La periodista Noemí López Trujillo publica El vientre vacío (Ed. Capitán Swing), un libro en el que se interroga sobre la relación entre la precariedad y las dificultades que tienen muchas mujeres para acceder a la maternidad, o para hacerlo cuando quieren.

Este libro se presenta como el relato “de una generación precaria y sin hijos”. ¿Este es un problema común a mucha gente de su edad?

La precariedad es un problema común a la gente de mi generación. Y esto no quiere decir que todos y todas seamos igual de precarias. Pero creo que el precariado es algo característico de mi grupo generacional. Y una de las características de este sistema es que impide desarrollar programas vitales como la maternidad, pero también como emanciparte o vivir en pareja. No creo que mi generación se defina por el hecho de querer tener hijos, sino por la imposibilidad de hacer realidad este deseo, como muchos otros.

Este es, en buena parte, un libro de testimonios. ¿A quién se pregunta?

Pregunto a mujeres que no han tenido hijos por un problema de precariedad, o a las que la precariedad ha influido. Pregunto a mujeres de mi generación que ven que tienen problemas para realizar sus proyectos vitales y están readaptando sus expectativas. Y también he preguntado a gente que ha tenido problemas para tener hijos por la precariedad. Y busco a chicas más jóvenes de clase obrera que no tienen el apoyo familiar para corregir los problemas derivadas de la precariedad. He intentado hacer una especie de radar. Quiero, básicamente, hacer un cuestionamiento del sistema político. No pregunto a las mujeres si quieren o no tener hijos, sino que pongo en cuestión a quien se lo está impidiendo.

Algunas de las mujeres que interroga, desde el punto de vista profesional, podrían considerarse triunfadoras: tienen carreras muy dinámicas, se han involucrado en muchos proyectos.

En realidad, la idea del éxito es una ficción. En las redes sociales intentamos aparentar que estamos en una cadena de éxitos, concatenando proyectos y que estamos llenas de oportunidades. Estas mujeres no son un fracaso en sí mismas, aunque su trayectoria sea mejor o peor. El sistema tiende a clasificar a la gente en exitosa o fracasada. Pero yo lo que pongo de manifiesto es la renuncia que han tenido que hacer algunas para llevar adelante proyectos vitales. Son supervivientes que tratan de adaptar su vida a las condiciones que hay ahora.

Ser madre sola, hoy en día, es inviable. Necesitas dinero y tiempo para sacar adelante a un niño

foto Noemí López Trujillo Capitán Swing

Muchas de las mujeres que entrevista tienen problemas laborales, pero también de pareja. Sueñan con una cierta estabilidad familiar, pero parece que esta nunca llega.

Es una cuestión compleja. La mayoría de mujeres te dicen que quieren tener hijos con una pareja. Ahí puede haber mucho de imposición cultural: la idea de que la felicidad y la maternidad se alcanza con otra persona. Pero también hay una cuestión económica. Ser madre sola, hoy en día, es inviable. Necesitas dinero y tiempo para sacar adelante a un niño. Así pues, converge la cuestión cultural con la económica. Hay gente de mi generación que siente que no todo tiene que ser para siempre, y esto también se aplica a las relaciones. Cuando quieres tener un hijo con una pareja, pero ves que nada va a durar, ni lo económico, ni lo laboral, ni lo sentimental, es difícil atreverse a tener un hijo con una persona. Hay una mujer que entrevisto que dice que necesita tres años, como mínimo, para decidir que quiere tener un hijo con una persona.

La frustración que sienten muchas mujeres, ¿podría derivarse, en parte, del discurso según el cual “todo es posible”?

Efectivamente, me gusta como resumen del libro el decir que no todo es posible. Pero no nos hemos de quedar en el eslogan, hemos de preguntarnos el porqué. Esto es la clave. El éxito es una invención. Es algo que se ha creado y que va mutando. Y en los últimos años el éxito es que tengas trabajo, un coche, un piso, y que lo expliques en las redes. Y no es un modelo replicable para todo el mundo. Esta idea del “si quieres, puedes” tiene tendencia a la individualización. Igual que se individualiza el éxito, se individualizan los problemas, y estoy en contra de las dos cosas.

No sólo es cuestión de procrear, sino de proveer de garantías y seguridades a los niños

¿Se había olvidado demasiado la reivindicación del derecho a tener hijos?

No. En su momento fue muy necesario reivindicar el derecho a no tenerlos. La maternidad, históricamente, ha sido una obligación para las mujeres. Y te has de oponer a este relato con otra reivindicación, el del derecho a no tenerlos. Pero ahora el debate sobre el derecho a tener hijos coge vigencia y se ha de tener. El derecho a la maternidad es el derecho a tener una maternidad digna, a poder conciliar, a poder ofrecer una infancia digna. Y aquí hay unos individuos, que son los niños, a los que debemos garantizar una vida digna. No sólo es cuestión de procrear, sino de proveer de garantías y seguridades a los niños.

¿Puede justificarse el derecho a la maternidad a cualquier precio?

El derecho a la maternidad no es un derecho a cualquier precio; no se puede ejercer a costa de los derechos de otras mujeres. Pensar que puedes explotar los cuerpos de otras mujeres simplemente porque tú tienes un deseo muy profundo, no es justificable. Yo defiendo que la maternidad no es una cuestión a la que puedas acceder a cualquier precio. Pero decirle a alguien que quiere tener hijos y no puede que no tiene derecho a tener hijos no me parece justo.

Creo que la cultura del individualismo es dañina, y creo que la maternidad no es una acción individual

¿Cree que es compatible la cultura del individualismo con las necesidades de la maternidad?

No. Creo que la cultura del individualismo es dañina, y creo que la maternidad no es una acción individual. Lo es en lo que respecta a tu cuerpo, al cuerpo de la mujer, pero los cuidados (y aquí entran los derechos de la infancia) son colectivos. La crianza debería ser entendida como una responsabilidad que nos atañe a todas y a todos. Por una parte, està la conciliación, la mujer no tendría que escoger entre su carrera y su hija o su hijo. Pero no es sólo eso. No se debería dejar en manos del azar a los niños que vengan de familias más pobres. Se ha entendido que las mujeres son las responsables de los niños, y no es así. Lo que hagamos con nuestro cuerpo es nuestra decisión, es nuestro espacio. Pero el cuidado de los niños es algo colectivo. Y defender esto es ser realmente provida.

La inseguridad de las mujeres en lo que respecta a la maternidad se ha convertido en un gran negocio.

Sí. El negocio de las clínicas. Yo no estoy en contra de la reproducción asistida. Es un mercado que ha abierto la oportunidad a que parejas que no puedan tener hijos, o lesbianas, o mujeres solas, puedan tenerlos. La reproducción asistida, en sí, es proveedora de igualdad de oportunidades. Pero cuando esto se deja en manos del capital privado, se genera un problema. Las clínicas, para ganar dinero, tienen que rentabilizar los cuerpos de las mujeres. Y la lógica del mercado acaba chocando con la ética de los cuerpos. ¿Hasta dónde debes cuestionar este sistema? ¿Puedes cuestionar la ovodonación? Es una cuestión muy compleja, y a mí lo que me chirría, sobre todo, es que esté en manos privadas. Debería estar en manos del Estado garantizar la igualdad de oportunidades. En manos privadas sólo pueden acceder a él las personas más privilegiadas. Esto agrava la brecha de clase.

Muchas mujeres creen cree que si no eres madre no estás alcanzando la felicidad completa

Hay muchas mujeres que sienten frustración por no acceder a la maternidad. ¿No existe ningún equivalente entre hombres?

No existe una equivalencia. A las mujeres nos han educado en la idea en que la felicidad se alcanza cuando la identidad de mujer se complementa con la identidad de madre; y cuando la segunda no se cumple, esto genera frustración. Se cree que si no eres madre, no estás alcanzando la felicidad completa. Los hombres no se crían con esta idea. Y, por tanto, la frustración no es la misma. Los hombres lo viven con más tranquilidad, una tranquilidad casi irritante, diría.

Foto de portada: Javier Nadales.