Hasta el año 2020 no se descubrió que estas ballenas aparecen durante tres meses en la costa catalana, preferentemente en primavera. Se conoce que hay unos 400 ejemplares, y que hay pocas crías, muchas de ellas sufren las colisiones con barcos mercantes. Ya de pequeña, Neus Ballús soñaba con estas ballenas. Fue gracias a la invitación de la asociación Edmaktub para ir en su catamarán que pudo observar la presencia de estos animales. De inmediato, tuvo la pulsión que quería filmar el sonido misterioso de estos animales (y la música de René-Marc Bini). La directora de La plaga y Seis días corrientes tenía un nuevo reto para el que se preparó a conciencia, con una alimentación determinada, aprendiendo de las costumbres de los marineros y adaptándose al medio. Una de las recompensas es la nominación a mejor cortometraje en premios como los Premios Gaudí y los Goya, mientras escribe un guion para un largometraje, y a finales de año verá la luz una co-producción europea narrada en el campo de concentración de Ravensbrück, con cuatro mujeres directoras, y entre las cuales está ella.  

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Retrat Neus Ballús / Foto: Irene Vilà Capafons
Foto: Irene Vilà Capafons

Neus, hace poco volví a ver Seis días corrientes, me encantó reencontrarme con el personaje de Valero y, sobre todo, constatar tu pulso con el cine social. ¿De dónde te viene esa inquietud?
Viene de mis intereses como ciudadana y persona, y esto se acaba transmitiendo a las películas que haces. Y eso te ayuda a entender la riqueza de la sociedad cultural en la que vivimos, y a mí, esa diferencia siempre me ha parecido muy especial y muy rica, e incluso divertida. También me inquieta el tema del racismo, y en mis tres últimos largos he reflexionado sobre si somos capaces de entendernos entre seres humanos, eso nos lleva directamente hasta lo social. Para mí tiene que ver con la convivencia.

Curiosamente, el otro día entrevisté al director de cine alemán y de padres turcos Ilker Çatak, y en su caso, no se sentía demasiado cómodo hablando de inmigración cuando luego, eso sí, esto está reflejado en su cine. Supongo que es diferente cuando tiene una relación más directa con la problemática.
Es probable. Yo por ejemplo, en el caso de Seis días corrientes mezclo dos cosas: el tema del origen, de la inmigración, el lingüístico, pero también el de la clase, y aquí yo me siento más identificada y cercana, ya que vengo de clase trabajadora. Así que la convivencia con gente diversa para mí es algo normal. No siempre plácida, pero muy habitual.    

En cuanto al corto, lo vi en casa gracias a un enlace, pero me he quedado con muchas ganas de verlo en pantalla grande. Ha de ser una experiencia fascinante. Además, el mar tiene mucho encanto, pero por otro lado hay una parte de respeto. ¿Qué sensaciones tuviste al verlo por primera vez?
Los creadores tenemos otras sensaciones, vemos si está o no bien construido, y claro, yo no parto de cero. Justamente, para mí, el objetivo del corto era intentar transmitir de forma sensorial la experiencia de estar sobre un catamarán y ver ballenas por primera vez: la emoción, el respeto y la magia de ese momento. Es algo que percibes y que es singular; muy místico y sagrado. Entonces, esa era la voluntad a la hora de hacer esta película y lo que me movió a hacerla. Necesitaba transmitir esa emoción a los espectadores, pues estamos convirtiendo el planeta en seres muy espectaculares y el encuentro entre nosotros es muy fugaz y extraña, pero muy valiosa. Igual que hemos hablado de cómo nos relacionamos con la diversidad humana, no somos conscientes de la diversidad animal que tenemos a nuestro alcance y de esa suerte, esa riqueza.

No somos conscientes de la diversidad animal que tenemos a nuestro alcance y de esa suerte, esa riqueza

Exacto, tanto en el mar, como en la tierra o en el cielo con los pájaros. De hecho, me gusta el inicio del documental, con la imagen de esos peces pequeños y de colores que luego desaparecen. Por tanto, el cortometraje parte de la invitación que te hace la gente de Edmaktub. No sé si de rebote, pero quizá si de forma inesperada.
No lo tenía previsto, pero sí, a veces es esta la manera en que te llegan las películas.  La vida a veces te lleva por esos caminos y te planteas que necesitas rodar eso ahí, y asimismo, poder transmitirlo. Es una situación tan particular, que sabes que no todo el mundo podrá estar sobre ese catamarán. Y por eso, esa pulsión que comentaba antes, escribí ese guion con la necesidad de filmarlo.

Pero tú ya saliste de ahí con esa intención, ¿no?
Sí, desde el primer momento. Además, tenía un componente sonoro muy especial, el hecho de que la gente grite blow cuando se las encuentra. Es como una palabra mágica, la gente está pendiente, y después el silencio que hay en el barco, hay mucho respeto por el animal. La experiencia me fascinó y yo quería reproducirla de alguna manera. 

Ese momento, en el que la ballena coge aire y lo expulsa, tiene que ser impresionante.
Como a ella nunca la puedes ver completamente, o solo ves un fragmento, puedes intuir su dimensión. Es que es más grande que el propio barco. Y lo que más impresiona es el sonido, cuando inspira e inhala, y eso no se acaba nunca… la gran cantidad de aire que coge, te hace tomar consciencia del volumen que deben tener esos pulmones. Y dices, realmente es un animal mastodóntico, el segundo más grande del mundo después de la ballena azul. Estamos ante animales enormes que muy pocas veces los humanos podemos estar en contacto con ellos. Y a mí, lo que me impresiona, al margen de su dimensión, es esa fuerza y una presencia brutal, que realmente no utilizan. Y eso me parece que es una gran lección. Qué podemos aprender de otras especies que viven sin generar conflicto, ni con sus semblantes ni otras especies. Por su propia supervivencia, pienso en la ambición y cómo se utiliza la fuerza humana. Eso es algo que me conmueve.

Retrat Neus Ballús / Foto: Irene Vilà Capafons
Foto: Irene Vilà Capafons

Y más aún, en un medio como el agua, teniendo esa libertad para utilizarla.
Es un entorno muy mágico, como no es nuestro espacio… En Inmersió ya venía de esta pregunta, qué nos provoca el agua a los seres humanos, por un lado un cierto miedo, cómo tenemos que respirar, esa inquietud. Nos conecta en el sentido de que somos un 80% de agua y, está demostrado, que nos genera mucha calma. Yo quería unir estas dos cosas, que el encuentro entre la protagonista y el animal se produjese en este medio.

En cuanto a Mar, la protagonista, ¿cuál era el perfil que buscabas? 
Inicialmente el personaje era un chico y extranjero, pero tenía claro que lo quería adaptar a los voluntarios reales. Pero si imaginaba a alguien con un componente muy curioso, fascinado por las ballenas y al mismo tiempo muy infantil.

Incluso inocente, ¿no?
Sí, claro, Y cuando conocí a Mar vi que cumplía todos esos requisitos. Yo quería transmitir que la primera vez que ves a una ballena, ya tengas 30, 50 y 80 años, te vuelves como un niño. Te conecta con la primera vez que te conecta con una cosa.

Como cuando viste E.T. por primera vez…  
Bueno, no la vi, solo la escuché, pues tenía mucho miedo y me escondí debajo del asiento.

Y ahora llega el reconocimiento con las nominaciones a los premios Gaudí y Goya.
Sí, muy contenta. Especialmente, siendo un corto, que no lo haces con estas expectativas ni con la idea de hacerte carrera. Yo ya venía de tres largos y no tenía esa necesidad, con lo que esto te llega como un regalo. En una profesión como esta, tan exigente e incierta. Si bien, a los que nos gusta, no nos imaginamos haciendo otra cosa. Es como que no puedes elegir.