La Navidad es la época del año en la que nuestra imbecilidad y estupidez sociales llegan a su máximo esplendor. Entre decoraciones terriblemente feas, regalos que nadie quiere, comidas interminables y reuniones familiares que hacen cuestionarte tu existencia… Por eso, supongo, me he inventado palabras que describen situaciones o conductas absurdas que todos hacemos o sentimos en esta época del año. Es mi pequeño homenaje lingüístico a la época más caótica y exagerada del calendario.

Son palabras que no existen, pero cuya normativización pienso sinceramente que deberíamos valorar para poder sobrevivir a toda esta parafernalia navideña y salir indemnes. Me he tomado la libertad de inventarme unas cuantas, porque alguien tenía que poner nombre a las situaciones más absurdas, deliciosas y estresantes de las fiestas más esperadas u odiadas del año. Así pues, espero que mi pequeño diccionario navideño de neologismos imprescindibles de actividades absurdas os sea de utilidad y que disfrutéis mucho con esta pequeña muestra terminológica.

Empecemos por el clásico indiscutible: navidaditis. Esta es la enfermedad que sufre cualquier persona cuando el simple hecho de pensar en cenas de Navidad, regalos, decoraciones y reuniones familiares le provoca un estrés instantáneo. Los síntomas incluyen angustias nocturnas, mareos ante el catálogo de juguetes y una necesidad irrefrenable de huir hacia una playa desierta. ¿La mejor manera de combatirla? Aceptar que es normal y respirar hondo, mientras te imaginas que eres un elfo huérfano y libre de cualquier compromiso familiar.

Propongo, también, el término regalofobia, que también sería otro clásico moderno: el miedo irracional a no acertar con el regalo perfecto. Si alguna vez has ido a una tienda buscando “lo que seguro que le gustará” y has salido con una vela con olor a vela porque no sabías qué más comprar, felicidades: has sufrido regalofobia en estado puro. Es un mal que afecta a todo el mundo, desde la tía que nunca recuerda qué le gusta hasta el primo que ya tiene “de todo”. ¿La solución? Aceptar los regalos imperfectos e inútiles con una sonrisa y recordar que la Navidad es más que objetos envueltos en papel brillante. Regalofobia también podría ser la fobia a recibir regalos repetidos, impersonales e inútiles. ¿Qué os parece?

Estas Navidades, propongo que las celebremos no solo con luces y comida, sino también con palabras

Y no podemos obviar mi término inventado favorito, turronívorο. Esta palabra describe a ese individuo incapaz de parar de comer turrón, sea duro o blando, blanco o con almendras, tradicional o con chocolate. Los turronívoros existen y pueden llegar a ser una amenaza seria para cualquier stock familiar. Cuando una persona muestra signos de turronivorismo, recomiendo separar (es decir: esconder) los turrones en zonas seguras y establecer turnos para atacarlos, o directamente aceptar la derrota y unirte al festín. Pero esto es solo la punta del iceberg. Otros términos que merecerían una entrada en mi diccionario imaginario: la posdeprenavidaditis, esa apatía y flojera inevitable que nos invade cuando el árbol ya está desmontado y guardado, el tió ya se ha ido. Y la alumbradicción, la fascinación obsesiva por todas las luces que decoran calles y balcones. Y, por supuesto, el neulódromo, un pequeño armario donde se guardan y donde desaparecen las neulas a la velocidad de la luz.

E, inevitablemente, también tenemos que hablar de todos los términos relacionados con la familia. El cuñadómetro, la unidad de medida que indicaría el nivel de tolerancia que tienes hacia el cuñado, ese que lo sabe todo, que opina de todo y repite la misma anécdota desde 2012. El diplomacista familiar, la persona que ejerce de mediadora entre dos familiares que se llevan fatal. Y la más importante de todas, la navidadhipocresia, también conocida popularmente como buenrollismo de pesebre, aquella en la que todas las familias tenemos un máster. Es fácil, se trata de exponer la convivencia familiar y fingir que todos nos queremos y que nos apreciamos muchísimo.

El objetivo de la creación de estos neologismos no es solo haceros reír, sino también invitaros a utilizarlos, adaptarlos a vuestras propias experiencias y, sobre todo, compartirlos con familiares y amigos. Que nadie pueda decir que no existía vocabulario adecuado cuando nos daba pena que las Navidades se acabaran, cuando las neulas desaparecían misteriosamente del armario o cuando los regalos generaban más confusión que alegría

Estas Navidades, propongo que las celebremos no solo con luces y comida, sino también con palabras. Inventémoslas, apropiémonos de ellas y riámonos un poco de nosotros mismos, que es la mejor manera de hacer que las fiestas sean aún más especiales. Así pues, turronívoros, regalofóbicos, navidadhipócritas… Que paséis unas felices fiestas y que tengáis una buena entrada de año.