Barcelona, 2 de julio de 1549. Sesenta años antes del decreto de expulsión de Felipe III. Las autoridades civiles ejecutaban en la hoguera a Joan Malet; acusado y condenado por suplantación de personalidad, estafa, chantaje y abusos sexuales. Malet, carpintero de Flix, que la necesidad personal y las circunstancias generales habían reconvertido en el cazador de brujas más temible del Camp de Tarragona, se convertiría en el morisco más célebre del siglo XVI catalán. Malet era, en buena parte, un paradigma de la evolución cultural de su comunidad (nombre y apellido catalán, lengua materna catalana, cristiano converso de segunda o tercera generación). Pero por la parte más conocida (la delincuencial) no representaba en absoluto su comunidad. El mundo morisco catalán era, en general, más pobre que el mundo cristiano. Pero ni era un pozo de miseria ni era una fábrica de delincuentes.

¿A qué se dedicaban los moriscos catalanes?

Los moriscos catalanes habían quedado emplazados, como arrendatarios o como inquilinos, dentro de los grandes latifundios de las familias nobiliarias y de las órdenes religiosas de los valles bajos del Segre y del Ebro. Con el transcurso del tiempo (siglos XII a XVII), una parte de aquella comunidad ganaría la condición de propietarios. Y la élite de aquellos propietarios se dedicaría —y se enriquecería— con la cría y la venta de animales de tiro (caballos, bueyes, mulas, asnos). Pero, en cambio, la gran masa de aquella comunidad quedaría estratificada en dos niveles: los pequeños propietarios agrarios y menestrales —que habían seguido el rastro de sus élites; y los jornaleros —las clases más humildes. En Catalunya y en Aragón, los moriscos sobresalieron como hortelanos, alpargateros, jaboneros, albañiles y carpinteros. Los grupos de albañiles moriscos son habituales en las obras de grandes edificios como la Seo de Zaragoza.

Representación de una familia morisca (1529). Fuente Biblioteca Digital Alemania
Representación de una familia morisca (1529). Fuente Biblioteca Digital Alemania

¿Cómo era la relación con sus vecinos cristianos?

Los moriscos catalanes y aragoneses siempre habían tenido una relación tensa con los cristianos viejos. Pero a medida que se sucedían las grandes crisis bajo-medievales (siglos XIV, XV y principios del XVI), esta tensión se multiplicó. Los choques entre individuos o entre grupos de aquellos grupos sociales son frecuentes. Por ejemplo, los archivos aragoneses contienen centenares de denuncias por conflictos entre hortelanos moriscos del Ebro y pastores trashumantes del Pirineo. Los primeros acusaban a los segundos de lanzar, a propósito, los rebaños contra sus sembrados. Y aquellas disputas, generalmente, acababan con heridos y con muertos. En Catalunya, esta tipología de conflicto no se dio con tanta frecuencia y con tanta violencia; pero los conflictos entre moriscos y cristianos viejos —en los valles bajos del Segre y del Ebro— fueron habituales.

 

¿Qué moriscos no fueron expulsados?

El mundo morisco catalán, a diferencia del valenciano, era catalanohablante en su totalidad. Pero había diferentes gradaciones de relación con los cristianos viejos. Desde los que conservaban, abiertamente, la religión islámica y los apellidos de raíz arábiga; hasta los que se habían convertido al cristianismo y habían adoptado apellidos cristianos. A medio camino había una masa heterogénea formada por individuos y familias, oficialmente cristianos conversos, identificados con apellidos cristianos, pero sospechosos de practicar a escondidas su confesión. La cancillería de Madrid encargó a Pedro Manrique, obispo de Tortosa, la confección de una lista con los nombres de los que se salvarían de aquella masacre. Y Manrique listó 1.578 nombres, basándose en datos como los matrimonios mixtos, el consumo de vino y de carne de cerdo y la recepción de los sacramentos cristianos.

Representación de un horno en un barrio morisco (1529). Fuente Biblioteca Digital Alermanya
Representación de un horno en un barrio morisco (1529). Fuente Biblioteca Digital Alermanya

¿Dónde fueron a parar los expulsados?

En cambio, desde el puerto de los Alfacs, salieron 3.566 moriscos procedentes de territorio catalán; que, según la investigación historiográfica, se dirigieron, principalmente hacia los puertos de la Provenza (bajo dominación de la corona francesa) y hacia los puertos del Magreb (bajo dominación del imperio otomano). El profesor Mikel Epalza, de la Universidad de Alicante, revelaba la existencia de varios testimonios documentales que, pasado un siglo largo de la expulsión, probaban la existencia y la persistencia de moriscos de lengua catalana (de origen catalán y valenciano) en el actual Túnez. El diario del viajero español Francisco Ximénez (1724) decía que “Llegamos a un lugar llamado Grish El Oued o el lugar de Los Catalanes, por ser estos los que lo habitan, descendientes de los moros de esta nación (...) el cual tendrá cien vecinos (unos seiscientos habitantes)".

El catalán de los moriscos expulsados

Y el diario de viajes de Joseph Morgan (del mismo año 1724) cónsul británico en Túnez relataba que los pobladores de la comarca de Grish El Oued "are Catalonian Moors, and who use that language" (son moriscos catalanes y utilizan esta lengua). El mismo Epalza cita una curiosa tradición local de aquella región que dice que "Un grupo de peregrinos a la Meca; que pasaban cerca del pueblo, se quisieron albergar porque se les le había hecho de noche. Encontraron el recinto del pueblo cerrado, y oyeron unas voces que llamaban nombres; ya que era costumbre de aquellos campesinos pasar revista a todos los habitantes, cada noche, por si alguno había sido víctima de la población autóctona, terriblemente hostil con los moriscos de origen catalán y valenciano. Y oyeron gritar: Pepet!!!; ¡Quimet!!!, Pasqualet!!! Y huyeron diciendo: estos no son musulmanes, sino kúfar (infidels)!!!".

Fragmento de un mapa de Catalunya (1608). Los valles bajos del Segre y del Ebro. Fuente Cartoteca de Catalunya
Fragmento de un mapa de Catalunya (1608). Los valles bajos del Segre y del Ebro. Fuente Cartoteca de Catalunya

El retorno clandestino

El profesor Jordi Ferrús Batiste, de la Universidad Miguel Hernández —de Elx— ha estudiado tanto el fenómeno de la expulsión y el establecimiento en Provenza y en Túnez, como el goteo de retornos clandestinos a Catalunya. Y pone como ejemplo el caso de Miravet. Como decíamos en la anterior entrega (de ayer sábado), esta villa presentaba el porcentaje más elevado de población morisca de Catalunya: el 96% de su población. Pues bien, según la investigación del profesor Ferrús, este 96% se traducía en 91 familias (unas quinientas personas). En 1610, fueron expulsadas 79 de las 91 familias y fueron autorizadas a quedarse (la lista del obispo Manrique) 14 familias. Durante el trayecto entre Miravet y los Alfacs, 7 de las 79 familias expulsadas consiguieron escapar de la férrea vigilancia de los Tercios y se ocultaron en las montañas.

Miravet

Después de la expulsión se promovieron varias iniciativas de reocupación con éxito desigual. Mientras que las reocupaciones en Lleida (22 casas y fincas) o en Tortosa (46 casas y fincas) se efectuaron con relativa rapidez; el caso de Miravet o de otras villas con porcentajes muy elevados de población morisca expulsada, presentaba muchas dificultades, porque la Catalunya de la época (sobre la zona occidental del país) no tenía suficiente fuerza demográfica para rellenar, de forma inmediata, aquellos enormes y repentinos vacíos. Los profesores Ferrús y Terricabras explican que en Miravet, tan solo dos años después de la expulsión (1612); se había producido el retorno —de forma más o menos clandestina— de 31 de las 79 familias expulsadas (24 que procedían del exilio y las 7 que se habían emboscado durante el trayecto entre Miravet y los Alfacs).

Grabado de Tortosa después de la expulsión (1648), con los Reales Colegios creados para facilitar la conversión de los moriscos. Fuente Cartoteca de Catalunya
Grabado de Tortosa después de la expulsión (1648), con los Reales Colegios creados para facilitar la conversión de los moriscos. Fuente Cartoteca de Catalunya

Una estimación de los regresados

Según el profesor Terricabras, en esta maniobra de retorno jugaron un papel importante varios actores de aquella sociedad: las familias moriscas que no habían sufrido la expulsión (por una cuestión de solidaridad) y las familias cristianas viejas e, incluso, algunos grandes latifundistas (por el interés por recuperar el aparato económico local). No conocemos la cifra exacta de aquel fenómeno, pero si extrapolamos el caso de Miravet, podemos aventurar que los regresados podrían representar una tercera parte de los expulsados (unas 1.200 personas en Catalunya y 12.000 en Aragón). El caso del País Valencià sería muy diferente. Joan Fuster, en "Nosaltres els valencians" (1962), explica que la relación entre las dos comunidades estaba muy deteriorada desde que en las Germanías (1519), la nobleza latifundista había armado a sus moriscos y los había lanzado contra los revolucionarios.

La disolución del mundo morisco y su huella

En cambio, otros latifundistas o el aparato hispánico se opusieron. La Orden del Hospital (el principal latifundista del sur de Catalunya) se negaría a restituir las propiedades confiscadas a los expulsados que habían regresado. Y el virrey hispánico Hurtado de Mendoza, denunciaría al rey Felipe III que "vuelven en manadas, pudiéndose encubrir en las Justicias como naturales, hablando la misma lengua (el catalán) y sabiendo las entradas y pasos de la tierra". Pasadas tres generaciones los moriscos catalanes (los no expulsados y los regresados) desaparecieron, para siempre, diluidos entre el conjunto de la población. Pero el testimonio de su existencia nos llega a través de apellidos como AdamAlbelda, Ardiaca, Batista, Bunyol, Bru, Codony, Esquerrer, Espinell, Ferrandis, Ferragut, Ferrús, Llop, Massot, Maura, Moré, Papasseit, Pubill, o Socarrat.