"Pecar callando cuándo tendríamos que protestar hace cobardes a los hombres". Esta cita de la periodista y poetisa Ella Wheeler Wilcox abría la apasionante narración de JFK, la obra maestra que Oliver Stone (Nueva York, 1946) estrenó el año 1991, y de alguna manera ilustra bastante bien su trayectoria profesional. Aquella película, ganadora de los Oscar a Mejor Fotografía (para su habitual colaborador Robert Richardson) y a Mejor Montaje (un prodigioso trabajo de Joe Hutshing y Pietro Scalia), explicaba la cruzada casi personal del fiscal de Nueva Orleans, Jim Garrison, que reabrió el caso del magnicidio que cambió la historia de los Estados Unidos y del planeta. Como Garrison, y como millones de ciudadanos norteamericanos, y de todas partes, Oliver Stone nunca se creyó ni una palabra de las inverosímiles conclusiones de la chapucera (o voluntariamente manipulada) investigación de la Comisión Warren, escogida unos días después de la muerte del presidente para resolver el crimen: un único culpable, tres tiros disparados con un fusil, ninguna conspiración, ni interna ni extranjera.

JFK ya planteaba mil y una dudas razonables, desde la bala mágica que supuestamente cambió su trayectoria hasta siete veces, atravesando el cuerpo de Kennedy y del entonces gobernador de Texas, John Connally, que viajaba en el mismo coche convertido en trampa mortal. Desde las increíbles irregularidades de la autopsia o de la cadena de custodia de pruebas tan importantes como las balas encontradas o el rifle, desde la desaparición de las declaraciones de los testigos del atentado, desde el desastroso dispositivo de seguridad que tendría que haber protegido el trayecto presidencial, hasta las conexiones con la CIA del supuesto asesino, Lee Harvey Oswald, y las sospechas que era un agente doble que trabajaba para la inteligencia norteamericana.

La verdadera pregunta que hace falta responder es por qué lo mataron. Quiénes lo hicieron o cómo lo hicieron sólo son un escenario de distracción para los ciudadanos. La clave es por qué lo mataron

Con miles de documentos desclasificados a lo largo de los años, después del rodaje de aquella obra maestra, Oliver Stone vuelve a denunciar los múltiples agujeros de aquel caso en un documental, JFK: Caso revisado, que el lunes presentará al BCN Filme Festival, participando en un coloquio al final de la proyección del filme. Sin añadir muchos elementos nuevos, pero sí ampliando o confirmando algunas de las hipótesis planteadas a JFK (tengamos claro que el núcleo duro de los informes, memorándums, declaraciones de testigos, etc., siguen siendo secreto de estado), el nuevo trabajo del director repasa los agujeros de la investigación y pone el foco en la posible respuesta a aquella pregunta que el misterioso personaje de Donald Sutherland le hace a Kevin Costner en JFK, sentados en un banco delante del Capitolio. Cuando Garrison/Costner cuestiona si Kennedy era realmente tan peligroso para el sistema, su informante anónimo plantea: "La verdadera pregunta que hace falta responder es por qué lo mataron. Quiénes lo hicieron o cómo lo hicieron sólo son un escenario de distracción para los ciudadanos. La clave es por qué lo mataron?".

El documental apunta como respuesta a la cuestión, en el porqué, a los cambios en política internacional que Kennedy planeaba, y que tenían que ver, entre otros, con la retirada de las tropas de Vietnam, la normalización de las relaciones con Fidel Castro y Cuba, la colaboración en la carrera espacial con Rusia, o equilibrar la política en Oriente Medio con la ayuda del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser. Y vuelve a señalar la CIA (y a su director, Allen Dulles, como escalofriante contrapoder en la sombra), a altos cargos políticos y militares, y a los intereses de la industria armamentística.

Trailer de la película JFK

Es evidente que mataron a Kennedy porque quería cambiar las cosas

En la rueda de prensa del cineasta en el Festival de Cannes, donde presentó el documental, Stone decía contundente: "Es evidente que mataron a Kennedy porque quería cambiar las cosas. Las pruebas presentadas por la Comisión Warren, las balas, las armas, las huellas digitales son fraudulentas. Claro está que hubo un complot, con más de un tirador". También introducía otro elemento clave: "El estreno de JFK causó furor en los Estados Unidos en 1991, y después de tanto tiempo hemos podido acceder a archivos desclasificados que abarcan de 1994 en 1998. Pero me sentí muy decepcionado al ver que la prensa norteamericana ignoró completamente estos nuevos datos. No es que fueran a dar grandes titulares, pero hay información importante en estos archivos. 59 años después del asesinato todavía se da por cierta la versión oficial y es un poco deprimente". Y añadía: "No tenemos que olvidar nunca el asesinato de Kenndy, porque ningún presidente posterior ha tenido la libertad de inmiscuirse en el sector militar o el de la agencia de inteligencia del país. Es como si existiera un gobierno secreto con un control de los medios de comunicación que desarma la democracia. Espero que esta situación cambie, pero no parece que tenga que mejorar. Ningún presidente ha tenido los huevos de hacerlo".

Apuntando al poder

El estreno de JFK: Caso revisado es una buena excusa para repasar las claves del éxito, o del fracaso, del cine de un creador insobornable, comprometido con una quijotesca lucha contra el sistema desde la ficción. Muchas de sus películas tienen en común poner en el punto de mira los abusos de los diversos gobiernos y agencias estatales de su país, ya fuera hablando de la Guerra de Vietnam desde su experiencia como soldado condecorado (recibió el Corazón Púrpura), ya fuera retratando dos de los presidentes más controvertidos de su país (Richard Nixon y George W. Bush), ya fuera denunciante la violencia amparada para|por los medios de comunicación (en la alucinada y alucinante Nacidos para matar) o por|para el capitalismo más salvaje (a las dos entregas de Wall Street, inspiradas en la figura de su padre, broker de la bolsa), ya fuera con documentales donde daba voz a demonios como|cómo Castro, Arafat, Chávez o Putin, o con ficciones como la que dedicó a Edward Snowden y sus comprometedoras filtraciones de archivos secretos.

Oliver Stone en Roma el año 2021. Foto: EuropaPress
Oliver Stone en Roma el año 2021. Foto: EuropaPress

Nos comportamos como tiranos y creemos que somos los reyes del mundo

"Nos comportamos como tiranos y creemos que somos los reyes del mundo", declaraba en una entrevista durante la promoción de Chasing the Light, la primera entrega de sus memorias. "Tenemos que cambiar nuestro punto de vista, porque seguimos buscando ser lo único poder que tiene el control del mundo". Y denunciarlo parece haber sido el motor de su trabajo, y también ponerse al lado de los considerados enemigos del pueblo americano. "Es mi naturaleza. No me gustan los requesones. No me gusta que nadie sea intimidado por los gobiernos. No creo que sea justo. Y cuando alguna cosa no es justa, surge algún gen en mí que quiere luchar", apuntaba.

Trilogía de Vietnam

Guionista de El expreso de medianoche (1978), por lo que ganó su primer Oscar, Conan el Bàrbar (1982) o El precio del poder (1983), Oliver Stone debutó a la dirección con dos películas de género y de serie B, la desconocidísima Seizure (1974), que podéis encontrar a Filmen, y La mando (1981), antes de rodar la estupenda Salvador (1986) y de penetrar en su experiencia como soldado en la Guerra de Vietnam con el filme que lo convirtió en cineasta-estrella y le dio el Oscar a Mejor Director (y en Mejor Película), Platoon (1986), primera de su trilogía temática, completada con Nacido el 4 de julio (1989) y El cielo y la tierra (1993).

Oliver Stone con Hugo Chavez. Foto: Wikipedia
Oliver Stone con Hugo Chavez. Foto: Wikipedia

Fui al Vietnam siendo de derechas y volví siendo de izquierdas

"Hemos puteado los otros tantas veces... y ahora ha llegado nuestro momento", dice el personaje de Willem Dafoe a Platoon, en un momento clave que explica la desastrosa intervención del ejército norteamericano. Stone sabía bien de qué hablaba: devolvió de la guerra con dos heridas, una medalla y adicto a las drogas. Sufrió los traumas que nunca se marchan, y cambió su ideología: "Fui al Vietnam siendo de derechas y volví siendo de izquierdas", explicaría después.

Un cineasta a contracorriente

Fanático del cine político de Costa-Gavras ("su peli Z fue una de las que más me impactó en la escuela de cine, me mostró el camino a seguir, y, si te fijas, la estructura de Z recuerda un poco a la de JFK... Gavras es un héroe", relataba), Stone ha dedicado gran parte de su carrera a la denuncia y a una especie de lucha idealista próxima al fiscal Garrison o, de alguna manera, al cine de Frank Capra. "Ahora que tengo 75 años, empiezo a comprender que quizás este era un papel que tenía que ejercer a mi vida". La carrera de Oliver Stone, que nunca ha dejado de lado el interés por entretener la audiencia al mismo tiempo que hacía sus denuncias, incluye algunos filmes sorprendentes, como Alexandre (2004), sobre la figura del conquistador macedonio; como World Trade Center (2006), que se enfocaba en el drama humano de los atentados del 11 de septiembre de 2001 a las Torres Gemelas; como dos thrillers tan divertidos y lúdicos como Giro al infierno (1997) y Salvajes (2012).

Tráiler del documental JFK. Caso revisado

Me he esforzado al examinar a nuestra sociedad a lo largo de toda mi carrera, y creo que hay verdad en todas mis películas, este ha sido mi objetivo

Pero son trabajos como la majestuosa JFK o su secuela-ampliación JFK: Caso revisado, los que mejor ilustran el compromiso profesional de un cineasta a contracorriente, controvertido, capaz de generar odios y pasiones, autor de un puñado de filmes que, gusten más o menos, lo convierten en una figura extremadamente relevante de la historia del cine. "Me he esforzado al examinar a nuestra sociedad a lo largo de toda mi carrera, y creo que hay verdad en todas mis películas, este ha sido mi objetivo".