hablan de alguna cosa que ella no quiere hacer y él presiona para que haga. El cuento es sólo el diálogo pelado entre ellos dos y apenas tenemos información de cómo se comportan cuando hablan. La conversación va sobre tirar o no adelante con el embarazo. Y todo sin decir ni una vez la palabra hijo, embarazo, familia, bebé, aborto o padres. Es brillante por depurado y porque si no entiendes el subtexto te quedas completamente igual. Es brillante porque los personajes se ven las entrañas y porque decidan lo que decidan, alguna cosa entre ellos se ha empezado a pudrir. "No pasa nada. Estoy bien", dice ella en la última réplica del relato.

Hay cuentos que querrías haber escrito. El relato 'Colinas como elefantes blancos' de Ernest Hemingway es el paradigma de la teoría del iceberg

La voz narrativa ingenua de los niños también es capaz de hacerte añicos, en un cuento. Alice Munro tiene uno que no podré olvidar nunca. Dos niñas en unos campamentos y el rechazo y el miedo que les causa otra niña con una malformación. Munro sabe explicar de manera brillante este miedo infantil y su reacción tan cruel y violenta y al mismo tiempo tan humana. 'Juego de niñas', se llama. Qué bien que los mejores personajes sean los que tienen más sombras y los que, finalmente, no nos dan ninguna lección de nada.

La voz narrativa ingenua de los niños también es capaz de hacerte añicos, en un cuento

Decía que ahora me están haciendo poso algunos relatos de Kim Ae-ran, una autora surcoreana. En el 2017 ya me trastornó la recopilación Corre, pare, corre que publicó también Godall Edicione y que empezaba así: "Cuando yo sólo era un feto, con un útero más pequeño que una semilla, lloraba a menudo por el miedo a que me hacía la pequeña oscuridad que tenía dentro". Este febrero la misma editorial ha publicado A fora ja és estiu (que traducen Mihwa Jo Jeong y Josep A. Clement Rovira). Es un libro bello y desconcertante, con menos sentido del humor que el anterior, marcado por las ausencias y que a menudo te genera extrañeza. Yo leyéndolo he tenido la sensación que lo ha escrito alguien lejano, que tiene una manera diferente de pensar, pero al mismo tiempo muy próximo en algunos aspectos. Combina un lado poético con escenarios de lugares más comunes. Imágenes sorprendentes y verdad sin afectación. Por eso desconcierta y atrapa. Un niño pequeño descubriendo la culpa, debatiéndose entre el deber y el deseo, un niño que convive con la muerte y que está siempre solo. La pérdida de un hijo a través del papel de la pared y de la mancha que queda del zumo de frambuesas en que, por error, los han enviado los del jardín de infancia donde iba el hijo.

Me gustan los cuentos que te enseñan alguna cosa que, de entrada, te parece pequeña

Me gustan los cuentos que te enseñan alguna cosa que, de entrada, te parece pequeña. Un momento de grieta fina, un momento en que la vida te hace una marca y aprendes alguna cosa. Supongo que porque de marcas y cosas aprendidas vamos con el depósito lleno.